Cero en aritmética, cero en conducta
Adolfo Gilly
Nos hace falta en verdad una reforma educativa que
debería comenzar por el secretario de Educación, Emilio Chuayffet, y seguir por
otros destacados funcionarios del Poder Ejecutivo de cuyo nombre no quiero
acordarme. Me explico.
Dos notas aparecen en La Jornada de ayer, martes 24 de
septiembre, páginas 10 y 38 (del reportero Emir Olivares), dando cuenta de la
situación creada por los meteoros Manuel e Ingrid en las instalaciones de las
escuelas primarias en diez estados de la República.
Según declaró el secretario, hay 43 mil escuelas
afectadas por dichos meteoros en diez estados del país, informa la primera nota
(p. 10), de las cuales quinientas están destruidas (y la cifra no es
definitiva). Ahora bien, agrega, no olvidemos que en el territorio nacional
existen 225 mil escuelas.
No, no lo olvidemos. Pero hagamos cuentas y veremos que
43 mil escuelas dañadas representan, entonces, un 20 por ciento aproximado de
este total. En otros términos, una escuela de cada cinco existentes en el
territorio nacional ha sufrido esos daños, según el secretario. Una catástrofe.
Ahora bien, éste que el secretario nos presenta es un
recuento de los daños en los diez estados tocados por los meteoros, en los
cuales, según los censos, vive 31 por ciento de la población total de la
nación. Si esto es así, resulta legítimo suponer que en ellos se ubica también
una proporción equivalente de escuelas, alrededor de ese 31 por ciento.
Entonces, a estar a las cifras del secretario de
Educación, en esos diez estados damnificados, Manuel e Ingrid afectaron a más
de 60 por ciento de las escuelas. Si lo mismo hubiera sucedido con las
viviendas –más de la mitad severamente dañada– la magnitud del desastre habría
sido descomunal. No sucedió así. Pero, según el secretario de Educación, en las
instalaciones escolares así fue. Querría decir, aunque el secretario no lo
advierta, que los edificios de nuestras escuelas primarias son de una
fragilidad aterradora.
Los números locos del secretario de Educación nos dicen
tres cosas: un diagnóstico propio del estado de deterioro y abandono de las
escuelas primarias de la nación; un estado de indiferencia del secretario, que
nos lanza aquellas cifras sin medir su significado; un estado de incompetencia
del propio secretario, que no sabe de qué está hablando ni comprende el sentido
y el alcance de las cifras que nos presenta.
* * *
Pero esto no es todo. En la segunda nota (p. 38) la SEP,
siempre a través del secretario Emilio Chuayffet, anuncia que, junto con el
Inegi, se dispone a realizar un Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de
Educación Básica y Especial. Excelente.
Pero entonces, el secretario de Educación Pública nos
está diciendo que su secretaría, la benemérita SEP, no sabe a esta altura
cuántas escuelas hay en el país, cuántos maestros, cuántos alumnos. Y por eso,
ya lanzada y aprobada al vapor la malhadada reforma educativa, va a realizar un
censo para ver cuántas escuelas son y cómo está la cosa, porque hasta ahora no
tiene mucha idea.
Por eso, en ese mismo día, el secretario nos informa que
ha dado encargo al Inegi para visitar 203 mil 469 escuelas. Ahora bien: el
mismo funcionario nos acababa de decir (p.10) que contamos con 225 mil escuelas
en el territorio nacional. ¿En qué quedamos por fin? Había 225 mil escuelas en
la primera declaración y ahora resulta que el Inegi sólo incluirá unas 203 mil
en su hipotético censo.
Entre una declaración y otra, faltan más de 20 mil
escuelas. ¿Vinieron los ciclones y las alevantaron? ¿El secretario tiene dos
fuentes informativas diferentes en su secretaría? ¿Será siempre válida aquella
tan sencilla y legítima explicación, cuando el retiro de su firma de los
Acuerdos de San Andrés?
Sea como fuere, el secretario promete investigar y
enmendarse con el anunciado censo: éste será el inicio, dice, de un sistema de
información y gestión que nos permita concentrar los datos necesarios para
planear, administrar y evaluar la educación. ¡Qué bien! ¿Pero no habría sido
más prudente empezar por allí y contar con esos datos necesarios –qué digo:
¡indispensables!– antes de lanzar al vapor la reforma educativa?
Puede ir el secretario al Monumento a la Revolución y
abundarán allí maestros, de los de a deveras, que quieran explicarle estas
cosas tan sencillas. Aunque, a decir verdad, también arriesga que lo evalúen y
se gane un cero en aritmética y, por añadidura, un cero en conducta.
* * *
Ahora bien: no tardó la propia Secretaría de Educación
Pública en corregir la plana a su secretario, acto insólito dentro de las
severas jerarquías institucionales que nos gobiernan. Ayer, 24 de septiembre,
emitió el siguiente comunicado que reproducimos a la letra:
“En relación a la información dada a conocer ayer por el
Secretario de Educación Pública durante la reunión de prensa sobre el Censo
Nacional de Escuelas, la dependencia actualiza los siguientes datos:
1. 43 mil planteles en 17 entidades federativas, tuvieron
que suspender clases por los fenómenos meteorológicos de la semana pasada.
2. Las escuelas que sufrieron daños son hasta ahora 2 mil
150: 10 con daños leves; 2 mil 124 con un daño medio y 16 altamente afectadas.
Estas 16 escuelas sufrieron colapso o deslizamiento, o
están en alto riesgo, por lo que deben ser reubicadas o reconstruidas y se
localizan: seis en Guerrero, cuatro en Oaxaca, cuatro en Morelos y dos en
Hidalgo.
3. El daño medio consiste en derrumbe de bardas, pérdida
de equipo y mobiliario.
El daño leve únicamente implica inundaciones.
La inmensa mayoría de las escuelas está trabajando. Hay
algunos sitios en donde todavía esta semana se realizan trabajos para el
desazolve.
Las autoridades federales y locales trabajan en
colaboración, para restituir la normalidad escolar que prevalecía en los 2 mil
150 planteles dañados.”
* * *
¿Así andarán también las cosas y las cifras para la
anunciada reforma energética?