jueves, 8 de noviembre de 2012


¿Por qué el escándalo del Premio FIL nos debe preocupar a todos?
ARIADNA ACEVEDO

¿Por qué el escándalo del Premio FIL nos debe preocupar a todos los profesores? (*)

Con tanta noticia preocupante como las que podemos leer en Educación a Debate, los educadores no siempre tenemos tiempo para reparar en premios literarios pero este año no hay excusa que valga. El Jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012 decidió entregar el galardón al escritor Alfredo Bryce Echenique. De acuerdo con sus propias bases, el Premio se otorga “como reconocimiento al conjunto de una obra de creación en cualquier género literario” y ocurre que la obra del Sr. Bryce Echenique incluye, además de excelente ficción, varios plagios. El autor fue encontrado culpable de plagio de 16 ensayos y sancionado por las autoridades peruanas correspondientes (el INDECOPI). Si bien el multado ha recurrido al poder judicial pare revertir el fallo, no ha tenido éxito hasta ahora.

Durante las últimas semanas, escritores y académicos externamos nuestra inconformidad con el hecho de que se otorgara un galardón, financiado principalmente con fondos públicos, a una escritor culpable de hacer pasar las palabras (y párrafos y páginas enteras) de otros como suyas. El Jurado del Premio y sus seguidores nos tacharon de moralistas y hasta de violentos, pero la Comisión de Premiación debió haber estado preocupada puesto que si bien no quisieron revertir el fallo del Jurado (inapelable de acuerdo con las bases), decidieron cambiar la modalidad de entrega del Premio. En lugar de hacerlo el día de la inauguración de la Feria en Guadalajara, se lo entregaron al Sr. Bryce en su domicilio en Lima el pasado 25 de octubre. No abundaré en lo extraño de la solución, que avergüenza a la FIL, a las instituciones públicas involucradas en el Premio, al Jurado y hasta al propio novelista. Me interesa más bien señalar la importancia de este penoso episodio para reflexionar sobre la educación superior y la investigación en México.

Me parece que no es casual que, entre quienes levantamos la voz, hayamos estado una docena de académicos que no nos dedicamos a la literatura y que sin embargo vimos que se estaba haciendo un daño mayúsculo a la vida cultural de la que todos somos parte. Todas las instituciones de educación superior penalizan el plagio. Los profesores nos empeñamos en que nuestros estudiantes tengan claro que hasta tomar apuntes antes de empezar a redactar un trabajo, o un avance de tesis, debe ser un proceso muy cuidadoso para evitar el plagio involuntario. En cualquier nivel del sistema educativo copiar en un examen, como todos sabemos, no es ético. Pero ahora resulta que unos críticos y escritores suficientemente reconocidos como para fomar parte de un jurado deciden otorgar uno de los premios literarios más importantes de nuestro país a un plagiario. El Jurado no dijo exactamente plagia y serás premiado, su argumento fue ligeramente más sofisticado: si eres un magnífico novelista tienes derecho a plagiar a autores menos conocidos que tú, a cobrar por los artículos copiados y a recibir el Premio FIL. El talento justifica el robo a tus inferiores. Ni los políticos más corruptos lo hubieran dicho mejor. Entre los representates de instituciones públicas involucrados en el Premio, algunos tomaron distancia respecto a la decisión del Jurado, pero nadie se decidió a detener esta defensa pública del plagio como acto permisible.

Además de que estudiantes y maestros somos todos escritores, hay una segunda razón por la cual a los profesores-investigadores nos concierne este triste asunto. Si bien la academia no tiene tantas alfombras rojas y reflectores como el mundo literario, ambos compartimos una presión muy particular: publicar o perecer. Los escritores de cierta talla para no quedar en el olvido después de una o varias novelas laureadas y para satisfacer a los consorcios editoriales; los académicos porque en ello nos va el puesto o buena parte del sueldo, a través de las evaluaciones de productividad. Y ahí es a dónde quería llegar. No me parece que Bryce y el Jurado del Premio FIL hayan defendido el plagio como una actividad placentera o legítima: Bryce sigue negando haberlo cometido a pesar de toda la evidencia jurídica y la palabra de muchos agraviados, mientras que el Jurado no lo niega pero tampoco lo defiende. Quisiera entender qué pasa por sus mentes y no puedo creer que sean sólo intereses sórdidos, me parece que en el fondo, lo que piensan todos ellos, es que el plagio es comprensible y justificable, pecata minuta, porque vivimos en un mundo exigente que demanda una productividad sin límite. En el mercado de las ideas, hay que crear las propias pero, caray, si uno ya produjo tanto propio y lo inundan las invitaciones a escribir, o nunca parece alcanzar el número de puntos necesario para recibir el sobresueldo ¿qué tendrá de malo tomar una cosa aquí y otra allá? Lo más triste de este pensamiento es que, incapaz de cuestionarla, se rinde a la productividad.

Ante esta situación me parece que caben al menos dos estrategias de resistencia. Necesitamos luchar por transformar las condiciones de producción y evaluación de las ideas y pensar nuevas maneras para permitir que los escritores, ya sean artistas o académicos, podamos crear y producir textos propios y que merezcan la pena. La segunda estrategia es meramente de supervivencia con dignidad. Hay que saber decir que no. Bryce, como muchos, seguramente se ha visto rebasado por innumerables solicitudes de colaboración de periódicos y revistas pero si no tenía en ese momento ideas o tiempo pudo haber dicho que no. Tan sencillo. El Premio FIL de Literatura se llamaba antiguamente Juan Rulfo. Este año el Jurado y la Comisión de Premiación parecen haberle dado, de manera contundente, la razón a la familia Rulfo que decidió retirar el nombre hace unos años. Por el manejo de sus organizadores y el Jurado, no es un premio digno del escritor talentoso que prefirió guardar silencio, desechar los manuscritos que no le satisfacían y dedicarse a otros oficios igualmente dignos, antes que producir textos a lo tonto o, mucho peor, producir plagios. Más vale el silencio del páramo.

(*) Puede encontrarse una útil compilación del debate sobre el Premio FIL 2012 en http://premiofil2012.blogspot.mx/

Ariadna Acevedo Rodrigo.
Investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del Cinvestav
Twitter: @ariadna_acevedo