DECISIONES DECISIVAS: LA UPV
Por AVELINO REYES PECH
Escritores por la Educación, A.C.
Cuando en el año 2004 la Universidad Pedagógica Veracruzana (UPV) cumplía un cuarto de siglo de su fundación, escribí que la institución estaba entrampada en una red de intereses gubernamentales, sindicales, personales y grupales cuyo efecto es la inmovilidad académica e institucional. De entonces a la fecha, su problemática no ha cambiado en lo sustancial.
La acción sorpresiva como sigilosa de sustituir al Dr. Marco Wilfredo Salas Martínez en el cargo de Rector, deja hasta ahora en el misterio del “sospechosismo” las intenciones reales que dieron lugar al cambio del funcionario y por tanto alimenta una serie de interrogantes, pues como buen dice la expresión, “el vacío que deja la falta de información lo llena la especulación”.
Ese contexto, nutre el ánimo de aventurar algunas interrogantes que no por especulativas dejan de ser importantes: ¿cuáles han sido las razones del Gobernador del Estado - quien ha dicho que la educación es asunto prioritario- para autorizar el relevo? El funcionario recién nombrado rector ¿sabe de su nombramiento como tal y “hasta nuevo aviso” o conoce y acepta de antemano que cubre tiempos electorales mientras llega el titular? ¿Detrás del rector formal subsiste un rector real en la vida universitaria? ¿Habrá libertad y determinación para enfrentar los cambios necesarios o el relevo es un recurso seguir igual? ¿En su caso, desde qué perspectivas se piensa realizar los cambios que con urgencia reclama la institución y cuáles serán los mecanismos a utilizar? ¿Tendrán en estas tomas de decisiones participación alguna los académicos de la UPV?
Ciertamente, las renovaciones en las dependencias, independiente del área en que suceden, no han sido escasos, pero para quienes por razones profesionales o ciudadanos seguimos con interés los sucesos en la Universidad Pedagógica cobran especial interés porque siempre hemos deseado para esta noble institución una vida más universitaria y más pedagógica, sin las anclas burocráticas y personalistas que suelen sujetar a muchos centros educativos, sobre todo aquellos que como en este caso, se concibieron como instancias de excelencia para la formación de maestros desde los procesos iniciales hasta los de actualización y superación
Para nadie es un secreto que la actual administración educativa estatal no ha puesto su mayor interés en el desarrollo de la UPV. Un botón de muestra es el hecho de atar la UPV al Instituto Consorcio Clavijero, que desde cualquier aspecto, es una instancia improvisada para ser sustento aliada de una Universidad que durante tres décadas ha estado inserta en el el escenario de las instituciones formadoras de docentes y cuya pertinencia nunca ha sido evaluada, aunque sí ha sido espacio donde con alguna periodicidad se sustituyen o adicionan planes, proyectos o actividades que modifican términos, conceptos o aislados neologismos al parecer más bien para dar la imagen de innovación sin que hasta la fecha se expongan testimonios convincentes en su organización y en sus egresados por más que se abunden en el supuesto éxito de sus programas
Es deseable que la decisión del relevo de Rector no obedezca sólo a motivos de simple autoritarismo, conveniencia política individual reducida a la figura de personas por encima de la trascendencia de proyectos, sino que tal hecho esté fundada en la búsqueda de una oportunidad decisiva que enrumbe a la Institución por los senderos institucionales a través del cumplimiento de su misión y visión, del replanteamiento de sus estructuras académica y administrativa, de la formación y desarrollo de su personal docente, para que su futuro no se deba a otros factores que no sean los del prestigio, de su fortaleza y una convincente respuesta a la necesidad de excelencia docente. Que sus maestros y egresados no siembren dudas en el esfuerzo obligado de respaldar su título profesional con actitudes educativas reales y pertinentes con los cambios en la conducción curricular educativa que tanto necesitamos en la búsqueda de lo que se ha dado en llamar estándares de desempeño por nivel de aprendizaje, pero también en la gestión de los centros escolares, de los maestros, de los medios e insumos didácticos, ya sin las ataduras del catecismo neoliberal arropado ahora con el concepto de competencia.
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