La disciplina intelectual de Carlo Antonio Castro
René Sánchez García.
(Escritores por la Educación, AC)
El pasado domingo 11 de abril, en esta ciudad, falleció Carlo Antonio Castro Guevara, quien por muchos años fue uno de mis mejores maestros, excelente compañero docente, pero sobretodo, mi gran amigo. Lo conocí en el año de 1970 en Coatepec, disertando sobre la vida y obra del novelista Carlos Dickens, al celebrarse el primer centenario de su deceso. Posteriormente, en la Facultad de Pedagogía de la UV, tuve el privilegio de recibir sus enseñanzas en la cátedra de pedagogía social. Debo confesar, que debido a mi escasa edad, al ingresar, ponía poco cuidado en los contenidos de su asignatura, pero lo recuerdo por su personalidad, su presencia y su forma de ser docente.
A finales del mes de enero de 1974, ingresé como directivo y docente a la Escuela Secundaria y de Bachilleres “Experimental”, y mi sorpresa mayúscula fue encontrarme como compañero al Maestro Carlo Antonio, quien en esos momentos tenía a su cargo los talleres de Lectura y Redacción, así como Expresión Gráfica, dentro de un plan de estudios piloto, parecido al del CCH de la UNAM, que él junto con los profesores del bachillerato, sacaron adelante con gran éxito académico. Fue allí, junto con su esposa, la profesora Carmen Vargas Delgadillo (directora del plantel) y sus hijos, donde cultivé esa gran amistad duradera y sincera.
Hoy vuelvo a mencionar. Así como debo al profesor Miguel Ángel Rodríguez Peralta el descubrimiento e interés por todo lo que tiene que ver con las Ciencia de la Educación, así también mi deuda por la Antropología y el Indigenismo es con el Maestro Castro Guevara. Recuerdo que en el año de 1977, por invitación suya, asistí a un Seminario Estatal de Actualización de Promotores Culturales, auspiciado por la Dirección General de Culturas Populares de la SEP y el Gobierno de Veracruz, celebrado por espacio de 30 días en las instalaciones de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana. Al terminar dicho evento, decidí estudiar la licenciatura en Antropología Social, dentro de mi ya Casa de Estudios.
No quiero redundar en este espacio sobre el quehacer profesional desarrollado por el Maestro Carlo Antonio Castro Guevara, pues considero que ya ha sido mencionado en las páginas culturales de los diarios informativos más recientes. Sabemos ya, que aparte de haber cursado la licenciatura en Química, también realizó la de Etnología en la UNAM y en la ENAH, respectivamente; asimismo, la maestría en Ciencias Antropológicas (UNAM). Por más de 40 años se dedicó a la docencia en escuelas de nivel medio, medio superior y superior (especialmente en la Facultad de Antropología de la UV), incluyendo algunas maestrías. Conocido por su trabajo de escritor y difusor de la cultura, más de una cuarentena de libros publicados dan fe de ello. Su dedicación al estudio de las lenguas clásicas e indígenas que tradujo a su habla oral y escrita con suma perfección. El trabajo de campo realizado en varias comunidades indígenas en seis estados de la república, lo podemos constatar no sólo en su poesía, cuento y narración propias, también en la traducción de los muchos textos que le publicaron a lo largo de su fructífera vida. Y así sucesivamente.
Prefiero resaltar su disciplina intelectual forjada a diario y por años. Toda su obra académica y escrita son unas finas mezclas de talento, imaginación, sensibilidad, creación y destreza, manejadas en forma inusitada y magistral. Sus disertaciones, conferencias, pláticas y charlas nunca fueron comunes, siempre las consideré elocuentes y formativas. Para expresarse, utilizaba los recursos de la lingüística y la sintaxis, donde los acentos, puntos y comas formaban un conjunto único e irrepetible. Nunca supe en verdad a qué corriente teórica de las ciencias humanas pertenecía, pues conocía todas. Pero lo imaginé toda la vida como un crítico, nunca de la negación, sino de las propuestas alternativas, viables y con sentido. Amaba la vida, el planeta y el mundo cultural humano, luchando siempre por separar las imposturas, lo inválido, lo incorrecto, lo sinsentido.
La tarea no fue fácil. Dedicó desde niño, miles de horas a la lectura, al estudio y cientos a la escritura para difundir sus ideas y sentimientos en diarios informativos, revistas culturales y libros. Cultivó por años el estudio de las lenguas hasta dominarlas completamente, esto le permitió sin duda alguna ver a los otros con diferente perspectiva y entrar al corazón de sus indígenas a los que siempre defendió. Fue un lector bien informado, siempre de primera mano y en la lengua original, nunca a través de la televisión comercial. Magnífico observador y buen escucha, nunca dejó escapar algo que tuviera que ver con su objeto de estudio o investigación. Nunca se le escuchó hablar de política, religión o fútbol y con ello no se perdía en banalidades. A cambio, disfrutó del buen cine, del teatro, de la música, de la buena comida, de su familia, de los amigos, cuando podía.
Finalmente, para ser sinceros, se le reconoció muy poco su trabajo docente, sus aportaciones humanísticas y la amistad que profesaba. Como humano, tuvo sus errores y sus fallas, pero si de algo estoy seguro es que fue un hombre íntegro, cumplido, de palabra…como Los hombres verdaderos. http://www.escritoresporlaeducacion.blogspot.com/
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