Universidades
tecnológicas y politécnicas: posibilidades de desarrollo
PEDRO FLORES CRESPO
Con fecha del 11 de octubre, el Diario Oficial dio a
conocer algunas adecuaciones al Reglamento Interior de la Secretaría de
Educación Pública (SEP) que, entre otras cosas, establece la unión de la
coordinación de universidades tecnológicas con la de las politécnicas. ¿A qué
responde este cambio? Hasta donde pudo verse, no existe un boletín de la SEP o
de la Subsecretaría de Educación Superior (SES) que exponga los argumentos
técnicos y políticos para unir ambas unidades administrativas.
Se sabe, empero, que el modelo de universidades
politécnicas (UP) fue concebido dentro del seno de la Coordinación General de
Universidades Tecnológicas (CGUT). Quizás por ello, originalmente, se propuso
que ambos subsistemas de educación superior tecnológica podrían compartir la
misma unidad responsable, sin embargo, no fue así. La Coordinación de
Universidades Politécnicas (CUP) nació por su cuenta, con personal compartido
por la CGUT, pero sin una estructura legal propia. Esto seguramente dificultó
el manejo administrativo que se hacía más complejo a medida que se multiplicaba
el número de UP. Mientras en 2001 había sólo una UP, actualmente contamos con
49 de estas instituciones (oficialmente, 51). Al no tener una base
administrativa sólida y propia, se pone también en riesgo la viabilidad del
modelo educativo de las UP. Quizás por ello, la SES dio el paso hacia la fusión
de ambas unidades en lo que ahora se llamará, la Coordinación General de
Universidades Tecnológicas y Politécnicas (CGUTyP). Parece ser que entonces la
propuesta original se impuso.
Al revisar las atribuciones de la nueva coordinación, es
notable observar que no se trata solamente de sentar las bases para un adecuado
manejo administrativo y financiero de las UP, sino también de crear sinergias
institucionales entre ambos subsistemas (UT y UP). En el nuevo Reglamento se
habla de “[p]romover que las universidades tecnológicas y politécnicas formulen
programas integrales de fortalecimiento institucional que les permitan alcanzar
niveles superiores de desempeño”. Se enfatiza, además, la necesidad de
“coordinar” el funcionamiento y operación de ambos subsistemas y de “[a]poyar
las acciones de concertación que propicien el desarrollo y consolidación de las
universidades tecnológicas y politécnicas”.
Con estas nuevas disposiciones se abre, a mi juicio, una
valiosa oportunidad para que ambos subsistemas aprendan uno del otro y consoliden
sus fortalezas tales como el programa de estadías o la generación sistemática
de información e indicadores que otros subsistemas de educación tecnológica no
han desarrollado a pesar de haberse creado muchos años antes.
Asimismo, al tener una unidad administrativa única, los
dos subsistemas (UT y UP) podrían articularse mejor para hacer frente a sus
limitaciones tales como la necesidad de formar integralmente a los jóvenes o
hacer más eficiente el tránsito del nivel de Técnico Superior Universitario al
de ingeniería o licenciatura. Rebasar el enfoque vocacional y responder a las
aspiraciones razonadas de los jóvenes son dos puntos que cualquier cambio
organizacional tendría que tomar en cuenta. El hecho de crear o suprimir
unidades burocráticas debe beneficiar, en primera y última instancia, a los
jóvenes más que al funcionario, rector o grupo de interés que éste represente.
Esperamos que los nuevos cambios en el Reglamento Interno de la SEP caminen en
este sentido. Habrá que estar atentos.
Otro de los temas que también llama mucho la atención en
las nuevas disposiciones del Reglamento de la SEP es el del impulso a la
investigación. Se dice que habrá que “[f]omentar en las universidades
tecnológicas y politécnicas el desarrollo de actividades de vinculación e
investigación que fortalezcan la docencia y apoyen la articulación con los
sectores de producción de bienes y servicios”. Con ello, parece haber una idea
mucho más consistente de cómo una universidad puede tener un impacto amplio en
su entorno social y económico que el mero hecho de insertar profesionales en el
mercado laboral.
Si las UT y las UP unen esfuerzos científicos – cuestión
que cruza la incorporación y desarrollo de una planta de investigadores –,
identifican las necesidades sociales y económicas de las regiones en que se
asientan y articulan esfuerzos intelectuales no sólo para dar respuesta a
éstas, sino para transformarlas, un modelo distinto de educación superior
tecnológica podría estarse formando. Con un modelo educativo más integral, no
sólo se esperaría que las UT y UP preparen al personal para empleos
específicos, sino que también puedan hacer que los sujetos universitarios
produzcan parte del cambio social y la transformación que algunas regiones del
país realmente necesitan. La adaptación al contexto es una capacidad de la
universidad, como lo es también su transformación. ¿Avanzarán hacia allá las UT
y UP o seguirán ellas mismas limitando su potencial? Vamos a estar atentos de
estos cambios y ver cómo avanzan dentro del nuevo contexto político del país.
Seguramente, volveré al tema en los próximos números de Campus.
Postcriptum. Invito a todos los interesados en discutir
el futuro de la educación técnica y tecnológica en México y en América Latina
al seminario que se realizará en la Universidad Iberoamericana Ciudad de
México, el 27 de noviembre del presente de 10:00 a 14:00 horas. Se contará con
la participación de algunos funcionarios de la SEP y destacados especialistas
nacionales e internacionales. Para confirmar, escribir a: pedroa.flores@uia.mx Publicado
en Educación a debate.