La SEP y el martillo
MANUEL
GIL
¿A quién
se le ocurre que un martillo sirve para hacer cualquier cosa? Es versátil,
claro, aunque su empleo razonable tiene límites. Romper una alcancía, ser
pisapapeles o usarlo como instrumento de defensa son funciones que pueden
realizarse con buenos resultados sin ser las propias de su diseño. Pero, ¿es
conveniente usarlo para matar a un zancudo posado en el vidrio de una ventana?
¿Vale si se requiere cortar fino un pliego de papel? ¿Bajo la axila indicará la
temperatura? Los efectos de la acción de esta herramienta, fuera de su umbral
de utilidad, son desastrosos. No tiene asidero lógico afirmar que como ya
tenemos el martillo, y es de buena marca, hay que usarlo indiscriminadamente.
La SEP se
encuentra en una situación análoga. Cambiemos la imagen del martillo por el
examen de opción múltiple: 100 o 120 reactivos, cuatro o cinco opciones de
respuesta en cada uno, distractoras y falsas las más, sólo una verdadera. Así,
suponen sus expertos, queda evaluado, bien medido y valorado, lo que se quiera.
Este tipo de pruebas, si están bien hechas, funcionan, con sus asegunes, para
algunos propósitos: la distribución no discrecional de lugares escasos, por
ejemplo. Pensar que son el instrumento idóneo para evaluar, con independencia
de las características del proceso a atender, es un desatino. Usar este sistema
de medición para observar y valorar algo tan fino, con tantas aristas como es
la generación de ambientes de aprendizaje fértiles (es esa la labor de una
maestra o de un profesor, no dictar), equivale a confundir un hacha con el
bisturí. Si se utiliza, alarma que la máxima autoridad educativa opere sin
parar mientes en la complejidad inserta en el proceso educativo. Los profesores
no fabrican ladrillos, sino propiciando, o no, con su acción pedagógica, el más
complicado proceso educativo: aprender.
En la
evaluación a los profesores que intentó ser universal, los especialistas de la
SEP diseñaron reactivos para cuatro Unidades Diagnósticas: Lenguaje y
comunicación; pensamiento matemático; exploración del mundo natural y social, y
desarrollo personal y para la convivencia. ¿Se puede acceder al conocimiento de
las capacidades comunicativas de una profesora con su grupo a través de 20
preguntas estandarizadas? ¿Qué deja ver la opción múltiple sobre el pensamiento
matemático, más allá de si el profesor sabe hacer operaciones cuando lo que
importa es entender los conceptos lógicos que subyacen a todo cálculo? ¿Hay
quien sostenga que con este tipo de martillos se puede advertir lo que el
profesor sabe, o ignora, no como conocimiento propio, sino para explorar con
sus alumnos el mundo natural y social? Saber es necesario, no cabe duda, pero
saber generar condiciones de aprendizaje es lo crucial en el oficio. ¿Es
posible imaginar preguntas que permitan distinguir las posibilidades de
desarrollo personal y los elementos que se tienen para la convivencia? No lo
creo, o serán triviales.
Optaron
por el marro. Es un hecho. ¿Cómo clasificaron a los sustentantes? Cito: “El
Comité de calificación acordó un dictamen asociado a la Unidad de Diagnóstico
que mayor atención requiere, determinando un nivel de Prioridad que se definió
conforme al siguiente método: 1. Establecimiento de la línea de corte en el
percentil 20 del puntaje correspondiente, para cada Unidad de Diagnóstico –UD‐, considerando una dimensión de
población que las Autoridades Educativa Estatales y la Administración Federal
de los Servicios Educativos del Distrito Federal estuvieran en posibilidad de
atender de manera inmediata.” Más oscura la redacción, imposible. Ubicaron en
la Prioridad I, urgidos de atención, a los profesores con menos “buenas” si
cabían en los Trayectos Formativos disponibles en este ciclo escolar; y en
Prioridad II, sin prisa, a los que superaban la línea de corte, no por
sobrevivir al martillazo, sino por carecer de lugar para incluirlos. Tienen
chance hasta el 2015. Cuestión de cupo.
La SEP no
aporta a la sociedad un informe serio sobre el potencial del magisterio que
asistió al examen y sus carencias. Tampoco a los maestros. No guiará bien las
pistas de mejora. Para ello, el martillo no sirve. Otra tarea mal hecha.
Profesor-investigador
de El Colegio de México.