miércoles, 5 de diciembre de 2012


El Pacto: intentando retomar las riendas de la educación
AURORA LOYO

Grandes expectativa se habían generado en torno al posicionamiento del nuevo gobierno federal, encabezado por Enrique Peña Nieto respecto al SNTE. Confluían en ello dos dimensiones estrechamente vinculadas: la política y la educativa.

La primera señal, esperada con impaciencia, consistía en la designación de la persona que encabezaría la Secretaría de Educación Pública. Como se sabe, el nombramiento recayó en Emilio Chuayfett, uno de los hombres mas cercanos a Peña Nieto, pero sobre todo, un político experimentado que ha tenido fuertes enfrentamientos públicos con la líder del SNTE, Elba Esther Gordillo.

Habiendo observado por varias décadas las interacciones del gobierno federal con el SNTE, me saltó a la vista de inicio cierta similitud de manejo político con el de Carlos Salinas de Gortari, cuando nombró a uno de sus mas cercanos colaboradores y amigos, Ernesto Zedillo, en la SEP. El anterior secretario, Manuel Bartlett, dejaba el despacho en medio de un conflicto abierto con el SNTE y con la Maestra Gordillo. Estaba negociándose la descentralización. El nombramiento de Zedillo envió entonces un mensaje muy claro al SNTE: la descentralización no se detendría; un hombre del Presidente, Ernesto Zedillo, podría así concretar un acuerdo, el ANMEB, que había implicado largas y tormentosas negociaciones.

La similitud reside en que hoy EPN al nombrar a E. Chauyfett secretario de educación manda el mismo tipo de mensaje: todo mi apoyo para la cabeza de la SEP. Hoy el apoyo, es cierto, proviene de una Presidencia disminuida, sí, pero Presidencia al fin. En síntesis, constituye una decisión pensada para marcar límites iniciales al SNTE.

El discurso con el que Peña Nieto inaugura su gestión desde el centro simbólico del poder presidencial, y el contenido del Pacto por México que firma el siguiente día, confirman esta apreciación.

Es un pacto político en su forma y en su contenido. El SNTE y su partido, Nueva Alianza, no fueron invitados a la mesa. El contenido del Pacto contiene un sinnúmero de iniciativas que deberán ser afinadas y llevadas a la práctica. Corresponde a la realidad de un país que requiere reformas imposibles de emprender, sin que medien acuerdos entre los tres grandes partidos con presencia en el Legislativo. Novedoso como es, para la educación podría representar un verdadero punto de inflexión.

A diferencia de otras áreas, la educación básica ha sido ya materia de pactos políticos. El ANMEB, el Compromiso Social por la Calidad de la Educación y, mas recientemente, el Acuerdo por la Calidad de la Educación. De muy distinto alcance, fueron todos pactos políticos entre gobierno y SNTE; pactos políticos, lo subrayo, aunque la materia fuera la educación.

Ahora se establece un pacto político pero con los partidos que, de tener éxito, habrá de fortalecer al Estado en el mediano plazo. Esto es, a mi juicio, una condición necesaria para retomar las riendas de la política educativa, que ha estado atada a los intereses de la cúpula sindical.

Las intenciones que expresa el Pacto en materia educativa no son nuevas; retoman por una parte propuestas del gobierno de FCH, es el caso del Sistema Nacional de Evaluación. Las recomendaciones de la OCDE, las críticas de organizaciones de la sociedad civil, de una parte de la prensa nacional así como los puntos de vista de especialistas habían ya generado un consenso laxo, pero consenso al fin. Sabemos todos de la importancia de alinear las políticas hacia los docentes. Lograr que la formación, las plazas, la actualización y los incentivos configuren una verdadera carrera profesional para los docentes es el objetivo general. Contar con información completa de los recursos materiales, pero sobre todo humanos y establecer transparencia en el uso de estos recursos son dos requerimientos básicos.

Durante la pasada administración se hicieron intentos fallidos pero importantes en esa misma dirección. Se llegó al final del camino sin poder tener un padrón de maestros. El diseño de los principales instrumentos, como los nuevos lineamientos de Carrera Magisterial, no fue consistente. Tensionados entre los intereses del SNTE y la obsesión de los equipos técnicos por utilizar datos “objetivos”, su diseño contuvo errores como fue atar los incentivos económicos de los maestros a los resultados obtenidos por los alumnos en la prueba ENLACE. Adicionalmente la implementación de todas las políticas hacia el magisterio tuvo dos limitantes que terminaron por anular las mejoras que se buscaban introducir. Por una parte, una muy débil coordinación entre la federación y los estados y, en el interior de la SEP, pugnas sordas pero cruentas entre equipos con visiones contrapuestas. El Pacto, a mi juicio, no se hace cargo de ello. La revisión al esquema del federalismo educativo y de la estructura administrativa de la SEP, cuyas duplicidades llevan la huella de las dificultades que la fuerza sindical impuso a la gestión del sistema, son dos tareas pe urgentes para poder llevar adelante políticas que puedan significar no en el discurso, sino en los hechos, una mejora en la preparación y el desempeño de los maestros. Publicado en Educación a debate