Encuentro con maestros
Avelino Reyes Pech
(Escritores por la Educación, AC)
“... el de educación es uno de esos conceptos que todo mundo
entiende... aunque cada quien a su manera”.
Antonio Gago Huget.
En la obra escrita titulada “El Consejo Técnico”, perteneciente a la colección Libros del Rincón, (1998) editada por la Secretaría de Educación Pública y escrita por Cecilia Fierro y Susana Rojas, se considera al Consejo Técnico (Escolar) como uno de los procesos de “gestión interna para conocer la calidad de los resultados, el alcance de la labor de un grupo de docentes como equipo de trabajo (sólo) porque se convierte en una instancia de encuentro de los maestros con su propia palabra sistematizada”; pero antes que eso, es tal vez la única posibilidad de saber qué sucede en una escuela cuando las maestras y maestros se sienten liberados, dicen las autoras, de escuchar ponencias de especialistas y de funcionarios que señalen problemas y dicten pautas.
Este libro toca una de las preocupaciones fundamentales de esta Asociación de Escritores por la Educación, porque más allá del escándalo generado -con razón o sin ella- por la llamada “Alianza por la Calidad de la Educación” parece que hay acuerdo entre quienes nos gusta hablar de educación, que mientras el salón de clases siga siendo un misterio social, un “bunquer” de muchos maestros en servicio y un espacio de complicidad, comodidad o que atemoriza a la mayoría de los directivos escolares, ninguna reforma educativa podrá operar en la realidad y con algún nivel de éxito por más que se le pregone y se hable de virtudes que se vuelven virtuales en el mejor de los casos.
No es que los maestros sean incapaces para aplicar modelos educativos, sino porque los autores de las reformas escolares, con las meritorias excepciones de que habla la regla, no tienen testimonios de fuente confiable sobre lo que sucede en las aulas en donde actúan y o interactúan maestros y alumnos en el nunca fácil trabajo de enseñar y aprender, por qué sucede lo que sucede y de qué o quienes depende su modificación a fin de que el proceso educativo satisfaga las necesidades contemporáneas de la sociedad que no se reducen a la “competitividad”, palabra que monopoliza el discurso oficial u oficioso.
Mientras quienes toman decisiones en el “sistema” ignoren o subestimen testimonios de los reales protagonistas, los aportes de las escuelas sobre dificultades y “pistas”, preguntas, dudas, interpretaciones, reacciones y opiniones sistematizadas del cuerpo docente, los planes, programas y reformas curriculares seguirán siendo una formalidad y un distractor sexenal contra la sociedad para mantenerla en un bajo nivel cultural del que usan y abusan los capitanes del poder político y económico.