viernes, 28 de junio de 2013

El profesor como núcleo social
La clave para lograr la calidad educativa en nuestro país es darle un lugar central al profesor dentro de esta ecuación social. El contexto político actual es alentador
Por Etty Estévez Nenninger*

Poco se ha hablado de cómo ayudar a que la reciente Reforma al artículo tercero constitucional cumpla su objetivo. En medio de un ambiente de disputa entre los actores involucrados, vale la pena hacer una reflexión crítica de lo que se puede lograr en el plano práctico. Mi propuesta no es sólo una idea, es ya una institución con aulas y escritorios. Un par de años antes de la reforma educativa y la detención de la ex lideresa del SNTE, diseñamos lo que pudiera ser el siguiente paso estratégico para lograr la calidad educativa en nuestro país. Les contaré la historia.

El secretario de Educación y Cultura del Estado de Sonora en turno me solicitó en 2011 formar un equipo de trabajo para diseñar el Centro Regional de Formación Docente e Investigación Educativa, institución con sede en Hermosillo, Sonora, e impacto en éste y otros cuatro estados del noroeste de México: Sinaloa, Chihuahua, Baja California y Baja California Sur. El antecedente del Centro era la Alianza por la Calidad de la Educación; a pesar del riesgo de que dicho proyecto cayera en prácticas institucionales viciadas, y a pesar de la visible demagogia que podía implicar un acuerdo fraguado por la ex lideresa del SNTE y el anterior gobierno federal, aceptamos con gusto la invitación por el interés de diseñar nuevas vías institucionales que impulsen un cambio significativo en el perfil de los profesores.

El Centro propone una forma de conducir el proceso de formación docente basada en conectar la educación con otros rubros sociales, generando una cultura institucional de trabajo conjunto para multiplicar esfuerzos y soluciones de los diferentes problemas educativos y sociales. Esta idea es consecuente con planteamientos básicos de la Pedagogía Crítica de Paulo Freire y la Pedagogía Progresista de John Dewey, los cuales buscan que el estudiante deje de ser un depositario de información, para convertirse en un ciudadano con capacidades críticas, dándole a la educación una tarea de cambio social. El sentido de estas propuestas ya estaba en las ideas de Rousseau en su Contrato Social, y se puede encontrar actualmente en el constructivismo educativo, en el enseñar a aprender y en algunas corrientes basadas en competencias. Dichos planteamientos son fundamento para la formación de un ciudadano participativo y para el desarrollo de una democracia; no es menos importante la formación de sus maestros.

Desde las ideas fundamentales de Freire y Dewey, se busca un estudiante con la habilidad de pensar críticamente sobre su situación educativa y reflexionar sobre las conexiones entre sus problemas individuales y su contexto social. Este enfoque debe extenderse a la formación de los profesores, a la manera en la que enseñan y participan en su contexto social, en el aula y sus comunidades. Ira Shor favorece un cambio de rol en el papel del estudiante, al pasar de objeto a sujeto activo y crítico. El Centro propone hacer lo mismo con los estudiantes de las normales. Esto empata con la idea de la educación de John Dewey y el papel protagónico del profesor como miembro de una comunidad, que asiste y guía al estudiante. Para lograrlo, es imperativo que los profesores tengan las herramientas científicas necesarias para manejar y canalizar la interacción con sus comunidades, no sólo en el aspecto curricular y del aula, sino en su papel como actores sociales.

El Centro del noroeste existe desde 2012. Fue creado con la  misión de innovar en la formación y actualización de profesores, probando un nuevo modelo formativo con apoyo sustancial en la investigación, otorgando al docente un estatus profesional universitario con alto nivel de calidad. Sus criterios académicos buscan el desarrollo de un “ethos universitario” de carácter intelectual, reflexivo y crítico. El modelo formativo es abierto y flexible, admite ajustes y modificaciones durante su aplicación; es experimental en un contexto organizacional diseñado a manera de laboratorio institucional.

En este proyecto es clave el enlace que se hace entre los maestros en servicio —que acuden a la institución para actualizarse o estudiar un posgrado— y las líneas de investigación de los académicos del Centro, quienes deberán ser investigadores de alto nivel y docentes reconocidos por su saber experto en áreas de conocimiento específico. El Centro propone dos líneas de investigación: la  educativa y la extraeducativa. La primera aborda problemas de índole escolar, así como factores externos que repercuten en lo escolar. El Centro tiene el encargo de investigar formalmente dichos temas para comprenderlos y encontrar soluciones traducibles a políticas educativas eficaces. La línea extraeducativa se refiere a problemas sociales que se originan fuera del espacio educativo pero se ven reflejados dentro del aula, concibiendo a la escuela como el núcleo comunitario donde se manifiestan diferentes problemáticas; su función principal es la identificación, diagnóstico y canalización institucional de problemas sociales. Será gracias al trabajo de recopilación de datos cualitativos en la labor diaria de los profesores, que las diferentes líneas de investigación serán nutridas para su desarrollo formal por parte de los académicos del Centro.

Creemos que la clave para lograr la calidad educativa en nuestro país es darle un lugar central al profesor dentro de esta ecuación social. También creemos que el contexto político actual es alentador. Las dudas que surgen a partir de la reciente reforma educativa pueden ser resueltas en gran parte con un proyecto de formación docente innovador. Esperamos que este proyecto no muera en el ciclo institucional de la discontinuidad o por su deficiente operación (existen ya varios avistamientos de que el sentido plasmado en el documento de creación del Centro pueda descarrilar, principalmente, por la elección de su planta docente y el desarrollo de sus planes de estudio). Estamos convencidos de que, con la voluntad política adecuada, se le podrá rescatar y sacarle el mejor provecho posible. Hace falta someterlo al estudio crítico de los investigadores, así como al dinamismo y accionar institucional. Es momento para el debate nacional profundo y serio en torno a nuestro futuro en política educativa.


*Doctora en Ciencias, miembro del Sin. Profesora-investigadora de la Universidad de Sonora.