jueves, 8 de noviembre de 2012


El lugar de la cultura digital en la educación
JUDITH KALMAN

En días recientes han aparecido en la prensa y en páginas web, propuestas del equipo del presidente electo para la educación en el sexenio que está por iniciarse. Entre ellas se encuentran las menciones a cuando menos dos proyectos que se relacionan directamente con las tecnologías de información y comunicación (TIC): habilidades digitales para todos (HDT) y la dotación de laptops a los alumnos de quinto y sexto grados de primaria. Un tercer proyecto—una nueva reforma integral de la educación—seguramente también contempla algo de TIC, ya que en el periódico Reforma, se comentó que en la cumbre organizada por Compromiso Social por la Calidad de la Educación, “los expertos dejaron en claro que el futuro es digital… o no será”.

Es muy arriesgado (y muy ingenuo) pensar que los profesores y las comunidades escolares van a adaptar y a adoptar la tecnología de manera espontánea y a insertarla sin contratiempos en las actividades de aprendizaje. Para lograr una inserción atinada de las TIC en las aulas, necesitamos prever y anticipar, a través de la investigación básica, los caminos más viables para incorporar la cultura digital al aula. Lo que esto quiere decir es que más que usar la computadora para automatizar los ejercicios escolares profundamente arraigados en las aulas de México (copiar lo que dicen otros, relacionar columnas, resolver preguntas de opción múltiple, llenar espacios en textos incompletos, entre otros), las propuestas para el uso de las TIC tendrían que contemplar las propiedades de la computadora y la conectividad, ya que juntas posibilitan la colaboración y la comunicación, la representación dinámica, la riqueza expresiva de la multimodalidad, las opciones de diseño y las herramientas de análisis. Implicaría también comprender y utilizar las prácticas digitales para el intercambio de ideas, la búsqueda y almacenamiento de información, así como las opciones para su manejo, y su sistematización. Asimismo, sería también muy importante comprender los límites de algunos de sus usos. Una computadora por sí sola no examina ni interpreta la información—eso lo hace el ser humano, o programa a la computadora para que lo haga—pero sí ofrece herramientas interesantes que facilitan la representación de significados y conocimientos.

Usar a la computadora para la automatización de ejercicios (un uso reiterado en muchos “materiales educativos” en línea, incluyendo partes importantes de HDT) o como un simple vehículo para la entrega de textos y la recepción de tareas, o como un administrador de exámenes, es perder de vista justo aquellos aspectos que podrían ayudar a catalizar algunos de los importantes cambios que necesitamos en la educación. Son las opciones que propician la colaboración entre varios, la representación de conocimientos, el análisis de información, el diseño de productos culturales, la expresión de ideas y la reflexión acerca del mundo y sus eventos actuales, las que pueden sustentar experiencias de aprendizaje innovadoras que surjan de un entorno digital que sea integrador y dinámico. Algunos software para el aprendizaje de las matemáticas, por ejemplo, permiten experimentar con conceptos de maneras que antes no eran posibles, volviendo su aprendizaje un proceso que incluye la experimentación y la representación con movimiento; el uso de la computadora para redactar textos y crear documentos u otros productos como vídeos, infográficos o podcasts, facilita el proceso de composición y borra los límites entre la autoría y la edición creando oportunidades para el diseño, la representación de significados multimodales y su publicación en espacios sociales como YouTube o en un blog. Es indispensable diseñar situaciones de aprendizaje que aprovechen lo anterior e incorporen usos de las TIC que rebasen los límites de lo impreso. Si no lo hacemos así, ¿para qué gastar en tanto equipo y en tanta infraestructura para seguir pensando y haciendo lo mismo?

Pensar en términos de cultura digital y no solo en equipos cambiaría completamente nuestra conceptualización de los retos que enfrentamos. Implicaría quitar nuestra mirada de la operación de los equipos y ocuparnos de responder a la gran pregunta de cómo diseminar y arraigar las prácticas digitales en los diferentes actores educativos. Es decir, para que en la escuela los profesores y sus alumnos se apropien de la tecnología de una manera que les permita llegar a ser participes de las culturas digitales. Así mismo, requiere orientar nuestros esfuerzos y creatividad para diseñar una escuela en donde los niños y jóvenes desarrollen el conocimiento acerca de las prácticas digitales que toda persona con una educación básica requiere, prácticas como la lectura crítica de diversas fuentes digitales, la interpretación y producción de representaciones multimodales, el uso y comprensión de entornos interactivos, la comprensión y producción de graficas dinámicas, y la participación en medios sociales, sólo por mencionar algunas.

Para eso hay que construir propuestas didácticas y usos comunicativos de la tecnología que sean viables para las escuelas que tenemos, pero con un ojo hacia las escuelas que queremos. Esto implica necesariamente una redefinición de las prácticas docentes que no se resuelve, como hasta ahora ha pretendido la política educativa, con la sola incorporación de equipos de cómputo y conectividad en las escuelas.