¿Por qué el escándalo del Premio FIL nos debe preocupar a todos?
ARIADNA ACEVEDO
¿Por qué el escándalo del Premio FIL nos debe
preocupar a todos los profesores? (*)
Con tanta noticia preocupante como las que podemos
leer en Educación a Debate, los educadores no siempre tenemos tiempo para
reparar en premios literarios pero este año no hay excusa que valga. El Jurado
del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012 decidió entregar el
galardón al escritor Alfredo Bryce Echenique. De acuerdo con sus propias bases,
el Premio se otorga “como reconocimiento al conjunto de una obra de creación en
cualquier género literario” y ocurre que la obra del Sr. Bryce Echenique
incluye, además de excelente ficción, varios plagios. El autor fue encontrado
culpable de plagio de 16 ensayos y sancionado por las autoridades peruanas
correspondientes (el INDECOPI). Si bien el multado ha recurrido al poder
judicial pare revertir el fallo, no ha tenido éxito hasta ahora.
Durante las últimas semanas, escritores y
académicos externamos nuestra inconformidad con el hecho de que se otorgara un
galardón, financiado principalmente con fondos públicos, a una escritor
culpable de hacer pasar las palabras (y párrafos y páginas enteras) de otros
como suyas. El Jurado del Premio y sus seguidores nos tacharon de moralistas y
hasta de violentos, pero la Comisión de Premiación debió haber estado
preocupada puesto que si bien no quisieron revertir el fallo del Jurado
(inapelable de acuerdo con las bases), decidieron cambiar la modalidad de
entrega del Premio. En lugar de hacerlo el día de la inauguración de la Feria
en Guadalajara, se lo entregaron al Sr. Bryce en su domicilio en Lima el pasado
25 de octubre. No abundaré en lo extraño de la solución, que avergüenza a la
FIL, a las instituciones públicas involucradas en el Premio, al Jurado y hasta
al propio novelista. Me interesa más bien señalar la importancia de este penoso
episodio para reflexionar sobre la educación superior y la investigación en
México.
Me parece que no es casual que, entre quienes
levantamos la voz, hayamos estado una docena de académicos que no nos dedicamos
a la literatura y que sin embargo vimos que se estaba haciendo un daño
mayúsculo a la vida cultural de la que todos somos parte. Todas las
instituciones de educación superior penalizan el plagio. Los profesores nos
empeñamos en que nuestros estudiantes tengan claro que hasta tomar apuntes
antes de empezar a redactar un trabajo, o un avance de tesis, debe ser un
proceso muy cuidadoso para evitar el plagio involuntario. En cualquier nivel
del sistema educativo copiar en un examen, como todos sabemos, no es ético.
Pero ahora resulta que unos críticos y escritores suficientemente reconocidos
como para fomar parte de un jurado deciden otorgar uno de los premios
literarios más importantes de nuestro país a un plagiario. El Jurado no dijo
exactamente plagia y serás premiado, su argumento fue ligeramente más
sofisticado: si eres un magnífico novelista tienes derecho a plagiar a autores
menos conocidos que tú, a cobrar por los artículos copiados y a recibir el
Premio FIL. El talento justifica el robo a tus inferiores. Ni los políticos más
corruptos lo hubieran dicho mejor. Entre los representates de instituciones
públicas involucrados en el Premio, algunos tomaron distancia respecto a la
decisión del Jurado, pero nadie se decidió a detener esta defensa pública del
plagio como acto permisible.
Además de que estudiantes y maestros somos
todos escritores, hay una segunda razón por la cual a los
profesores-investigadores nos concierne este triste asunto. Si bien la academia
no tiene tantas alfombras rojas y reflectores como el mundo literario, ambos
compartimos una presión muy particular: publicar o perecer. Los escritores de
cierta talla para no quedar en el olvido después de una o varias novelas
laureadas y para satisfacer a los consorcios editoriales; los académicos porque
en ello nos va el puesto o buena parte del sueldo, a través de las evaluaciones
de productividad. Y ahí es a dónde quería llegar. No me parece que Bryce y el
Jurado del Premio FIL hayan defendido el plagio como una actividad placentera o
legítima: Bryce sigue negando haberlo cometido a pesar de toda la evidencia
jurídica y la palabra de muchos agraviados, mientras que el Jurado no lo niega
pero tampoco lo defiende. Quisiera entender qué pasa por sus mentes y no puedo
creer que sean sólo intereses sórdidos, me parece que en el fondo, lo que
piensan todos ellos, es que el plagio es comprensible y justificable, pecata minuta,
porque vivimos en un mundo exigente que demanda una productividad sin límite.
En el mercado de las ideas, hay que crear las propias pero, caray, si uno ya
produjo tanto propio y lo inundan las invitaciones a escribir, o nunca parece
alcanzar el número de puntos necesario para recibir el sobresueldo ¿qué tendrá
de malo tomar una cosa aquí y otra allá? Lo más triste de este pensamiento es
que, incapaz de cuestionarla, se rinde a la productividad.
Ante esta situación me parece que caben al
menos dos estrategias de resistencia. Necesitamos luchar por transformar las
condiciones de producción y evaluación de las ideas y pensar nuevas maneras
para permitir que los escritores, ya sean artistas o académicos, podamos crear
y producir textos propios y que merezcan la pena. La segunda estrategia es
meramente de supervivencia con dignidad. Hay que saber decir que no. Bryce,
como muchos, seguramente se ha visto rebasado por innumerables solicitudes de
colaboración de periódicos y revistas pero si no tenía en ese momento ideas o
tiempo pudo haber dicho que no. Tan sencillo. El Premio FIL de Literatura se
llamaba antiguamente Juan Rulfo. Este año el Jurado y la Comisión de Premiación
parecen haberle dado, de manera contundente, la razón a la familia Rulfo que
decidió retirar el nombre hace unos años. Por el manejo de sus organizadores y
el Jurado, no es un premio digno del escritor talentoso que prefirió guardar
silencio, desechar los manuscritos que no le satisfacían y dedicarse a otros
oficios igualmente dignos, antes que producir textos a lo tonto o, mucho peor,
producir plagios. Más vale el silencio del páramo.
(*) Puede encontrarse una útil compilación
del debate sobre el Premio FIL 2012 en http://premiofil2012.blogspot.mx/
Ariadna Acevedo Rodrigo.
Investigadora del Departamento de
Investigaciones Educativas (DIE) del Cinvestav
Twitter: @ariadna_acevedo