lunes, 10 de junio de 2013

Sobre educación de vanguardia
Carlos Fazio

Para la Secretaría de Educación Pública (SEP), cada cambio de gobierno significa un nuevo comienzo. Con Enrique Peña no podía ser diferente. La imposición de la contrarreforma educativa es un problema político. La creación de un servicio profesional docente busca fijar los términos de ingreso, promoción y permanencia de los maestros sobre un esquema de medición y evaluación estrictamente técnico. Como parte central de un aparato de supervisión y vigilancia, la evaluación formalista, vertical y persecutoria de maestros quedó en manos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), como mecanismo de control centralizado y principal vía de injerencia del gobierno federal en la enseñanza.

Más allá de la retórica gubernamental, el aspecto medular de la contrarreforma es transformar el sistema educativo en una empresa privada según los lineamientos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde el control de los empleados (maestros) será con base en resultados, premios y castigos. ¿Qué significa evaluar a los maestros? ¿Se medirán sus habilidades cognitivas, sus conocimientos sobre los contenidos generales de los programas, lo que saben sobre pedagogía y sicología, su manejo de didáctica y metodología, su quehacer en el aula? ¿Qué parámetros habrá de considerar la evaluación y con qué finalidad? ¿Dónde quedaron los niños, actores principales del proceso de enseñanza-aprendizaje?

Como tendencia, la contrarreforma educativa parece encaminarse hacia el modelo de vanguardia del siglo XXI: el Sistema UNO del Grupo Santillana, integrante del Grupo Prisa, el corporativo privado con más poder en la industria de medios en español, dueña de periódicos, televisoras, editoriales de todo tipo (Aguilar, Alfaguara, Santillana, etcétera), empresas de entretenimiento y radiodifusoras en varios países y asociada en México con Televisa, en su sección de radiodifusoras.

Con eje en dos programas, el Sistema Educativo por Competencias (SE) y el Bicultural English Program (BE), UNO gestiona, además, la digitalización de la escuela, la formación permanente de toda la comunidad y la evaluación constante de sus acciones, y busca educar a los niños para ser ciudadanos integrales, competitivos y felices. En rigor, se trata de un modelo empresarial que establece una relación inicial de alianza económica con los dueños de las escuelas privadas, para convencer a los directivos, maestros y padres de familia de ser parte de un proyecto para soñadores que actúen; pero su objetivo final es la enseñanza pública.

La vanguardia consiste en digitalizar las aulas. Sólo que los padres son quienes pagan tal digitalización y una serie de servicios de evaluación para sus hijos y formación para ellos (padres), en un paquete con costos que se incrementa cada ciclo escolar: libros de texto integrados para las materias de lengua madre e inglés; renta anual de Ipads (Apple) compartidas en los grupos; evaluaciones estandarizadas con las empresas con quienes Sistema UNO se va asociando (Cambridge University en la certificación de inglés; Apple en digitalización; Avalia y Lexum en el proceso de evaluación; Discovery en ciencia y tecnología en Tv, y la Universidad de las Américas Puebla en capacitación). Además de congresos mediáticos masivos para directores y maestros, y talleres escuelas para padres, que giran alrededor de un idealismo mercantilista con eje en el sueño del cambio educativo, que obtura cualquier posibilidad de pensamiento propio.

Desde 2011, sin contar con una metodología de enseñanza, mapa curricular de contenidos o un programa de desarrollo de habilidades, la manipulación de la publicidad mediática generada por la editorial Santillana alrededor del Sistema UNO Internacional ha logrado que las políticas educativas en escuelas privadas de México, Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Guatemala, El Salvador y Honduras se den con base en parámetros empresariales homogeneizadores encubiertos, que omiten discutir el nuevo modelo de escuela y los paradigmas teórico-metodológicos y pedagógicos acordes a la situación específica de cada país.

Según el argentino Pablo Doberti, ex director de Santillana Venezuela y director general de Sistema UNO −quien junto con los mexicanos Ricardo Rubio y Leonardo Kourchenko (vicepresidente de información internacional de Noticieros Televisa) forman el cuadro de conferencistas magistrales−, tanto en México como en Brasil los modelos tradicionales de enseñanza fracasaron y el reto, hoy, está en enfrentar lo digital, el desarrollo de competencias y hacer ciudadanos globales (sic), ya que el problema es homogéneo en toda Latinoamérica.

Además de omitir las particularidades específicas y particulares a cada escuela, población, ciudad y país, la homogeneización implícita en el discurso vago y hueco de Doberti anula los procesos individuales que supone la construcción de conocimiento en las aulas. En particular, el hecho de que hacer propia una competencia genera heterogeneidad en el grupo escolar, ya que las condiciones y circunstancias propias de cada alumno afectará su nivel de adquisición de conocimiento.

Centrar el cambio en lo digital enfoca la solución hacia un lugar tramposo: lo digital dentro de un marco económico-empresarial utilizado como eslogan mercadotécnico compartido por un buen número de instituciones educativas privadas y padres de familia ávidos de escalar niveles sociales y culturales elitistas de primer mundo. Sólo que ese enfoque tecnológico −con eje en la superficialidad técnica del Ipad−, deja a un lado toda una dimensión ética, política, cultural y social de pobreza y exclusión generalizadas. ¿Qué función cumple el Ipad en el proceso de aprendizaje de los niños? ¿Dónde queda la posibilidad de representación, imaginación y juego simbólico en el prescolar? ¿Dónde, el papel del maestro como guía y conductor mediante la creación de situaciones didácticas y un largo etcétera?