Movimiento o “lucha”
magisterial
Por:
Francisco L. Carranco
El conflicto
magisterial pareciera que tenía un paliativo con la firma de un acuerdo con el
que los maestros se comprometían al regreso a clases para este lunes y las
autoridades a gestionar leyes secundarias acorde a los derechos de los
mentores, sin embargo, una determinación del pleno de esa organización
magisterial rechazaron nuevamente cualquier arreglo para retornar a las aulas.
Estos
profesores continúan en un movimiento al cual, ellos mismos los de la CNTE,
catalogan como “lucha” este concepto quiere decir pelea, por lo tanto, los
mentores están en pie de lucha dispuestos a pelear contra quien sea para
mantener los privilegios que han ganado a lo largo de su existencia.
La fortaleza
de los profesores se circunscribe a la creación de poderosas facciones sindicales
que, a través de los mismos privilegios y sumisión de la base, se convirtieron
en verdaderos cotos de poder político de donde han emanado líderes que se
convierten, al tiempo, en diputados, senadores, alcaldes, gobernadores y toda
clase puestos políticos ante la observancia mansa de la base magisterial.
Los líderes
que poco entienden de lo que pasa en las entrañas del magisterio asistieron a
la convocatoria del ejecutivo federal para aprobar la reforma educativa, sin
haber explicado a sus agremiados la trascendencia de esta ley para bien o para
mal.
En estos
momentos la base confundida marcha a una “lucha” contra la reforma consumada
por el estado, llega tarde, porque no habrá marcha atrás, vocifera en contra de
las autoridades que ellos mismos escogieron para que los gobierne y en la
primera acción las desconocen y se arrepienten.
Ahora la
Reforma Educativa que considera en su espíritu que el ingreso al servicio
docente y la promoción a cargos con funciones de dirección o de supervisión en
la educación básica y media superior que imparta el Estado, se llevarán a cabo
mediante concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los
conocimientos y capacidades que correspondan.
La ley
reglamentaria fijará los criterios, los términos y condiciones de la evaluación
obligatoria para el ingreso, la promoción, el reconocimiento y la permanencia
en el servicio profesional con pleno respeto a los derechos constitucionales de
los trabajadores de la educación.
Los
principios son constitucionalmente justos pretenden un ordenamiento en el
sector educativo para tener profesores más profesionales y comprometidos con la
sociedad, con los niños y con la patria.
Sin embargo,
los profesores sólo observan los privilegios que están en riesgo de perder que
han logrado con simulación, ineficiencia, pasividad, sin compromiso social, sin
capacitación, con indolencia, grilla, trampas y la más importante el bajo el
cobijo de su poderoso sindicato.
En un
movimiento lleno de necedad, los profesores, están poniendo a prueba la
paciencia del estado y la sociedad, ya que estas marchas de una “lucha” mal
entendida esta por llegar a un descontrol que puede tener consecuencias más
graves.
La sociedad,
el sector comercial, la Iglesia, los intelectuales y los estudiantes, obviamente
con las detestables excepciones, ven al sector magisterial como una gavilla de
agitadores que pretenden desestabilizar al estado con una protesta contra una
ley aprobada, esto inhibe la aprobación de otras reformas como la energética y
fiscal que el estado tiene en puerta.
Pero lo más
grave es que pretenden que los padres de familia, estudiantes universitarios,
empleados, comerciantes y público en general se unan a esa “lucha” para que los
profesores no pierdan sus logros sindicales y derechos laborales adquiridos con
la ineficiencia y simulación.
Y ellos, los
profesores, no dan nada a cambio a la sociedad ni se comprometen con la calidad
educativa, sólo luchan por su propio interés y entre los enemigos de la lucha
está la sociedad porque no se suma a este movimiento que enciende focos rojos
que sólo se podrán apagar, si continúan, con el uso de la fuerza pública.
Ojalá que
los profesores entiendan que el movimiento debe tener soluciones pacificas
privilegiando la prudencia y el dialogo, no la confusión ni la provocación.
Para una pelea se necesitan dos bandos; por lo tanto, el país no está en
condiciones de tener una “lucha” que puede terminar con muchos lastimados,
muchos daños y cuentas por pagar.