viernes, 26 de octubre de 2012


Columna Acentos
Don Domingo, fotógrafo orgullosamente normalista
Por Luis Gerardo Martínez García


“No poseo bienes económicos, pero sí muchos amigos” afirma sonriente don Domingo; hombre de caminar lento que ya no convive con las prisas, coexiste con los normalistas y una vieja cámara fotográfica; revive sus recuerdos al ritmo de una mente prodigiosa… fotógrafo que sin formación escolar universitaria tiene la sabiduría de la vida y se siente orgullosamente normalista. En cada click se engancha con ese espíritu que atrapa la imagen fotográfica de forma mágica, inexplicable e irrenunciable. El fotógrafo y la imagen viven en comunión con el otro, ese otro que posiblemente se vea o quizás no, pero que está ahí en esa pose fija o movida; el fotógrafo, la imagen y el contexto se vuelven uno en ese reflejo que atrapa, de ahí que don Domingo, la Escuela Normal e infinidad de generaciones de estudiantes se reencuentren cada vez que se ven en persona o en papel.

El 4 de agosto de 1939 nació en la ciudad de Xalapa Domingo Cruz López. Es el cuarto de seis hermanos.  Estudió hasta tercer grado de primaria. Su madre, doña Refugio López Olmos fue originaria de Paso de San Juan, Veracruz; su padre, don Clemente Cruz Leal era de Teziutlán, Puebla. Cuando tenía nueve años de edad don Domingo empezó a trabajar como mandadero en el Marcado Jáuregui de esta misma ciudad capital. Después, cuando ya tenía once años viajaba a la ciudad de Puebla de Los Ángeles, Puebla, a visitar a su señor padre para trabajar como panadero. A los 13 años de edad, de regreso a la ciudad de Xalapa empezó a trabajar en la Purificadora de Agua de la familia Lajud (don José Lajud y dona Sara Nemen de Lajud; después trabajó en Súper Agua Carbonell de don Cosme Carbonell, padre de Manuel Carbonell de la Oz.

Tenía 15 años de edad aproximadamente cuando decidió emprender otras actividades y fue albañil, soldador y chofer. En 1957 don Domingo fue contratado por las Relojerías Cantú para trabajar como botarga, en diciembre salía disfrazado de Santa Claus. A los 20 años la misma relojería lo mandó a trabajar al bajío, primero como vendedor y luego como supervisor de ruta a Morelia, Uruapan, Pátzcuaro y Celaya. Para ese entonces ya viajaba con quien ya era su esposa, la señora Juliana Falfán (originaria de San José, Tlacolulan, Ver.). Regresó a Xalapa, y la única vez que trabajó en gobierno del Estado, fue como agente de tránsito, adscrito a Naranjos, al norte del estado de Veracruz; sólo está dos años pero regresa a su lugar de origen. Fue entonces cuando don Selerino Ismael Blanco, fotógrafo de oficio y compadre suyo, tuvo la necesidad de ir a Tamalín, a visitar a su familia, dejando a don Domingo como encargado del estudio y de la cámara fotográfica. 
 
Era el año 1964 cuando don Domingo inicia su trayectoria como fotógrafo. La primera cámara con la que trabajó era una Kodak Rentina IIa, de rollo. Sus centros de trabajo eran las iglesias; tomaba la foto, la revelaba y la vendía; el primer arzobispo de Veracruz, don Manuel Pío López Estrada era quien le daba oportunidad de fotografiar en bautizos, bodas, conformaciones y demás eventos religiosos. Fue en ese tiempo que conoció a los fotógrafos don Humberto Frutis (dueño de Foto Frutis) y a don Rolando Rivera (dueño de Foto México y del equipo de beisbol del mismo nombre).

Ya como fotógrafo de eventos sociales, supo de la inauguración del nuevo edificio de la Escuela Normal Veracruzana, una magna construcción en la periferia de la ciudad de Xalapa que inaugurarían el presidente de la república, Adolfo López Mateos, el gobernador de Veracruz, Fernando López Arias y el director general de Educación Popular, Ángel J. Hermida Ruiz; instalaciones que en su totalidad habían sido construidas en diez meses y se convertiría en icono del normalismo en América Latina. En esos mismos meses se inauguraron la Editora de Gobierno del Estado (en la calle de Clavijero, en el centro de Xalapa) y la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (en Lomas del Estadio); en los tres eventos se “coló” como fotógrafo. Como ya era conocido en el medio, don Domingo apoyaba  ocasionalmente a algunos reporteros: al “Chato” Valle Pérez (Alarma), a Joaquín Romero, el hombre del clavel (Diario de Xalapa) y a Filemón Arcos Ortiz (El Debate), entre otros.

Pero posterior a la inauguración de la Escuela Normal Veracruzana siguió asistiendo a tomar fotos, aún sin haber eventos especiales. Julio Zavalla era el fotógrafo que estaba permanentemente ahí. Fue entonces que don Domingo se presentó a un evento muy especial, era el baile de la generación Vikingos. Ese año, 1964, marcó su vida como fotógrafo en la ahora Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen.” Dice don Domingo “… en aquel entonces fotografié a las generaciones Aztecas, Quetzales y Reforma. De ahí en adelante tengo fotos de todas; de muchos niños, jóvenes y adultos que han visitado esta escuela. Y mis grandes satisfacciones en este oficio son: haber llegado a Los Pinos donde despachaba Luis Echeverría Álvarez, haber viajado a diferentes ciudades con los maestros y estudiantes normalistas y tener muchos amigos y conocidos a lo largo de mi vida, [aprovecha para mencionar sólo a algunos: Ángel J. Hermida Ruiz, Antolín Guzmán Salazar, Miguel Vélez Arceo, José Acosta Lucero, Mateo Oliva, Guillermo Zúñiga Martínez, Francisco Alfonso Avilés, Francisco Galván Rivera, Violeta Sordo Lagunes, María Dolores Flores Morales, Teodoro Lavoignet Naveda, Atanasio García Durán, Xóchitl Adela Osorio Martínez, Uriel Flores Aguayo, Hugo Vázquez Zárate, Conrado Arenas, Luis Pozos, Miguel Ángel Rodríguez Peralta y Adolfo Ramírez “Dominic”]; pero la más grande satisfacción que me queda es ver que a la gente le guste mi trabajo, eso es lo que me hace más feliz.”

Habla con enorme satisfacción de las entrevistas que le han hecho Jorge Lara de la Fraga, Manuel Munguía, Lenin Villegas y Juan Antonio Nemi Dib. En la charla no olvida hablar de sus cinco hijos, el odontólogo, el técnico en computación, la maestra, la madre de familia y el fotógrafo (su hijo ya fallecido); también habla de sus siete nietos y su única bisnieta. A sus 74 años, Don Domingo sigue capturando rostros y repartiendo ilusiones (esas que logra un fotógrafo con esa humildad y gran corazón). Extraña su cámara de rollo, pero su vista le exige ya usar la cámara digital. Es amante de la fotografía blanco y negro. Culmina la charla expresando: “Soy feliz así como estoy, y estaré en la Normal hasta que me sea posible. Me siento orgullosamente normalista.”  sinrecreo@hotmail.com