Reforma educativa fallida
Antonia
Candela
En los meses
recientes hemos visto una gran movilización magisterial en contra de la mal
llamada reforma educativa que modifica, de manera vertical y antidemocrática,
los artículos 3º y 73 constitucionales para promover la evaluación universal de
los maestros con el aparente propósito de mejorar la educación nacional. Esta
reforma no propone medidas propiamente pedagógicas o educativas, sino que se
centra en una serie de criterios para calificar a los docentes, con lo cual su
efecto es más de control laboral que educativo. Sus consecuencias para la
educación nacional son graves por lo que es necesario analizarlas.
En primer
lugar la investigación educativa internacional ha mostrado que no hay ningún
método efectivo que aislado permita identificar a los buenos maestros. La ex
subsecretaria de educación de EU en la década de los 90, Diane Ravitch,
impulsora de una reforma que ha servido de modelo a la que adopta el Estado
mexicano, y que ella misma llama empresarial, reconoce después de 20 años de su
aplicación que ésta ha sido un fracaso. No sólo no ha mejorado la educación en
EU, sino que ha promovido la marginación de las escuelas públicas en beneficio
de las escuelas privadas de medios socioeconómicos favorecidos y ha aumentado
las desigualdades sociales, lo que provocó grandes movilizaciones de maestros
en su contra ( La Jornada, 1/6/13). Ignorando su fracaso en varios países del
mundo, se propone retomar este modelo en México, donde las desigualdades son ya
dolorosamente agudas.
Las
evaluaciones estandarizadas (como Enlace y PISA), base del modelo citado, han
fracasado en mejorar la educación porque parten de estándares diseñados desde
características lingüísticas y socioculturales de contextos como los de clases
medias y escuelas privadas que ponen en desventaja a sectores sociales que no
pertenecen a ellas, como los indígenas, que van siendo cada vez más marginados.
Además, no permiten conocer las causas por las que se obtienen ciertos
resultados y con ello no dan información sobre las medidas a tomar para
mejorar. Por otro lado la frecuencia, la aplicación universal y el uso de estas
pruebas para calificar a alumnos y docentes, han deteriorado el trabajo
educativo pues los maestros terminan dedicando la mayor parte del tiempo a
preparar a los alumnos para las pruebas. Si bien es positivo el anuncio de la
SEP en cuanto a que es el último año que se aplica la prueba Enlace, esperemos
que esto implique una renuncia general a la utilización de pruebas
estandarizadas (iguales para los desiguales) por sus resultados adversos en
cuanto a mejorar la educación.
En aras de
contribuir a una supuesta autonomía escolar la reforma también diluye la
responsabilidad del Estado en la creación de infraestructura escolar, y abre
las condiciones para que las escuelas se financien con dinero público, pero
administradas por instituciones privadas, lo que facilita la entrada de grupos
empresariales y religiosos en la educación. Se atenta así contra las bases
fundamentales de nuestra educación: pública, laica y gratuita.
La calidad
educativa depende de factores como son: libros de texto y programas
enciclopédicos y con errores, las desiguales condiciones de la infraestructura
escolar y la cantidad de pruebas, de carga administrativa y de programas no
académicos con los que se distrae a los docentes del trabajo educativo. La
injerencia de Elba Esther Gordillo y su gente en la SEP es la causa de que
estos factores y las condiciones del trabajo docentes sean las peores que ha
habido en décadas. Hoy, cuando las medidas oficiales han permitido este
deterioro, lo cual no se resuelve con meter a la profesora a la cárcel, la
reforma, en vez de asumir la responsabilidad que tiene la SEP de mejorar la
situación educativa nacional, culpa de ello a los maestros y trata de sancionar
su desempeño.
Si algún
sentido tiene la evaluación es aportar información de lo que se quiere
modificar para analizar si las medidas adoptadas producen los resultados
esperados. Si lo que se quiere cambiar es la educación hay que evaluar el o los
proyectos educativos, y sólo como una parte de ellos a los maestros. Para esto
la evaluación tiene que descentralizarse y ser diagnóstica (para no jerarquizar
a los docentes con premios y castigos) y permitir que se haga con múltiples
instrumentos y de manera colegiada para que los indicadores los establezcan los
propios actores educativos y maestros con experiencia, con base en el proyecto
de cambio pedagógico que se pretenda impulsar. En estos años de desastre
pedagógico oficial, en gran parte de las entidades los docentes, que no sólo
protestan, sino que también trabajan en desarrollar alternativas pedagógicas,
han generado interesantes proyectos educativos locales que es importante apoyar
e impulsar porque responden a las necesidades de contextos particulares y han
sido probados durante años.
Sería
conveniente que la SEP, en vez de hacer enormes gastos inútiles y reformas que
ya han desgastado a los maestros, mejore las condiciones de trabajo docente y
plantee contenidos mínimos, básicos, interculturales (porque somos una nación
pluricultural) para la población nacional y bien fundamentados pedagógicamente
que permitan profundizar la enseñanza apoyando la formación de maestros. Estos
contenidos nacionales mínimos tienen que dejar los espacios que permitan
incorporar proyectos pedagógicos complementarios, generados desde escuelas y
zonas con condiciones socioeconómicas, lingüísticas y culturales similares.
No es
posible mejorar la educación nacional si en ello no se involucran de manera
consciente y convencida los maestros y esta reforma está provocando su
participación decidida, pero en contra de la reforma. Si queremos tomar como
ejemplo lo mejor que se realiza en el campo de la educación a nivel
internacional y no los proyectos fallidos, deberíamos aprender que una de las bases
de la buena educación de Finlandia es el más alto reconocimiento social y
buenos salarios para los docentes de todos los niveles, y no su desprestigio
social, como se está haciendo en México.