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sobre la evaluación del MEIF
MANUEL
MARTÍNEZ MORALES
En
atención a los comentarios y críticas que he recibido en relación a mi
propuesta sobre la evaluación del Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF),
implantado en la Universidad Veracruzana (UV), considero pertinente precisar y
ampliar la misma.
Reitero
que es imprescindible llevar a cabo, sin dilación, una evaluación técnicamente
rigurosa, sistemática y multidimensional del MEIF, puesto que este modelo no es
un simple experimento didáctico, sino que su operación es de gran trascendencia
pues afecta la formación de vastas generaciones estudiantiles. Así que de su
impacto en la formación profesional de estas generaciones, positivo o
deficiente, dependerá el futuro de miles de jóvenes. Por ello es tan necesario
realizar esta evaluación a profundidad y con prontitud y, a mi juicio, la UV
cuenta con todos los elementos necesarios para ello.
Efectivamente,
como lo señalé, el estudio elemental que presenté en la entrega anterior está
basado en información muy limitada, los datos no constituyen una muestra
representativa de toda la universidad, por lo que los resultados no pueden
generalizarse. Pero de ese elemental análisis se concluye la factibilidad de
determinar -en una primera aproximación- sin mayor complicación el impacto que
sobre las trayectorias escolares ha tenido el MEIF, en las diferentes áreas,
regiones y carreras de la UV. La pregunta que me hago es: ¿Por qué razón, si la
UV dispone de los datos y recursos para llevar a cabo este análisis, no lo ha
realizado? Aseguro que, si se tiene la voluntad para ello, en pocas semanas se
tendrían resultados.
En lo que
se refiere a otras dimensiones a evaluar, tengo conocimiento de que se han
llevado a cabo diversos estudios los cuales, en mi opinión, son parciales y no
llevan a resultados concluyentes sobre el MEIF.
Por otro
lado, los problemas que ha presentado la operación del MEIF y que han sido
objeto de atención, debido principalmente a las quejas y protestas
estudiantiles, se centran en temas que, en mi perspectiva, pueden estudiarse y
determinar si tienen solución o no en el marco del modelo. Por ejemplo, una
queja recurrente de los alumnos se refiere a los “horarios quebrados”; es decir
que se le hace ir y venir a la Facultad durante el día entero, pues no les es
posible “compactar” las horas de su asistencia a clases. Para mí es claro que
esta situación afecta el desempeño de los estudiantes, pero más allá de los
dimes y diretes, no conozco que se haya realizado un estudio a fondo sobre el
problema para determinar si es un general o localizado, ni mucho menos ofrecer
soluciones efectivas al mismo.
Mi
impresión es que esta circunstancia -los horarios “quebrados”- se deriva de
que, previo a la implantación del MEIF, nunca se realizó un estudio de
factibilidad de la operación del modelo considerando la situación concreta de
la UV.
Me
explico con un ejemplo que conozco: Según las virtudes atribuidas al modelo, un
estudiante puede escoger materias optativas (creo les llaman “experiencias
educativas”), incluso en otra facultad distinta a donde cursa su carrera; por
ejemplo, un estudiante de la Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales (FCAS),
ubicada en uno de los extremos del Arco Sur, decide llevar un curso de
fotografía en la Facultad de Artes Plásticas, situada en el centro de la
ciudad. Obviamente el simple traslado de una instalación a otra le llevaría al
menos una hora. Igualmente, piense que a un estudiante de Filosofía que
quisiera llevar un curso de Matemáticas se le presenta igual problema.
También
es conocido que de acuerdo a la flexibilidad un estudiante podría terminar su
carrera en, digamos, seis semestres en lugar de los ocho “tradicionales” si
cursa un mayor número de materias por ciclo escolar, pero en la realidad dura y
concreta casi nunca encuentra materias que pueda cursar de esta manera, ya que
en muchas de las facultades -por las razones que se quieran- a pesar de que
formalmente han adoptado el MEIF, en realidad se siguen impartiendo los cursos
en semestres rígidos y “tradicionales”, y el sistema de créditos queda sólo en
el papel. Lo cual provoca que lo integral y flexible del modelo constituyan una
frustración para muchos que desearían concluir su carrera en menos tiempo o
cursar materias en otros espacios.
En mi
opinión, esto se deriva de que el MEIF se diseñó -para variar- obedeciendo
pautas de modelos que aplican otros países en circunstancias distintas, o siguiendo
recomendaciones abstractas y generales dictadas por la UNESCO, la OCDE, el
Banco Mundial o quién sabe cual otra agencia al servicio de los intereses del
capital corporativo.
Antes de
implementar el MEIF nunca se realizó un diagnóstico local y puntual, que
precisara las limitaciones y deficiencias del modelo tradicional en la realidad
local y concreta de la UV. Por ejemplo, no se consideró, ni siquiera en la
región Xalapa, la dispersión geográfica en la ciudad de las distintas
facultades, lo que en sí mismo ya es un impedimento a la integralidad y
flexibidad del modelo.
En
universidades extranjeras donde operan este tipo de modelos, las facultades (o
departamentos) se encuentran concentradas en un mismo campus, habiendo un
intervalo de diez minutos entre clase y clase que permite a un estudiante
trasladarse de un departamento a otro en ese lapso, ya sea caminando, en
bicicleta o en los autobuses que recorren el espacio. Además de que una misma
materia puede ofrecerse a grupos con horarios diferentes, todo lo cual facilita
la flexibilidad e integralidad… Otra realidad y, también, disponibilidad de una
mayor cantidad de recursos, no sólo económicos sino también organizacionales.
Siendo
partidario de la formación integral y flexible (en mis días de estudiante de
física, asistí de oyente -por iniciativa propia y de otros compañeros- a varios
cursos de citología y fisiología impartidos en la Facultad de Medicina, pues
nos interesaba la biofísica y pedíamos a maestros de nuestra facultad que nos
impartieran seminarios -sin crédito alguno- sobre temas que nos interesaban)
creo que la solución de fondo podría ser la departamentalización de la UV, pero
sin seguir moldes ajenos sino ajustados a nuestra realidad.
Independientemente
de estas consideraciones, insisto en que una evaluación del MEIF debe partir
del impacto que tienen estas dimensiones -junto con otras- en el
aprovechamiento escolar bien entendido, que no se reduzca solamente a las
calificaciones obtenidas en cada curso y más allá de las pruebas estandarizadas.
Creo que la “trayectoria escolar”, definida en el artículo anterior, es la
variable apropiada para el caso.
Si el
Foro Intrauniversitario al que se piensa convocar supera la discusión puramente
subjetiva y basa sus deliberaciones en propuestas bien fundamentadas, basadas
en análisis objetivos y concretos, entonces será la oportunidad ideal para
proponer una reforma académica de fondo que no se reduzca a decidir entre el
modelo “tradicional” y el MEIF. Seguro estoy que hay alternativas que pueden rendir
mejores resultados en beneficio de nuestros estudiantes y que del debate, bien
fundamentado y democrático, surgirán propuestas innovadoras.