Columna Acentos
Don
Domingo, fotógrafo orgullosamente normalista
Por Luis Gerardo Martínez García
“No poseo bienes económicos, pero sí muchos amigos”
afirma sonriente don Domingo; hombre de caminar lento que ya no convive con las
prisas, coexiste con los normalistas y una vieja cámara fotográfica; revive sus
recuerdos al ritmo de una mente prodigiosa… fotógrafo que sin formación escolar
universitaria tiene la sabiduría de la vida y se siente orgullosamente
normalista. En cada click se engancha con ese espíritu que atrapa la imagen
fotográfica de forma mágica, inexplicable e irrenunciable. El fotógrafo y la
imagen viven en comunión con el otro, ese otro que posiblemente se vea o quizás
no, pero que está ahí en esa pose fija o movida; el fotógrafo, la imagen y el
contexto se vuelven uno en ese reflejo que atrapa, de ahí que don Domingo, la
Escuela Normal e infinidad de generaciones de estudiantes se reencuentren cada
vez que se ven en persona o en papel.
El 4 de agosto de 1939 nació en la ciudad de Xalapa
Domingo Cruz López. Es el cuarto de seis hermanos. Estudió hasta tercer grado de primaria. Su
madre, doña Refugio López Olmos fue originaria de Paso de San Juan, Veracruz;
su padre, don Clemente Cruz Leal era de Teziutlán, Puebla. Cuando tenía nueve
años de edad don Domingo empezó a trabajar como mandadero en el Marcado
Jáuregui de esta misma ciudad capital. Después, cuando ya tenía once años
viajaba a la ciudad de Puebla de Los Ángeles, Puebla, a visitar a su señor
padre para trabajar como panadero. A los 13 años de edad, de regreso a la
ciudad de Xalapa empezó a trabajar en la Purificadora de Agua de la familia
Lajud (don José Lajud y dona Sara Nemen de Lajud; después trabajó en Súper Agua
Carbonell de don Cosme Carbonell, padre de Manuel Carbonell de la Oz.
Tenía 15 años de edad aproximadamente cuando
decidió emprender otras actividades y fue albañil, soldador y chofer. En 1957
don Domingo fue contratado por las Relojerías Cantú para trabajar como botarga,
en diciembre salía disfrazado de Santa Claus. A los 20 años la misma relojería
lo mandó a trabajar al bajío, primero como vendedor y luego como supervisor de
ruta a Morelia, Uruapan, Pátzcuaro y Celaya. Para ese entonces ya viajaba con
quien ya era su esposa, la señora Juliana Falfán (originaria de San José,
Tlacolulan, Ver.). Regresó a Xalapa, y la única vez que trabajó en gobierno del
Estado, fue como agente de tránsito, adscrito a Naranjos, al norte del estado
de Veracruz; sólo está dos años pero regresa a su lugar de origen. Fue entonces
cuando don Selerino Ismael Blanco, fotógrafo de oficio y compadre suyo, tuvo la
necesidad de ir a Tamalín, a visitar a su familia, dejando a don Domingo como
encargado del estudio y de la cámara fotográfica.
Era el año 1964 cuando don Domingo inicia su
trayectoria como fotógrafo. La primera cámara con la que trabajó era una Kodak
Rentina IIa, de rollo. Sus centros de trabajo eran las iglesias; tomaba la
foto, la revelaba y la vendía; el primer arzobispo de Veracruz, don Manuel Pío
López Estrada era quien le daba oportunidad de fotografiar en bautizos, bodas,
conformaciones y demás eventos religiosos. Fue en ese tiempo que conoció a los
fotógrafos don Humberto Frutis (dueño de Foto Frutis) y a don Rolando Rivera
(dueño de Foto México y del equipo de beisbol del mismo nombre).
Ya como fotógrafo de eventos sociales, supo de la
inauguración del nuevo edificio de la Escuela Normal Veracruzana, una magna
construcción en la periferia de la ciudad de Xalapa que inaugurarían el
presidente de la república, Adolfo López Mateos, el gobernador de Veracruz,
Fernando López Arias y el director general de Educación Popular, Ángel J.
Hermida Ruiz; instalaciones que en su totalidad habían sido construidas en diez
meses y se convertiría en icono del normalismo en América Latina. En esos mismos
meses se inauguraron la Editora de Gobierno del Estado (en la calle de
Clavijero, en el centro de Xalapa) y la clínica del Instituto Mexicano del
Seguro Social (en Lomas del Estadio); en los tres eventos se “coló” como
fotógrafo. Como ya era conocido en el medio, don Domingo apoyaba ocasionalmente a algunos reporteros: al
“Chato” Valle Pérez (Alarma), a Joaquín Romero, el hombre del clavel (Diario de
Xalapa) y a Filemón Arcos Ortiz (El Debate), entre otros.
Pero posterior a la inauguración de la Escuela
Normal Veracruzana siguió asistiendo a tomar fotos, aún sin haber eventos
especiales. Julio Zavalla era el fotógrafo que estaba permanentemente ahí. Fue
entonces que don Domingo se presentó a un evento muy especial, era el baile de
la generación Vikingos. Ese año, 1964, marcó su vida como fotógrafo en la ahora
Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen.” Dice don Domingo
“… en aquel entonces fotografié a las generaciones Aztecas, Quetzales y
Reforma. De ahí en adelante tengo fotos de todas; de muchos niños, jóvenes y
adultos que han visitado esta escuela. Y mis grandes satisfacciones en este
oficio son: haber llegado a Los Pinos donde despachaba Luis Echeverría Álvarez,
haber viajado a diferentes ciudades con los maestros y estudiantes normalistas
y tener muchos amigos y conocidos a lo largo de mi vida, [aprovecha para
mencionar sólo a algunos: Ángel J. Hermida Ruiz, Antolín Guzmán Salazar, Miguel
Vélez Arceo, José Acosta Lucero, Mateo Oliva, Guillermo Zúñiga Martínez,
Francisco Alfonso Avilés, Francisco Galván Rivera, Violeta Sordo Lagunes, María
Dolores Flores Morales, Teodoro Lavoignet Naveda, Atanasio García Durán,
Xóchitl Adela Osorio Martínez, Uriel Flores Aguayo, Hugo Vázquez Zárate,
Conrado Arenas, Luis Pozos, Miguel Ángel Rodríguez Peralta y Adolfo Ramírez
“Dominic”]; pero la más grande satisfacción que me queda es ver que a la gente
le guste mi trabajo, eso es lo que me hace más feliz.”
Habla con enorme satisfacción de las entrevistas
que le han hecho Jorge Lara de la Fraga, Manuel Munguía, Lenin Villegas y Juan
Antonio Nemi Dib. En la charla no olvida hablar de sus cinco hijos, el
odontólogo, el técnico en computación, la maestra, la madre de familia y el
fotógrafo (su hijo ya fallecido); también habla de sus siete nietos y su única
bisnieta. A sus 74 años, Don Domingo sigue capturando rostros y repartiendo
ilusiones (esas que logra un fotógrafo con esa humildad y gran corazón).
Extraña su cámara de rollo, pero su vista le exige ya usar la cámara digital.
Es amante de la fotografía blanco y negro. Culmina la charla expresando: “Soy
feliz así como estoy, y estaré en la Normal hasta que me sea posible. Me siento
orgullosamente normalista.”
sinrecreo@hotmail.com