CHOCOLATES PARA EL NOBEL
Manuel
Martínez Morales
Siempre despierta mi envidia quien recibe el Premio
Nobel de Física, así que cada año tengo que preguntarme: ¿Por qué no me lo
otorgan a mí que he realizado tantos maravillosos descubrimientos, como la
máquina cuántica del tiempo que me
permitió encontrarme con el finado Alan Turing? Lo merezco por haber sido capaz
de idear la clonación virtual, invento que –de llevarse a la práctica- revolucionará
la ciencia y la vida misma. Seguramente ha de ser porque estas proezas científicas han permanecido
siempre en un discreto rincón de mi imaginación.
La verdad es que mi envidia despierta no sólo por la nada
despreciable cantidad de dólares que acompaña a la distinción, sino sobre todo
porque he sido incapaz de alcanzar la disciplina, concentración y dedicación de
quienes obtienen el premio. Pues los logros científicos de estos notables
investigadores se alcanzan sólo después de una vida dedicada a la solución de
algún problema surgido en las fronteras del conocimiento.
Es
esto lo que verdaderamente envidio: el placer que se alcanza no cuando se llega
a la meta, sino el que produce el proceso de investigación en sí. Y a los
pobres e indolentes aprendices de científicos -no acreedores a los estímulos
del SNIF y mucho menos al Nobel- sólo nos es dado, en raras ocasiones, olfatear
de lejos ese placer (se dice que se liberan endorfinas cuando uno trabaja
concentradamente en un problema científico). Lo puedo confirmar a partir de mis
propias vivencias y de mi acercamiento con algunos gigantes de la ciencia,
quienes parecen vivir en un mundo distinto y placentero; son capaces de pasar
horas y días sin dormir y casi sin comer persiguiendo la solución del problema
que los apasiona.
Son muchas las habladurías que corren con respecto
a los premios Nobel: que si hay influencias políticas, que si sólo obtienen
quienes disponen de enormes recursos (presupuesto, laboratorios, personal de
apoyo, un buen aparato propagandístico, etcétera).
Será
el sereno, pero lo que yo sé es que obtener el Nobel no es “enchílame otra
gorda”. Por eso ando en busca de la fórmula aunque sea para acercarme un
poquito a la codiciada distinción y la respectiva lana que la acompaña.
Y,
fíjese usted amable lector, que creo que he dado con una alternativa que además
me place: comer chocolates. Pues, cuánto más chocolate consuma la población de
un país, más premios Nobel obtendrá, una indicación de que el cacao podría
aumentar la capacidad mental, según un estudio publicado en la prestigiosa
revista médica New England
Journal of Medicine fechada recientemente.
Dice
la nota que los flavonoides, poderosos antioxidantes presentes en los granos de
cacao, el té verde y el vino tinto, se ha demostrado que reducen el riesgo de
demencia y mejoran la función mental en los ancianos, dijo Franz Messerli, de
la Universidad de Columbia en Nueva York y autor de esta investigación.
"Dado
que el chocolate hipotéticamente puede mejorar la función cognitiva en los
individuos y por eso a la población en su conjunto, me preguntaba si podría
haber una correlación entre el consumo de cacao en un país y la capacidad
mental de su gente", dijo, con un toque de humor, el médico."Que yo
sepa, no hay datos disponibles que midan las funciones mentales de toda una
nación… Por lo tanto, es concebible que el número total de premios Nobel per
cápita pueda dar alguna medida de la función cognitiva general un país",
explicó Messerli.
Según
sus observaciones, hay una correlación significativa sorprendente entre el consumo
de chocolate per cápita y el número de premios Nobel por cada diez millones de
personas en un total de 23 países. Y Suiza encabeza tanto el número de premios
Nobel como la cantidad consumida de chocolate, dijo Messerli, quien precisó que
utilizó las estadísticas de consumo suministradas por diferentes fabricantes.
Mientras,
según los cálculos, con 6,4 kilos de chocolate consumidos por habitante por año
Suecia debería haber producido unos 14 premios Nobel, en realidad tiene 32,
señaló Messerli. Hay dos explicaciones posibles: "Que el comité Nobel de
Estocolmo favorezca a los suecos, o que los suecos sean particularmente
sensibles a los efectos del chocolate".
El
científico subrayó que estos datos se basan en el consumo promedio por país y
que la cantidad de chocolate consumida individualmente por los galardonados del
Nobel se desconoce, así como las dosis acumuladas de cacao necesarias para
aumentar las posibilidades de ganar un Nobel.
Entonces
seguiré consumiendo chocolate en todas sus formas –particularmente el pastel de
chocolate- con tranquilidad de conciencia y, si mi mujer intenta impedírmelo
bajo el pretexto del riesgo de diabetes, le responderé simplemente que está
ante un futuro premio Nobel.
Reflexionar
para comprender lo que se ve y lo que no se ve.