miércoles, 20 de mayo de 2009

Cuarta entrega

Obertura a “La caverna de nuestro actuar”
Gilberto Nieto López

(Escritores por la Educación A. C.)

En los albores de esta vertiginosa y tecnológica década, y cursando los últimos semestres de preparatoria, llevé una maravillosa materia llamada filosofía. Lo que me llena de interés y atracción en estos momentos es tratar de responder a la pregunta: ¿qué tenía de extraordinario dicha materia para un estudiante de 17 años cuya atención se encontraba inmersa en otros menesteres?

Es razón de muchos decir que un papel protagónico debió haber sido desarrollado por el catedrático de la materia, por ello expreso que el maestro Delfino Hernández Blanco fue uno de los culpables de mi encanto hacia la filosofía. La pregunta inicialmente obvia para un estudiante de hace 9 años, era “¿por qué debo estudiar algo tan ajeno al área de exactas?, pues alguien con una visión sobre la ingeniería no necesita conocer lo que dijeron o hicieron tantos viejitos del pasado”.

Actualmente considero una blasfemia el haber expresar dicho vocablo con desestimo; no obstante, me atrevo a decir que era inauguralmente la sentencia de muchos, cuya contemplación final fue cambiada con el desarrollo de la materia. Análisis, reflexión, visión, participación, concientización, sensibilización al entorno; son algunos de los tantos beneficios fundados por una “simple materia curricular”, que en mí, cambió el paradigma que concebía del mundo.

Llamar a un amigo por Anito, Melito o Litón, se consideraba una grave falta de respeto, pues aquellos hombres de lengua vituperante habían incitado la muerte del maestro Sócrates. El tiempo extraescolar se consumía tratando de definir el “apeiron” de Anaximandro; pretendiendo comprender el significado del fuego que proyectaba las sombras sobre la caverna de Platón, intentando vislumbrar el alma, las virtudes y el fin del hombre; intuyendo la lógica, la ciencia, los silogismos y el objeto de la metafísica de Aristóteles; y definiendo particularmente cuál era el origen de todas las cosas, como todo un orgulloso e improvisado filósofo presocrático. Eran en su generalidad, formas cotidianas de pasar un rato agradable, a demás del creciente uso del Internet, la enajenación con los videojuegos de consola, las amenizadas salidas con los amigos y las reuniones familiares.

Aún conservo nuestro libro, Historia de las Doctrinas Filosóficas de Raúl Gutiérrez Sáenz (Editorial Esfinge, México, 1999), ubicado en mi librero, entre La Revolución del Aprendizaje (Dryden, G & Vos, J. México, 2002) e Ingeniería del Software (Pressman, R. España, 2002). Desde Tales de Mileto hasta Bertrand Russell, cada hoja subrayada con esmero en color amarillo fluorescente expresa más que una simple materia de preparatoria, expresa un tinte sublime que impregnó a generaciones, contribuyendo a ser más analíticos, reflexivos y críticos… un axiomático dolor de cabeza para aquel que quisiera cegarnos, engañarnos, convencernos o dominarnos con sus palabras, actos y congruencias divergentes al deseo de mejorar al mundo, ¿es por ello que ahora quedará solo en el recuerdo de quienes la cursamos?

Posiblemente sea necesaria la mediación de un mayor número de “Delfinos” en las aulas, además de una mayor conciencia oficial y social sobre la necesidad de un auténtico espacio de reflexión, como el que podría brindar en secundaria la materia de Cultura de la Legalidad. Más de uno recordará el haber llevado a la práctica los conocimientos adquiridos de las declinaciones grecolatinas vistas en taller de lectura y redacción de tercer semestre, y más de uno secundará el haber intentando escribir su libreta en griego al estudiar a Sócrates, Platón y Aristóteles.

Bellos recuerdos que permisiblemente no evocarán las nuevas generaciones de estudiantes. Como lo he expuesto con insistencia en mis artículos anteriores, tenemos la obligación de enseñar a nuestras descendencias sociales “un camino que les consienta el ser reflexivos y sensibles de su entorno, que los lleve a un nivel superior de conciencia que les permita amar, ser justos y felices”, a pesar de que los espacios para ello se hagan cada vez más escasos, pero con la fortuna de poder enseñar en lugar y tiempo cualquiera.

lunes, 18 de mayo de 2009

Tercera entrega

Reflexionar la práctica docente

(Escritores por la Educación, A.C.)

Por Julieta Hernández Dorantes.

Con el título de Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar (México, 2004, Ed. Grao, 224 p.), el investigador Philippe Perrenoud, realiza un serio y profundo debate acerca de la profesionalización del docente, de las diferentes vicisitudes que presenta el concepto mismo, apostando por la recuperación del saber a través de la experiencia.

Este libro está dirigido a todos aquellos docentes que tienen interés en revalorar y transformar su práctica, encaminándola hacia nuevas alternativas didácticas. Aquí, el docente como practicante reflexivo, no se conforma con lo que ha aprendido en su formación inicial, sino que está en constante búsqueda de nuevas propuestas, construye mejores propósitos, aprende de los obstáculos, realiza proyecciones a futuro; por lo que se requiere de una nueva actitud reflexiva por parte del docente, de acuerdo con Perrenoud.


No se trata sólo de elevar el nivel académico del docente para desarrollar una profesionalización en el mismo, más bien, de ir más allá en relación con el saber, el riesgo, la libertad, y la responsabilidad del oficio de ser enseñante.

Bajo esta perspectiva, dice, formar un practicante reflexivo es formar a un profesional capaz de conocer, dominar su propio desarrollo y evolución, a partir de la construcción de competencias y saberes nuevos por medio de la experiencia.

El propósito de este libro se fija, tanto en la formación inicial, como en la formación continua del docente; haciendo hincapié en que la formación del docente debe estar orientada hacia la profesionalización en la práctica reflexiva, tomando en cuenta diversos aspectos: competencias claves, articulación entre teoría-práctica, aprendizaje basado en problemas, evaluación formativa, cooperatividad entre los docentes, entre otros.

Por lo que se considera necesario que este libro debe ser revisado por los enseñantes interesados en el análisis y la reflexión de su práctica, para conocer aquellos referentes que pudieran ser retomados en su práctica, o simplemente para tener una lectura más acerca de una propuesta en la conceptualización y debate del oficio de ser docente.

Segunda entrega

Encuentro con maestros

Avelino Reyes Pech
(Escritores por la Educación, AC)


“... el de educación es uno de esos conceptos que todo mundo
entiende... aunque cada quien a su manera”.
Antonio Gago Huget.


En la obra escrita titulada “El Consejo Técnico”, perteneciente a la colección Libros del Rincón, (1998) editada por la Secretaría de Educación Pública y escrita por Cecilia Fierro y Susana Rojas, se considera al Consejo Técnico (Escolar) como uno de los procesos de “gestión interna para conocer la calidad de los resultados, el alcance de la labor de un grupo de docentes como equipo de trabajo (sólo) porque se convierte en una instancia de encuentro de los maestros con su propia palabra sistematizada”; pero antes que eso, es tal vez la única posibilidad de saber qué sucede en una escuela cuando las maestras y maestros se sienten liberados, dicen las autoras, de escuchar ponencias de especialistas y de funcionarios que señalen problemas y dicten pautas.

Este libro toca una de las preocupaciones fundamentales de esta Asociación de Escritores por la Educación, porque más allá del escándalo generado -con razón o sin ella- por la llamada “Alianza por la Calidad de la Educación” parece que hay acuerdo entre quienes nos gusta hablar de educación, que mientras el salón de clases siga siendo un misterio social, un “bunquer” de muchos maestros en servicio y un espacio de complicidad, comodidad o que atemoriza a la mayoría de los directivos escolares, ninguna reforma educativa podrá operar en la realidad y con algún nivel de éxito por más que se le pregone y se hable de virtudes que se vuelven virtuales en el mejor de los casos.

No es que los maestros sean incapaces para aplicar modelos educativos, sino porque los autores de las reformas escolares, con las meritorias excepciones de que habla la regla, no tienen testimonios de fuente confiable sobre lo que sucede en las aulas en donde actúan y o interactúan maestros y alumnos en el nunca fácil trabajo de enseñar y aprender, por qué sucede lo que sucede y de qué o quienes depende su modificación a fin de que el proceso educativo satisfaga las necesidades contemporáneas de la sociedad que no se reducen a la “competitividad”, palabra que monopoliza el discurso oficial u oficioso.

Mientras quienes toman decisiones en el “sistema” ignoren o subestimen testimonios de los reales protagonistas, los aportes de las escuelas sobre dificultades y “pistas”, preguntas, dudas, interpretaciones, reacciones y opiniones sistematizadas del cuerpo docente, los planes, programas y reformas curriculares seguirán siendo una formalidad y un distractor sexenal contra la sociedad para mantenerla en un bajo nivel cultural del que usan y abusan los capitanes del poder político y económico.

Primera entrega


Maestros escritores y viceversa

Luis Gerardo Martínez García
(Escritores por la Educación, A.C.)


De unos años a la fecha, la educación y la cultura en México han sido fuertemente impactadas y severamente cuestionadas. Los adelantos científicos y tecnológicos, las transformaciones políticas y sociales, así como los cambios en las economías mundiales, han modificado completamente el rumbo nacionalista y tradicionalista de sus políticas. Por otro lado, la sociedad en su conjunto, a partir de los resultados de las evaluaciones nacionales e internacionales de la educación básica, ha criticado fuertemente la funcionalidad de la escuela, el papel del docente, la calidad de los procesos de enseñanza y los contenidos de aprendizaje, pero sobretodo, la responsabilidad gubernamental como rector de dichas políticas educativas y culturales.

Por ello, las voces ciudadanas demandan, no más cambios o reformas parciales, sino una verdadera revolución integral educativa y cultural, que no solo se limite a recoger los reclamos y las necesidades, sino fundamentalmente que sea acorde con lo que sucede en todos y cada uno de los ámbitos que ya han sido trastocados o roto los límites y fronteras para insertarse en la modernidad y globalización. Es allí donde precisamente, quienes sentimos la imperiosa necesidad de manifestarnos por medio de la palabra escrita, para tratar de entender lo que sucede a diario en el aula y la escuela, deseamos caminar juntos y con paso seguro hacia un nuevo proyecto, que no se limite a informar, sino que contribuya a formar opiniones diversas y razonadas sobre este interesante fenómeno social.

Por ello, iniciar un proyecto (o reiniciarlo) siempre representa un reto. Hoy lo hemos logrado en colectivo. Un grupo de maestros nos hemos dado cita entorno a una taza de café, una rica charla, una cordial compañía y un grato montón de letras que tornean las ideas de este grupo de maestros escritores.

El inicio es difícil pero placentero, complejo pero sintomático, relajado pero disciplinado. El inicio siempre es esperanzador para los que encabezan un proceso y también para los acompañantes; esto es, las expectativas siempre están en el ánimo de quienes, como en este caso, luchamos por una mejor calidad de la educación: maestros escritores y maestros lectores. Lo interesante es que el inicio no tiene retorno (se podrá fracasar en un intento); lo iniciado existe, y posiblemente permanezca. Ahora bien, peor es no hacer algo por defender los ideales personales y de grupo.

Es oportuno señalar que en este inicio tenemos muchos cómplices, la aventura está acompañada de mentes que desde sus espacios trabajan permanentemente por una sociedad mejor. Uno de esos entes lo es Diario de Xalapa, que cada vez que tocamos nos abre sus planas; la generosidad de sus directivos siempre ha sido plena. Hoy no es la excepción. De igual manera podemos hablar de la complacencia de los lectores que siempre lo acompañan a uno desde el anonimato en más de las veces; los potenciales lectores se multiplican con la presencia que tiene este medio informativo en su distribución estatal de forma impresa, como con la versión electrónica que aparece permanentemente en la Internet alrededor del mundo. Luego entonces, el reto para nosotros es aún mayor.

Pues bien, los compañeros que integran esta asociación civil de Escritores por la Educación son educadores que por años vienen desempeñando una labor docente responsable y digna; ahora se agrupan para poder conversar con la sociedad sobre temas educativos, respetando la diversidad de pensamiento. Ese es el primer indicador que los identifica a todos plenamente. Además es gente con quien hemos establecido vínculos francos de amistad; con todos vivimos y convivimos desde las trincheras donde se alojan nuestras expectativas, temores, triunfos, proyectos, alegrías, sabores y sinsabores; departimos y compartimos desde islas que finalmente creemos que son un gran archipiélago. Con todos ellos iniciamos por el placer de escribir; ¿a dónde queremos llegar? No lo sabemos. ¿Alguien puede saber eso? Es lo que menos importa, lo que es realmente trascendente es lo que hagamos aquí y ahora.

En esta primera entrega nos comprometemos con aquella sociedad justa con la que muchos hemos soñado, desde nuestras plumas y voces lucharemos por una mejor educación, defenderemos junto con muchas voluntades el respeto a la libertad de expresión que urge en materia de educación. Hoy iniciamos junto con ustedes.