lunes, 22 de octubre de 2012


CHOCOLATES PARA EL NOBEL
Manuel Martínez Morales

Siempre  despierta mi envidia quien recibe el Premio Nobel de Física, así que cada año tengo que preguntarme: ¿Por qué no me lo otorgan a mí que he realizado tantos maravillosos descubrimientos, como la máquina  cuántica del tiempo que me permitió encontrarme con el finado Alan Turing? Lo merezco por haber sido capaz de idear la clonación virtual, invento que –de llevarse a la práctica- revolucionará la ciencia y la vida misma. Seguramente ha de ser porque  estas proezas científicas han permanecido siempre en un discreto rincón de mi imaginación.
            La verdad es que mi envidia despierta no sólo por la nada despreciable cantidad de dólares que acompaña a la distinción, sino sobre todo porque he sido incapaz de alcanzar la disciplina, concentración y dedicación de quienes obtienen el premio. Pues los logros científicos de estos notables investigadores se alcanzan sólo después de una vida dedicada a la solución de algún problema surgido en las fronteras del conocimiento.
Es esto lo que verdaderamente envidio: el placer que se alcanza no cuando se llega a la meta, sino el que produce el proceso de investigación en sí. Y a los pobres e indolentes aprendices de científicos -no acreedores a los estímulos del SNIF y mucho menos al Nobel- sólo nos es dado, en raras ocasiones, olfatear de lejos ese placer (se dice que se liberan endorfinas cuando uno trabaja concentradamente en un problema científico). Lo puedo confirmar a partir de mis propias vivencias y de mi acercamiento con algunos gigantes de la ciencia, quienes parecen vivir en un mundo distinto y placentero; son capaces de pasar horas y días sin dormir y casi sin comer persiguiendo la solución del problema que los apasiona.
Son  muchas las habladurías que corren con respecto a los premios Nobel: que si hay influencias políticas, que si sólo obtienen quienes disponen de enormes recursos (presupuesto, laboratorios, personal de apoyo, un buen aparato propagandístico, etcétera).
Será el sereno, pero lo que yo sé es que obtener el Nobel no es “enchílame otra gorda”. Por eso ando en busca de la fórmula aunque sea para acercarme un poquito a la codiciada distinción y la respectiva lana que la acompaña.
Y, fíjese usted amable lector, que creo que he dado con una alternativa que además me place: comer chocolates. Pues, cuánto más chocolate consuma la población de un país, más premios Nobel obtendrá, una indicación de que el cacao podría aumentar la capacidad mental, según un estudio publicado en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine fechada recientemente.
Dice la nota que los flavonoides, poderosos antioxidantes presentes en los granos de cacao, el té verde y el vino tinto, se ha demostrado que reducen el riesgo de demencia y mejoran la función mental en los ancianos, dijo Franz Messerli, de la Universidad de Columbia en Nueva York y autor de esta investigación.
"Dado que el chocolate hipotéticamente puede mejorar la función cognitiva en los individuos y por eso a la población en su conjunto, me preguntaba si podría haber una correlación entre el consumo de cacao en un país y la capacidad mental de su gente", dijo, con un toque de humor, el médico."Que yo sepa, no hay datos disponibles que midan las funciones mentales de toda una nación… Por lo tanto, es concebible que el número total de premios Nobel per cápita pueda dar alguna medida de la función cognitiva general un país", explicó Messerli.
Según sus observaciones, hay una correlación significativa sorprendente entre el consumo de chocolate per cápita y el número de premios Nobel por cada diez millones de personas en un total de 23 países. Y Suiza encabeza tanto el número de premios Nobel como la cantidad consumida de chocolate, dijo Messerli, quien precisó que utilizó las estadísticas de consumo suministradas por diferentes fabricantes.
Mientras, según los cálculos, con 6,4 kilos de chocolate consumidos por habitante por año Suecia debería haber producido unos 14 premios Nobel, en realidad tiene 32, señaló Messerli. Hay dos explicaciones posibles: "Que el comité Nobel de Estocolmo favorezca a los suecos, o que los suecos sean particularmente sensibles a los efectos del chocolate".
El científico subrayó que estos datos se basan en el consumo promedio por país y que la cantidad de chocolate consumida individualmente por los galardonados del Nobel se desconoce, así como las dosis acumuladas de cacao necesarias para aumentar las posibilidades de ganar un Nobel.
Entonces seguiré consumiendo chocolate en todas sus formas –particularmente el pastel de chocolate- con tranquilidad de conciencia y, si mi mujer intenta impedírmelo bajo el pretexto del riesgo de diabetes, le responderé simplemente que está ante un futuro premio Nobel.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.