Evaluar a
los maestros
LUCRECIA SANTIBAÑEZ
La evaluación
docente se perfila para ser uno de los principales temas de la reforma
educativa que iniciará su instrumentación
este año. Afortunadamente para México,
muchos otros países, entre ellos Estados Unidos, han
recorrido muchos kilómetros en ese camino. Aunque el
contexto es distinto, los estudios y evaluaciones de diversos programas de
evaluación docente en el vecino país
pueden informar los esfuerzos que haga México en el futuro.
Un resumen de los
casos más importantes de reformas en el tema de
evaluación docente en Estados Unidos acaba de
ser publicado por RAND (http://bit.ly/WzVVly).
La Figura 1 muestra
cómo diversos distritos escolares en Estados Unidos eligieron
una combinación de medidas de evaluación
docente que satisfaga las exigencias hechas por el colectivo docente
(representado por sindicatos locales en todos estos casos) y las autoridades.
Presento los factores de evaluación y pesos relativos de Carrera Magisterial
como comparación (consultar aquí:
http://bit.ly/14MISzc)
En el caso de México,
la evaluación también
es multi-dimensional pero completamente distinta. No se mide ganancia
educativa, por ejemplo, sino los resultados anuales de los alumnos en ENLACE.
No se hacen observaciones en el aula, sino que se incluyen medidas indirectas
de la práctica docente, como el examen de
preparación profesional y la participación
en cursos de actualización.
Figura 1. Diferentes
Sistemas de Evaluación Docente
Fuente para
programas de Estados Unidos: Steele, J., Hamilton, L. y Stecher, B. (2013) “Fair
Assessments. Distinctive Teacher Evaluation Programs Could Provide
Lessons for Others” RAND Review, Winter 2012-2013. Fuente para Carrera Magisterial:
Lineamientos Generales de Carrera Magisterial, 2011.
Una de las lecciones
que se resaltan en el reporte de RAND es la necesidad de contar con un sistema
integral de evaluación docente que incluya múltiples
medidas de la efectividad de los maestros.
¿Cuáles son estas medidas? El mes pasado,
La Fundación Bill and Melinda Gates reportó
los resultados de su estudio “Measures of Effective Teaching”
(medidas de docencia efectiva) (www.metproject.org) y concluyó
que hay evidencia suficiente para recomendar tres medidas de efectividad
docente que, cuando son utilizadas en conjunto, gozan de alta validez y
confiabilidad técnica. El estudio ha sonado mucho a
nivel mundial y recientemente fue discutido por PREAL.
Después
de estudiar a maestros y alumnos en diversos estados de la Unión
Americana durante tres años, el estudio comisionado por la
Fundación Gates recomendó
que los sistemas de evaluación docente incluyan: (1) medidas de la
ganancia en los aprendizajes de los alumnos (via resultados en pruebas
estandarizadas), (2) observaciones de la práctica
docente en el aula, y (3) opiniones de los alumnos sobre la instrucción
recibida (via encuestas de percepción).
El estudio concluyó
además que para ser válidas y justas, el cálculo
de ganancia educativa debe hacerse con varios años
de resultados para el mismo maestro (y no únicamente los resultados del año
de la evaluación); Los indicadores de práctica
docente en el aula deben incluir los resultados de observaciones de diversas
lecciones dadas por el maestro y ser realizadas por el director y por otros
observadores externos a la escuela; y los resultados en las encuestas deben
representar las percepciones de la mayoría de los alumnos del maestro y deben
utilizar rúbricas ya probadas que logren captar
las dimensiones relevantes del proceso de enseñanza-aprendizaje.
¿Podríamos
el día de hoy evaluar a los docentes como se describe
anteriormente en México? No.
Aunque tenemos
resultados de ENLACE desde el 2006 necesitaríamos
integrar esa base de datos con una que incluya las características
socio-económicas de los alumnos y sus escuelas.
Tendríamos también
que asegurarnos que los directores escolares cuentan con el entrenamiento
suficiente para realizar una adecuada observación
del aula, aún y cuando se utilicen rúbricas
bien conocidas como el Danielson Framework. Tendríamos
además que asegurarnos de que hubiera otros observadores externos
a la escuela (los ATPs?) que pudieran también
realizar esta labor. Por último, tendríamos
que contar con un sistema de información que capte toda esta información
y la reporte año con año
de forma que pueda ser utilizada para una amplio espectro de decisiones–
desde decisiones sobre actualización y desarrollo profesional continuo,
hasta estímulos y promoción.
¿Podríamos
ir tomando pasos para movernos en esa dirección
en el futuro? Ciertamente sí. Los estudios realizados tanto en México
como en otros países pueden ser el punto de partida para
avanzar por un camino que nos lleve a un sistema más
justo, válido y con beneficios para maestros y
alumnos. Por ejemplo, la SEP podría ir viendo con qué
información cuenta para implementar, al menos en
algunos estados o niveles educativos, un proyecto piloto de cálculo
de ganancia educativa.
Los datos que no están
disponibles podrían irse consiguiendo. Se podría
diseñar un proyecto piloto de observación
en el aula, siguiendo diversas rúbricas aceptadas a nivel mundial que
pudieran adaptarse al contexto mexicano. Hay en México
muchas universidades y facultades de educación
que podrían apoyar este esfuerzo. Se podría
iniciar un proyecto piloto para validar instrumentos de percepción
de los alumnos sobre sus maestros. Y sobre todo, se puede aprovechar la
experiencia de casi 20 años de Carrera Magisterial para saber qué
es más probable que suceda (y que no suceda) cuando hay una
reforma de este tipo. En México, afortunadamente, no se está
empezando desde cero. Aunque haya todavía un largo trecho por recorrer. lucrecia@rand.org
* Economista e
Investigadora en temas de Educación en RAND Corporation