Las finalidades de la educación
Gilberto Nieto Aguilar
(Escritores por la Educación, A.C.)
El Plan de estudio 2006 de “Educación básica. Secundaria” establece que el Artículo 3° constitucional, la Ley General de Educación y el Programa Nacional de Educación respectivo “concretan el compromiso del Estado Mexicano de ofrecer una educación democrática, nacional, intercultural, laica y obligatoria que favorezca el desarrollo del individuo y de su comunidad…”
En la articulación de la educación básica, se especifica el “perfil de egreso que define el tipo de ciudadano que se espera formar en su paso por la educación obligatoria”… como un referente necesario para el trabajo del maestro en el aula. Las competencias que se propone desarrollar irán encaminadas a facilitar la participación en la sociedad, resolver problemas de carácter práctico, mejorar las formas de convivencia, ampliar las expectativas de vida y aprender a manejar la información.
El currículo es un punto de partida esencial, pero condiciona su efectividad a la organización del sistema educativo para hacerse presente, a la disposición de la escuela para interpretarlo, al trabajo y la responsabilidad de los profesores, al interés y la colaboración de los padres de familia, al acompañamiento de las autoridades escolares, todo esto, dentro del contexto social de cada escuela.
Afuera, la educación extramuros determina valores, actitudes y filosofías de vida. Adentro, los centros escolares de educación básica luchan para llevar adelante las finalidades de la educación formuladas en los documentos citados, y para darle un sentido práctico y pedagógico al trabajo escolar. Un par de ejemplos nos pueden servir para valorar la importancia de la educación fuera del aula, especialmente la familiar.
En el hogar, primer espacio educativo, tradicionalmente la mujer juega un papel trascendental con las hijas y los hijos. Ante la necesidad de tener un rol activo en la economía familiar, la mujer madre lucha por conjugar el papel de mujer trabajadora, terminando en un ser y hacer polivalente que está transformando la organización de la familia y el papel que ha representado el hombre.
Un caso para analizar son los papás frágiles y las madres demasiado solícitas, pues convierten a los hijos en niños sin límites, incapaces de soportar un “no”. Cuando estos asisten a la escuela, sufren problemas de adaptación. Tal vez los padres tuvieron a su vez padres autoritarios y no quieren repetir el modelo. O la permisividad es una forma de compensación por el poco tiempo que les dedican.
Dejar que los hijos hagan lo que les venga en gana no es el mejor camino para lograr el ideal de la felicidad. No hay un camino seguro, pero en el viaje se necesita disciplina, libertad, ética, equilibrio emocional, sentido de ciudadanía, autoestima, evolución y desarrollo de las capacidades, expectativas claras de lo que se quiere y espera de la vida, cosas que supuestamente deben aprenderse y desarrollarse en la familia, en la escuela, en la Iglesia, en el reflejo de la autoridad y el gobierno, en los medios de comunicación y en la sociedad.
La falta de correspondencia entre lo que hay que aprender y las enseñanzas y ejemplos que se recogen, genera confusión y cinismo en los menores y en los jóvenes, de tal manera que terminan reproduciendo las actitudes y las formas de ser más usuales, sin distinguir la incongruencia entre el decir y el hacer, ni la diferencia entre el ser y el deber ser.
Con la evolución de la sociedad del siglo XXI, señala Içami Tiba que “los hijos empiezan a convivir con personas ajenas a su familia desde los dos años de edad”. En ocasiones antes. Además, “con los estímulos de los avances tecnológicos, juegos electrónicos, Internet, videojuegos, teléfonos celulares con mensajes, fotos y correos electrónicos, los niños absorben una identidad global a veces más fuerte que la familiar” (“Quien ama, educa”, Santillana Ediciones, México, 2009).
La escuela compite con la educación que se recibe fuera de aula, muchas veces más poderosa, sensorial y atrayente que la pedagogía escolar. Y por otro lado, habría que hacer un análisis profundo de la sobreprotección de algunas familias y del propio Estado sobre la conducta de los menores sin fijar límites que eduquen y les ofrezcan recursos para resolver problemas sin afectarse ni afectar negativamente a los demás.
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