La
anarquía salarial en la educación / Otto Granados
Por Otto Granados
En los veinte años que lleva vigente el Acuerdo Nacional
para la Modernización de la Educación Básica y Normal, mediante el cual se
descentralizaron esos niveles, se ha reparado muy poco en los efectos
corrosivos que ha tenido en las finanzas estatales.
Por una parte, con la excepción del Distrito Federal, que
desde un principio se negó a recibir la administración de la educación básica,
una parte de los gobernadores han mostrado creciente inconformidad con los
costos que suponen financiar la educación en sus estados porque que les deja
poco margen para hacer otras cosas políticamente más “lucidoras” (como
vialidades o centros de convenciones, donde hay además una atractiva área de
oportunidad para la corrupción), porque juzgan inequitativo que unos estados
pongan mucho (hasta 45% de sus recursos propios) para pagarla y otros poco o
nada, y porque, dicho en buen castizo, les importa poco la educación.
Pero lo que graciosamente esconden los gobernadores, y ni
la SEP ni Hacienda ni el Presupuesto de Egresos de la Federación han impedido
esa práctica, es que casi todos ellos han caído alegremente en la trampa de la
“doble negociación” que consiste, simple y llanamente, en que cuando la SEP y
el SNTE han acordado los aumentos salariales y de prestaciones anuales, las
secciones magisteriales estatales inician una nueva negociación con los
gobiernos locales para obtener percepciones adicionales, en las cuales
usualmente salen ganando, y este último tramo va a cuenta de las propias
entidades.
Esto ha sido letal para las finanzas estatales porque ha
generado una enorme anarquía. Aun cuando es imposible disponer de la
información exacta de cuánto gana el personal docente y de apoyo en cada
estado, algunos cálculos indican que sus percepciones acumuladas anuales oscilan
ya entre 600 y 700 días de salario.
A nivel federal los incrementos salariales reales de los
maestros en años recientes han sido muy superiores casi a cualquier otro
gremio. En 1996, por ejemplo, obtuvieron 38.5% de aumento contra una inflación
de 27.7%; en 1999, 20% vs. 12.3%; en 2000, 15% vs. 8.9%, y en 2011, 6% vs 4.4%,
respectivamente, más 7.5% para rezonificación, más los ingresos derivados de la
carrera magisterial (ya casi generalizada) y más las prestaciones.
A lo anterior se suma lo que sacan a nivel estatal. Un
ejemplo: en Sonora los acuerdos con el gobierno local han permitido obtener,
adicionales, 25 días por compensación navideña, 5 días por ajuste de
calendario, 15 días del maestro, 5 días del bono de primavera, 15 días para el
personal de apoyo, 5 días por asignación de actividades para el personal de
apoyo, 12 días por organización de ciclo escolar para docentes de educación
básica y 3 para el personal de apoyo, entre otros conceptos.
Nadie está en contra de que los maestros ganen bien, si
ese gasto fuera eficiente, transparente, ordenado, justificado y, por encima de
todo, si México tuviera la mejor educación pública. Lo que, evidentemente, no
sucede. og1956@gmail.com