El ingreso a la educación
superior
La carencia
de empleo para profesionales es un asunto de desarrollo económico, no de las
instituciones. Las dificultades de la baja calidad son males que se arrastran
desde la educación básica y hasta la fecha no ha habido remedio que haya dado
(buenos) resultados.
Carlos
Ornelas
Días de
tensión en las familias; nerviosismo entre los aspirantes; espera de
resultados. Este domingo la Universidad Nacional Autónoma de México y el
Instituto Politécnico Nacional dieron a conocer las listas de aceptados a sus
programas de licenciatura; la Universidad Autónoma Metropolitana lo había hecho
desde el día 10. Los interesados enfocan el asunto desde varias perspectivas,
mas se pueden englobar en dos posiciones polares, que resumo en forma apretada.
Los que arguyen que se deben admitir a todos los aspirantes a la institución
que deseen puesto que concluyeron el bachillerato. En sentido contrario los que
abogan por un ingreso más selectivo y riguroso.
Los primeros
esgrimen argumentos que apelan al sentimiento de las familias y ponen como
escudo el derecho a la educación. Los segundos apelan al discurso de la calidad
y a los méritos. El asunto es que no hay lugares para todos en la UNAM, IPN ni
la UAM. Los abogados del ingreso libre a la educación superior se preparan para
organizar a los rechazados; los otros rumian sus argumentos en los pasillos de
las universidades y en alguno que otro artículo.
Estas
instituciones se preparan para en agosto dar la bienvenida a los nuevos
estudiantes de licenciatura. Quienes no alcanzaron un lugar se dividen en dos
grupos (ambos con frustraciones); uno que buscará entrar al mercado laboral,
tal vez como medida temporal, y competir de nuevo o buscar otras opciones,
tanto en instituciones públicas como privadas. El otro entrará a la
organización que defiende a los “excluidos”.
Los voceros
del gobierno federal insistirán en que hay otras opciones, incluyendo la
educación a distancia. La SEP presentó un programa emergente de matrícula para
educación superior, que anuncia todas las posibilidades. Pero las expectativas
de miles de estudiantes que concluyeron el bachillerato se centran en el
ingreso a esas tres grandes instituciones.
Los abogados
de la meritocracia avanzan sus tesis no tanto con base en la capacidad
instalada de esas universidades, sino en la necesidad de impulsar estudios de
mayor calidad. Se hacen eco de los lamentos de muchos de sus colegas que se
quejan de las deficiencias de los estudiantes, de su baja preparación académica
y escasas capacidades. Hablan de restringir más el ingreso; nada más deben
entrar los que reúnan las competencias intelectuales y emotivas indispensables.
Las universidades, señalan, no deben ser instituciones remediales.
Hay que
reconocer constancia (y hasta su profesionalización) entre los abogados de los
estudiantes que no obtuvieron un puesto en estas instituciones. El Movimiento
de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior lleva ocho años organizando
movilizaciones de unos cuantos miles con el fin de presionar al gobierno y a
las instituciones para que abran más sus puertas. Parece que lo que en realidad
interesa a quienes organizan a los “excluidos” es la movilización, la presencia
de manifestantes en las calles y en las puertas de las instituciones.
El país
enfrenta un dilema. Por una parte existe la presión social de incrementar el
ingreso a la educación superior y el Estado ha respondido con programas de
expansión creando nuevas instituciones tecnológicas y opciones de educación a
distancia. Éstas se encuentran lejos de las expectativas de las familias y de
los jóvenes que desean entrar a carreras de prestigio, aunque estén saturadas;
no a las que el gobierno considera necesarias que, además, son más difíciles.
Por otra
parte está el asunto de la calidad. ¿De qué sirve tener decenas de miles de
egresados con pocas calificaciones en profesiones cuyo mercado de trabajo es
limitado?, se preguntan algunos colegas. ¿Para qué aceptar más estudiantes en
derecho, contabilidad, administración y medicina, si después van al desempleo o
a subejercer su profesión?, interrogan ciertos funcionarios.
El dilema no
es de fácil solución. La carencia de empleo para profesionales es un asunto de
desarrollo económico, no de las instituciones. Las dificultades de la baja
calidad son males que se arrastran desde la educación básica y hasta la fecha
no ha habido remedio que haya dado (buenos) resultados.
Como cada
año, apenas comienza la tensión social por la falta de cupo en la educación
superior.
*Académico de la Universidad
Autónoma Metropolitana
Carlos.Ornelas10@gmail.com