La novena ola magisterial
Luis Hernández
Navarro
Nos tardamos 16 años
en despertar, pero al fin lo hicimos, dice un maestro de Campeche. Y vaya que
lo hicieron. La protesta magisterial contra la reforma educativa en la entidad
prendió como cerillazo en campo seco. En unos cuantos días más de 6 mil
maestros incendiaron el estado.
Pero que los mentores
campechanos dejaran de estar adormilados le supo a pesadilla al gobernador
Fernando Ortega Bernés. El 11 de septiembre mandó a la policía preventiva y a
la policía general judicial a dispersar con golpes y gases una concentración de
profesores que clamaban: ¡Diálogo/diálogo! y ¡Somos docentes/no delincuentes!
Desde comienzos de
septiembre, un poco más abajo, sobre el mismo Golfo de México pero en el estado
de Veracruz, decenas de miles de maestros suspendieron labores, ocuparon plazas
públicas, tomaron las instalaciones de la presa Yuribia y amenazaron con
destituir a sus dirigentes sindicales. Porque la lucha contra la reforma educativa
se ha transformado en ese estado y en muchos otros, en una movilización por
depurar y recuperar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE).
Una oradora en un
mitin en la Plaza de la Soberanía, donde se juntan Boca del Río y Veracruz, lo
advirtió: “No podemos tapar el sol con un dedo, nos vendieron (…). Tenemos que
echar abajo la estructura charra” –dijo–, mientras los maestros coreaban ¡Fuera
Callejas!, en referencia a Juan Nicolás Callejas Arroyo, el cacique sindical
local durante los últimos 30 años
Los ánimos están
exaltados. Apenas el pasado 21 de septiembre, en la ciudad de Córdoba,
profesores pertenecientes al Movimiento Magisterial sorprendieron a sus
dirigentes de la sección 32 del SNTE en una reunión en la que planeaban cómo
romper el paro laboral. Los docentes se llevaron a los líderes a pasear con
ellos por las principales calles de la ciudad, hasta llegar al parque 21 de
Mayo, ocupado por sus compañeros. Aquí están los que nos vendieron con el PRI,
denunciaron a lo largo del trayecto. Finalmente, los invitaron a firmar un
documento en el que aceptan no tomar represalias contra los paristas y convocan
a la suspensión indefinida de labores.
Encarrerados, este
lunes los profesores del estado tomaron las oficinas de la sección 32 para
destituir a Juan Nicolás Callejas.
Campeche, Veracruz,
pero también Zacatecas, Baja California Sur, Jalisco o Aguascalientes (entre la
casi totalidad de estados en el país), muestran que, lejos de desinflarse con
el desalojo policial del campamento nacional del Zócalo, el movimiento
magisterial se acerca a su novena ola. Centenares de miles de maestros
protagonizan una verdadera insurgencia sindical, y se preparan para la
resistencia y la desobediencia civil pacífica. Los más conscientes se disponen,
además, a entrelazar su lucha con la de otros sectores en contra de la reforma
energética.
Según la teoría de la
novena ola, ésta suele ser la que culmina la tormenta, la más fuerte, la más
alta, la más intensa de todas. La novena ola es el nombre del más celebre
cuadro del pintor ruso Iván Aivazovsky, en el que representa el mar al culminar
la tormenta de noche y a unos náufragos tratando de salvarse. Es, también, una
novela de Ilyá Ehrenburg que trata sobre la lucha por la paz en plena guerra
fría.
Para tratar de impedir
la llegada de la novena ola magisterial, se ha promovido en los estados de
Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Jalisco, Veracruz y Tamaulipas (de manera
verbal) la firma de minutas entre los maestros que rechazan la reforma
educativa y los gobiernos de los estados (del Congreso local en el caso
veracruzano), en las que las autoridades locales prometen respetar y conservar
derechos y conquistas laborales de los profesores. Este acuerdo se ha aceitado
con el soborno y cooptación de algunos líderes emergentes no provenientes de
las filas del magisterio democrático.
Aunque cada acuerdo
tiene particularidades, establecen en lo general el compromiso gubernamental de
que, en el marco de la armonización de las leyes secundarias aprobadas con la
legislación estatal de educación, las autoridades locales (o las legislaturas
estatales) buscarán garantizar la estabilidad laboral, los pagos oportunos, la
conservación de categorías, niveles salariales y prestaciones de los maestros.
Declaran que la enseñanza no se privatizará y ofrecen mesas de trabajo para
resolver demandas y conflictos añejos.
En sentido estricto,
esas minutas son una tomadura de pelo. Ni atenúan los efectos nocivos de las
leyes que lesionan los derechos de estabilidad y permanencia en el empleo ni,
mucho menos, los eliminan. Tampoco anulan la norma que transfiere costos de la
educación a los padres de familia y abre la puerta a la privatización. No
pueden hacerlo. La jurisdicción de una ley estatal no puede estar por encima de
una ley federal, de manera que sus promesas son falsas.
La firma de las
minutas causó entre los maestros menos esclarecidos la ilusión de que sus
autoridades locales los van a proteger. Si la reforma constitucional y las
leyes secundarias rompieron el pacto entre el Estado y el magisterio, y crearon
entre los profesores una sensación de orfandad, los acuerdos estatales
devolvieron a algunos docentes la fantasía de una nueva tutela en la que el
gobierno local cuidará que no pierdan sus derechos. Sin embargo, las protestas
en esos estados se mantienen y, más pronto que tarde, quienes ven en esos
acuerdos una tabla de salvación se encontrarán con que, en realidad, no
defienden nada.
Además de continuar
con sus protestas, los maestros se preparan para la lucha jurídica. Lo hacen en
dos frentes distintos. Por un lado, entregarán cientos de miles de solicitudes
de amparo contra las leyes secundarias. Por el otro, ante el despojo que la
nueva legislación hace a los estados de sus facultades y competencias
educativas, presionan a autoridades y legislaturas locales para que presenten
demandas de controversia constitucional.
El movimiento
magisterial emergente contra la reforma educativa es de largo aliento. Su
estrategia de resistencia y desobediencia civil se extenderá por un periodo
extenso. Se avecina ya su novena ola.
Twitter: @lhan55