El Pacto:
intentando retomar las riendas de la educación
AURORA
LOYO
Grandes
expectativa se habían generado en torno al posicionamiento del nuevo gobierno
federal, encabezado por Enrique Peña Nieto respecto al SNTE. Confluían en ello
dos dimensiones estrechamente vinculadas: la política y la educativa.
La
primera señal, esperada con impaciencia, consistía en la designación de la
persona que encabezaría la Secretaría de Educación Pública. Como se sabe, el
nombramiento recayó en Emilio Chuayfett, uno de los hombres mas cercanos a Peña
Nieto, pero sobre todo, un político experimentado que ha tenido fuertes
enfrentamientos públicos con la líder del SNTE, Elba Esther Gordillo.
Habiendo
observado por varias décadas las interacciones del gobierno federal con el
SNTE, me saltó a la vista de inicio cierta similitud de manejo político con el
de Carlos Salinas de Gortari, cuando nombró a uno de sus mas cercanos
colaboradores y amigos, Ernesto Zedillo, en la SEP. El anterior secretario,
Manuel Bartlett, dejaba el despacho en medio de un conflicto abierto con el
SNTE y con la Maestra Gordillo. Estaba negociándose la descentralización. El
nombramiento de Zedillo envió entonces un mensaje muy claro al SNTE: la descentralización
no se detendría; un hombre del Presidente, Ernesto Zedillo, podría así
concretar un acuerdo, el ANMEB, que había implicado largas y tormentosas
negociaciones.
La
similitud reside en que hoy EPN al nombrar a E. Chauyfett secretario de educación
manda el mismo tipo de mensaje: todo mi apoyo para la cabeza de la SEP. Hoy el
apoyo, es cierto, proviene de una Presidencia disminuida, sí, pero Presidencia
al fin. En síntesis, constituye una decisión pensada para marcar límites
iniciales al SNTE.
El
discurso con el que Peña Nieto inaugura su gestión desde el centro simbólico
del poder presidencial, y el contenido del Pacto por México que firma el
siguiente día, confirman esta apreciación.
Es
un pacto político en su forma y en su contenido. El SNTE y su partido, Nueva
Alianza, no fueron invitados a la mesa. El contenido del Pacto contiene un
sinnúmero de iniciativas que deberán ser afinadas y llevadas a la práctica.
Corresponde a la realidad de un país que requiere reformas imposibles de
emprender, sin que medien acuerdos entre los tres grandes partidos con
presencia en el Legislativo. Novedoso como es, para la educación podría
representar un verdadero punto de inflexión.
A
diferencia de otras áreas, la educación básica ha sido ya materia de pactos
políticos. El ANMEB, el Compromiso Social por la Calidad de la Educación y, mas
recientemente, el Acuerdo por la Calidad de la Educación. De muy distinto
alcance, fueron todos pactos políticos entre gobierno y SNTE; pactos políticos,
lo subrayo, aunque la materia fuera la educación.
Ahora
se establece un pacto político pero con los partidos que, de tener éxito, habrá
de fortalecer al Estado en el mediano plazo. Esto es, a mi juicio, una
condición necesaria para retomar las riendas de la política educativa, que ha
estado atada a los intereses de la cúpula sindical.
Las
intenciones que expresa el Pacto en materia educativa no son nuevas; retoman
por una parte propuestas del gobierno de FCH, es el caso del Sistema Nacional
de Evaluación. Las recomendaciones de la OCDE, las críticas de organizaciones
de la sociedad civil, de una parte de la prensa nacional así como los puntos de
vista de especialistas habían ya generado un consenso laxo, pero consenso al
fin. Sabemos todos de la importancia de alinear las políticas hacia los
docentes. Lograr que la formación, las plazas, la actualización y los
incentivos configuren una verdadera carrera profesional para los docentes es el
objetivo general. Contar con información completa de los recursos materiales,
pero sobre todo humanos y establecer transparencia en el uso de estos recursos
son dos requerimientos básicos.
Durante
la pasada administración se hicieron intentos fallidos pero importantes en esa
misma dirección. Se llegó al final del camino sin poder tener un padrón de
maestros. El diseño de los principales instrumentos, como los nuevos
lineamientos de Carrera Magisterial, no fue consistente. Tensionados entre los
intereses del SNTE y la obsesión de los equipos técnicos por utilizar datos
“objetivos”, su diseño contuvo errores como fue atar los incentivos económicos
de los maestros a los resultados obtenidos por los alumnos en la prueba ENLACE.
Adicionalmente la implementación de todas las políticas hacia el magisterio
tuvo dos limitantes que terminaron por anular las mejoras que se buscaban
introducir. Por una parte, una muy débil coordinación entre la federación y los
estados y, en el interior de la SEP, pugnas sordas pero cruentas entre equipos
con visiones contrapuestas. El Pacto, a mi juicio, no se hace cargo de ello. La
revisión al esquema del federalismo educativo y de la estructura administrativa
de la SEP, cuyas duplicidades llevan la huella de las dificultades que la
fuerza sindical impuso a la gestión del sistema, son dos tareas pe urgentes
para poder llevar adelante políticas que puedan significar no en el discurso,
sino en los hechos, una mejora en la preparación y el desempeño de los
maestros. Publicado
en Educación a debate