La
Educación y el Cuitlacoche
EDUARDO
ANDERE
Si todo
fuera lo que se supone que tiene que ser no tendríamos Cuitlacoche.
No
siempre tenemos una respuesta para todo. Quizá en educación nunca sepamos con
certeza las causas concretas y ubicuas relacionadas al aprendizaje. Quizá la
naturaleza humana y su cerebro sean tan complejos y aleatorios que nunca
descifremos su funcionamiento causal. Además, si el cerebro es complejo la
mente dice “quítate que ahí te voy”. ¿Es eso negativo? No, en absoluto.
Sin
meternos a la distinción académica entre centralización y descentralización
educativa, sino a las manifestaciones funcionales ostensibles, digamos,
centralización en la toma de decisiones, México tiene un modelo centralista de
educación; quizá de los más centralistas, centralizados y centralizadores del
mundo. ¿Cuál es la causa de la centralización? Ciertamente no descansa en
argumentos de política pública. Ambos modelos pueden ser empírica y
teóricamente exitosos o no. Sistemas educativos los hay, exitosos y no tan
exitosos; con un sabor u otro. Si medimos y comparamos a los modelos educativos
por su desempeño en pruebas estandarizadas tipo PISA, México es centralizado;
Chile, descentralizado; ambos son deficientes. El modelo educativo finlandés es
descentralizado, el de Singapur centralizado; ambos son altamente exitosos. Los
modelos educativos canadiense, australiano y estadounidense son
descentralizados; sin embargo, los primeros son de alto desempeño y el último
de desempeño mediocre. Entonces uno debe escudriñar en causas históricas,
políticas o culturales.
De acuerdo
con el trabajo seminal de Geerte Hofstade, en sus mediciones de cultura entre
las naciones, México es uno de los países del mundo, donde la distancia de
poder entre sus habitantes es mayor. México, en palabras de Hofstade, es un
país jerárquico (http://geert-hofstede.com/mexico.html). Y la educación no es
la excepción. Entonces, uno no se sorprende del modelo educativo mexicano.
El
centralismo también se manifiesta como paternalismo. Digamos que el eufemismo
por un centralismo de poder es paternalismo. Y paternalismo, a su vez, es un
subterfugio por lo que Howard Gardner llamaría prótesis del lóbulo frontal. En
otras palabras, padres sobreprotectores crían hijos inútiles.
Entonces,
cuando escucho expresiones como “las escuelas de México no están listas para
una autonomía real” o “los directivos no sabrían tomar decisiones que tienen
que ver con tecnología, operación, pedagogía y administración porque no están
preparados” no me sorprenden, pero tampoco me gustan. En consecuencia, “papá”
gobierno, que lo sabe todo, puede todo y financia todo, interviene
“paternalmente” para que las escuelas y sus directivos y colectivos sepan qué
hacer, cómo hacerlo y con qué hacerlo.
Un
pueblo de ignorantes—corre el argumento—no tiene la capacidad de discernir por
dónde ir. Mi contestación va en el sentido contrario. Si tan sólo porque
después de 90 años de paternalismo-centralismo (en los temas esenciales) con
soluciones imaginadas por un séquito de ilustres, ostentamos un sistema
educativo que sí se ha subido al tren de la cobertura (tardíamente) pero que ha
llegado tarde a la cita con la calidad.
Mi
respuesta también descansa sobre el argumento de que con frecuencia vale la
pena invertir en el desarrollo de la confianza, la responsabilidad y la
innovación. Aún en los casos que estos rasgos ocasionen resultados diferentes a
los buscados o esperados, o “echados a perder”. El mismo proceso de la
autonomía y capacidad de tomar decisiones propias (“empoderamiento”), fomenta
crecimiento. Por el contrario, un proceso solapado, protegido, encapsulado y
ordenado, en realidad no es crecimiento, es pantomima. Y la consecuencia es que
los protegidos no crecen, no maduran, no evolucionan. No se llega lejos si se
sabe adonde se va.
La
inversión en autonomía, personal e institucional, es el mecanismo más poderoso
para crecer. Un contraargumento es que las cosas se pueden echar a perder o que
las decisiones o innovaciones pueden ser dañinas o costosas. Bueno, eso nunca
lo sabemos a priori. Vale la pena el riesgo. Pero según Hofstade, para colmo de
males, somos una sociedad adversa al riesgo y a la incertidumbre.
Si así
fueran las cosas, que el riesgo a descomposición frenara nuestra acción, el
maíz nunca habría llegado a cuitlacoche. Un parásito negruzco de aspecto
desagradable, cuya sola vista ocasiona repulsión, tiene un valor en el mercado
muy superior al de su desafortunado anfitrión y un sabor en el paladar digno de
cocinas mexicanas, de abolengo y novel.
Con una
actitud cerrada hacia el crecimiento y el cambio innovador, inesperado e
imprevisible, la ciencia y el arte nunca evolucionarían. Echando a perder se aprende
y, a veces, “lo echado a perder” vale más, mucho más.
Así que
vale la pena invertir para descubrir, para innovar, para crear, para probar. No
podemos ordenarle a las personas que sean creativas: “sé creativo”; pero sí
podemos invertir en sistemas educativos, científicos y tecnológicos donde la
curiosidad sea un valor, donde el asombro sea un estímulo, donde el entusiasmo
por lo nuevo, lo diferente, lo distinto sea premiado; donde lo inesperado o
poco probable sea consecuencia de una fuerte inversión de educación, ciencia y
tecnología.
En
educación, en ciencia y en tecnología, no sólo el resultado es lo importante
sino el método para obtener el resultado. Con frecuencia, el resultado
inesperado es mucho más valioso que el buscado.
Los
sistemas más modernos de educación escolar incorporan en sus modelos de
evaluación de los educandos la forma en la que los pupilos avanzan en su
formación y aprendizaje, los métodos que utilizan, la lógica de sus avances y
descubrimientos, los intentos de nuevos intentos, es decir, los secretos del
proceso de aprendizaje.
Apenas
estamos en los albores de una ciencia del aprendizaje que nos ha hecho
transitar de una pedagogía de la enseñanza a una pedagogía del aprendizaje. En
la esencia de este cambio está la pasión por la innovación, por la autonomía,
por el trabajo cooperativo, que permitirá el desarrollo de muchos y nuevos
cuitlacoches. http://eduardoandere.org.mx