viernes, 12 de marzo de 2010

Haití, su (des) olvido

Haití, su (des) olvido.


Por LuisGerardo Martínez García



Haití ocupó las primeras planas a ocho columnas y llenó las pantallas de la televisión por unos días, el motivo: el terremoto del 12 de enero en que fallecieron cerca de 300 mil, de una población de 8,924,553 habitantes. Países, organismos no gubernamentales, asociaciones filantrópicas y grupos lucrativos se volcaron, manifestando apoyos y condolencias. Haití, el país más pobre de occidente se vio rodeado de reflectores hasta la aparición del terremoto de Chile, este 27 de febrero.


Amaneció ese sábado y casi todos ellos empacaron maletas; migraron. Haití ante este acontecimiento ya no es redituable para los que hacen del fenómeno mediático un comercio con oferta y demanda. Hoy Haití es vuelta de hoja; está en segundo plano. Es un volver al Haití de siempre: el olvidado, explotado, marginado.

Haití vuelve a ser su color negro esclavizado, pero rebelde.; ese olor a libertad subyugado. Es ese país con adjetivos muy severos: pobre, antidemocrático, explotado y analfabeta. Haití es su gente; esa gente que hoy duerme bajo enlonados que sólo cubren en parte el frío que penetra, que quema, que enfría. Gente que se puede enorgullecer por vivir en el primer país de América Latina en haber logrado su independencia, que pudo librarse también de los dictadores de Francois Duvalier (de 1957 a 1971), y posteriormente de su hijo Jean Claude (de 1971 a 1986). Gente que en sus pesares defiende a sus mujeres, sus hombres y sus derechos. Haití es su niñez, famosa por el signo de dólares que en la frente llevan; niñez vendible que en su tristeza ríe, brinca, baila; niñez convertida en papel moneda, en estadística, en nada. Niñez que también está en la fosa común entre los 300 mil que serán el dato duro, histórico en el porvenir. Niñez que está también en algún país desconocido a expensas del buen corazón que lo transportó hasta el otro lado del mundo, por horas y sin papeles, pasando ríos, montañas, fronteras sin que nadie antepusiera la Ley.


Es verdad, Haití es ahora la posibilidad del mercado para aquellos inversionistas que ven 8 millones de potenciales consumidores aproximadamente. Los estudios de mercadotecnia darán cuenta con seguridad de los servicios e infraestructura rentables en una nación destrozada, lloviendo por fuera y llorando por dentro. Millones de dólares son el motivo principal de aquellos que buscan ir o quedarse a mediano y corto plazo en Puerto Príncipe y sus provincias, no para levantar paredes, sino para recoger dinero invertido o donado, administrado por los menos ante la inmoralidad de la burocracia caótica y las manos ambiciosas, provistas de simulaciones… favores cobrados.


Las cicatrices de Haití permiten leer la historia con mayor claridad: esas, las del corazón, las del amanecer, las del despiadado, las del imperio, las de sistema, las de la desesperanza que en las esquinas engaña a unos y asombra a otros. Las cicatrices en América Latina y el Caribe dan cuenta de las heridas que derraman sangre y lágrimas en las madres que resguardan sus vivencias, sus recuerdos en las chozas de la montaña, la playa y la ciudad; cicatrices que relatan en la piel el desgaste de la desolación, del olvido, de la pobreza. Cicatrices que con mayúsculas escriben relatos en el corazón y lo fortalecen para estar, para seguir, porque las cicatrices duelen y rememoran lo vivido… lo padecido, pero no matan. Lo que no mata en nuestro continente se cuenta, se canta, se festeja para que los otros sepan que estamos en vida o en muerte con nuestras cicatrices, con nuestra historia.

Guarda silencio el Haití del siglo XXI. Los demás se han ido. Hoy cuenta sus muertos, levanta los ladrillos, mira sus muros, apuntala sus techos. Mañana el amanecer haitiano será otra vez casi el mismo, con su resplandor y sus sombras. El atardecer estará siempre acompañado del anciano que lo perdió todo, de su charla recordando esos años de lucha por lograr libertad. En tanto que el anochecer estará rodeado de ese toque de queda natural, sui generis; en Haití la noche se hizo para guardar los recuerdos y compartirlos en francés, inglés, español… el que sea: Demain serai quelque jour (mañana será otro día). Seguirá levantando muertos, escuelas, hospitales, esperanzas, revoluciones con el pensamiento libre que hasta ahora mueve los pies descalzos del que sufre sin caer ante el tirano. Seguirá hablando francés pero no pensará como el francés.


Haití ex colonia francesa; país exportador de café y azúcar en un 40 y 60 por ciento de lo consumido en Europa, también ha experimentado la exportación de esclavos, mujeres y niños. Fue en 1804 cuando se crearon las condiciones para una violenta revolución. Al igual que otros países que han luchado por su independencia, le costó desprecio y bloqueo por parte de las naciones poderosas del mundo. Haití vuelve al olvido de los otros, pero no de sí mismo. El fenómeno mediático atraído por el mundo del comercio internacional, lucra con imágenes de muerte y sufrimiento en zonas afectadas; al confundir información con reality show, la atención se centrará en el siguiente acontecimiento difundible (porque hay otros vetados) convertido en distractor, mientras que problemas de seguridad nacional (hambre, pobreza, agua, seguridad) se ocultan, se guardan para mejores ocasiones. Ahora toca a Taiwán que con el tiempo también nos contará su historia, después… no se sabe. ciudadmexico@hotmail.com