La Reforma
Educativa: de la intención a la acción
EDUARDO
ANDERE
Es
loable querer recuperar la conducción total e intransferible de la política
educativa. La Ley General de Educación, atribuye la esencia de la función
social educativa a la SEP (Artículo 12).
En
diversas ocasiones desde 2003 he insistido en la inconveniencia de la relación
Gobierno-SNTE y de las asimetrías de negociación. Pero también he afirmado que
el duopolio educativo que ha mantenido al SNTE involucrado en la política
educativa es producto de decisiones del Gobierno y del Estado. El colmo de la
relación quizá se alcanzó en el sexenio pasado con la firma de la Alianza por
la Calidad de la Educación, donde de manera política y jurídicamente
inapropiada el Gobierno Federal compartió las principales decisiones (y su
implementación) de la política educativa que sólo le correspondían a la SEP.
El
10 de diciembre pasado el Presidente Peña, en un acto histórico para la
historia de la política de la educación en México, envió una Iniciativa de
Reforma educativa que manda un mensaje claro de divorcio. Habrá que ver cómo
reacciona la contraparte.
Yo
leo la Iniciativa con dos intenciones: 1) tratar de modificar las relaciones de
poder; 2) tratar de mejorar la calidad educativa.
Respecto
de la primera intención el paso inicial se ha dado. Sin embargo, como en todos
los juegos estratégicos, este no es el último paso.
Con
relación a la segunda intención, es preciso analizar, con criterio objetivo, y
sin inclinación ideológica, si dicha Reforma en realidad mejorará la educación.
Me preocupa que la Iniciativa esté elaborada con base en un diagnóstico
equivocado. Por ejemplo, el texto de la Iniciativa menciona que “el desempeño
del docente es el factor más relevante de los aprendizajes (…) y que el
liderazgo de quienes desempeñan funciones de dirección y supervisión resulta
determinante” (página 4). La literatura de factores asociados al aprendizaje
sostiene, desde hace más de 50 años, que los factores propios del estudiante y
el capital cultural de la escuela (sumatoria de los capitales culturales de los
estudiantes) son los factores que explican con mucha mayor fuerza la varianza
de los resultados en pruebas estandarizadas de los aprendizajes. Lo que quizá
se quiso decir en la Iniciativa es que de los factores propios de la
escuela—que tienen menos peso que los factores propios del estudiante—el
elemento más importante es el maestro, seguido del director.
Esto
quiere decir que la calidad de la educación o los aprendizajes, son una función
de una compleja y misteriosa red de factores tan mezclados e interconectados
que es imposible separar para precisar una relación causal e inequívoca. Lo que
sí sabemos es que lo que sucede fuera de la escuela, hogar y sociedad, es tan
importante o más importante, que lo que sucede dentro de la escuela, para
mejorar el aprendizaje.
La
redacción de algunos párrafos de la introducción de la Iniciativa, contiene
elementos que admiten la complejidad del tema educativo, pero desgraciadamente
ese reconocimiento no se refleja en el cuerpo de reformas y adiciones
constitucionales.
La
Iniciativa tiene dos propuestas esenciales y cuatro colaterales. Las propuestas
esenciales son: la elevación jerárquica de la autonomía del INEE y la creación
de la carrera profesional docente. Las colaterales son: crear un sistema de
información educativa; la autonomía de gestión de las escuelas; el
establecimiento de escuelas de tiempo completo; y la prohibición de la comida
chatarra.
Veamos
cada punto.
Autonomía
del INEE. Los legisladores y El Ejecutivo Federal deben estar conscientes de
que la forma en que está redactada la Iniciativa, aumenta la centralización de
la política educativa y se debilita el federalismo, a pesar de que la
Iniciativa sostiene lo contrario. La autonomía de cualquier órgano o persona
que realice evaluación educativa es plausible. Sin embargo, convertir en ley o
mandato de autoridad los resultados de evaluaciones educativas, aunque fueran
autónomas, es ir demasiado lejos. Sobre todo, porque las conclusiones de los
resultados de evaluación educativa, pueden ser muy imprecisas o equívocas.
Es
encomiable que la autoridad y el Estado quieran incorporar a los expertos en el
tema de evaluación; pero convertir a los expertos en autoridad puede dar origen
a muchas acciones de política pública inadecuadas. No es lo mismo debatir las
conclusiones de expertos en una sociología académica del conocimiento que
transferir sus conclusiones como órdenes de gobierno, cuando la ciencia de la
evaluación educativa nos indica cautela, en todos los casos, por la dificultad
de generalizar en temas de enseñanza-aprendizaje.
Entre
más “humildes” sean las funciones del INEE mejor será su aportación a la
educación. Nadie se beneficiaría con la institución de un órgano estatal de
evaluación con capacidad plenipotenciaria. El INEE Estatal sólo debería
facilitar la evaluación, no imponerla. El legislador constitucional debe pensar
con mucho cuidado que la desaparición o dilución de otras prácticas o
instituciones de evaluación, le harían mucho daño a la educación. En la
pedagogía no puede haber una “máxima autoridad en materia de evaluación”. El
tema es tan complejo, que ni los expertos saben con precisión qué pasa dentro
de la “caja negra” del proceso de aprendizaje.
El
INEE nació en 2002, se recreó en 2012, y ahora se refunda, con mayor jerarquía.
La distancia de poder entre los evaluadores y los evaluados aumentará.
Servicio
profesional docente (SPD). Por muy poderoso que sea el SPD, nunca podrá
sustituir a una poderosa formación docente con todo y la atracción a la carrera
profesional por parte de los mejores egresados de la educación media superior.
Debemos pensar en estos dos temas (atracción y formación) si lo que se quiere
es un cambio en la calidad de la educación.
La
Iniciativa no pone en peligro a los trabajadores de la educación; no podría,
derivado del principio de no retroactividad consagrado en la constitución. Sin
embargo, la Reforma sí exige que cualquier nuevo ingreso o promoción sea
sometido al mecanismo de “concurso de oposición”. El legislador constituyente
debe ser humilde también en este tema. No siempre el mecanismo de “concurso de
oposición”, como lo mandataría la reforma a la fracción III del artículo 3º
Constitucional, es el mejor método para identificar al mejor maestro y al mejor
director. Entronizar este método de identificación de los “mejores” en una
norma constitucional es eliminar de tajo la posibilidad de elección por grupos
de pares, por designación de narrativas de comunidades, por méritos no
medibles, por decisión de las personas directamente afectadas.
En
tres párrafos la Iniciativa se lee taciturna: por un lado, la permanencia de
los trabajadores de la educación está asegurada, por el otro, su permanencia no
está asegurada, y por uno más, la “evaluación sólida y confiable”, servirá para
premiar y reconocer. Si esta rendija resulta ser una puerta, no puede haber
experto en educación, que considere que es pedagógicamente viable una
evaluación centralizada que premie y promueva. La Iniciativa, de aprobarse,
corre el peligro, de dar una fuerza descomunal, para que las prácticas de
“enseñar para el examen” y las trampas se adhieran con pegamento Constitucional
en la conducta del individuo en busca del estímulo.
Sistema
de Información y Gestión Educativa. Siempre ha sido un anhelo de los
investigadores contar con buena y suficiente información estadística. Nada
mejor que acudir al experto en México, el INEGI, para asesorar en el diseño de
dicho sistema. Pero de allí a incluir un párrafo específico para pedirle al
INEGI la realización de un censo de escuelas, maestros y alumnos, es
adelantarse a la creación del Sistema. Quizá, lo que el legislador podría
hacer, es acelerar el funcionamiento del Sistema y que sea en el seno del
sistema donde se decida lo más adecuado y procedente.
Autonomía
de Gestión de las Escuelas. Es otro tema que no tiene que ver con la esencia de
la Reforma y que da la imagen de una Iniciativa que arroja cachivaches al
cuarto de los trebejos constitucional. Además, me parece que ésta adición, como
casi todas las del Transitorio Quinto de la Iniciativa, carecen de técnica
legislativa. Para empezar no deberían incluirse consideraciones sustantivas y
permanentes en un artículo transitorio.
Escuelas
de Tiempo Completo. El legislador debe saber que no existe evidencia de que las
escuelas de tiempo completo impacten positivamente el aprendizaje. Lo que la
evidencia parece apuntar es que es más importante la calidad que la cantidad de
las horas escolares para impactar en el aprendizaje.
Comida
Chatarra. Su prohibición a nivel Constitucional, es innecesaria y desmedida. Lo
que uno come tiene que ver más con los hábitos culturales y la crianza, que con
las imposiciones legales. Lo más probable es que esta prohibición propicie la proliferación
de vendedores ambulantes y el comercio “ilegal” dentro y alrededor de las
escuelas. Sería más prudente trabajar el tema con esquemas de educación
escolar, comunicación y concientización social y familiar.
Conclusiones:
Somos
observadores de un fuerte juego estratégico, no de los actores educativos a que
se refiere la Iniciativa, sino de los jugadores políticos. Somos testigos de
los intentos de distribución del poder en la Alta Política Educativa. ¿Qué
surgirá de este juego? Es algo que depende de la reacción de tres jugadores
fuertes: el Ejecutivo Federal, el SNTE, y algunos empresarios organizados. Los
gobernadores y legisladores serán piezas instrumentales pero no están invitados
en esta gesta.
De
manera adjetiva, en el intercambio de acciones y amenazas se han incluido
reformas de Media Política Educativa, como la creación del INEE y el SPD. En la
forma en la que están diseñadas las reformas me da la impresión que no
obtendrán el propósito de elevar la calidad educativa y sí se corre el riesgo
de hacer el sistema educativo mucho más centralizado de lo que ya es, y mucho
más orientado al estímulo externo que a la motivación intrínseca.
Si
la intención de la Iniciativa era terminar con la corrupción en la asignación
de plazas, suficiente habría sido la modificación a un par de artículos de la
legislación laboral y reglamentaria de las relaciones laborales y
escalafonarias. No obstante eso, la corrupción no desaparece por Decreto como
tampoco la calidad educativa se asegura por Mandato Constitucional. Los mismos
actores que durante 60 años encontraron la forma y mecanismos para darle la
vuelta a la ley o camuflar prácticas indebidas, encontrarán vericuetos para
hacerlo de nuevo.
El
gran problema de la calidad educativa en México y de la evaluación, no está en
meter en olla de presión al magisterio. La masa crítica del magisterio actual,
formado por el mismo Estado, no da para tanto. Si la evaluación fuera estricta
y criterial, con parámetros académicos, muy pocos maestros aprobarían. Aún así,
supongamos que el Estado es eficaz y logra someter a todos los maestros a esa
evaluación; nos quedaríamos sin maestros. Para formar una nueva generación de
maestros de alto calibre se necesitarían, además de tiempo, dos cosas:
excelentes candidatos para ingresar a la carrera universitaria docente, y
excelente formación universitaria. No tenemos ninguna de las dos. Entonces, no
sirve de mucho una evaluación de un cuerpo magisterial que sabemos no está
formado como debiera estarlo para una tarea tan compleja. ¿No habría sido mucho
mejor empezar por el principio y utilizar toda la fuerza del Estado para
establecer las condiciones que gesten la formación de un nuevo maestro de gran
calidad?
Además,
los males educativos de México no se explican sólo por la pobreza magisterial
(que hay que corregir); o las relaciones de poder (que hay que democratizar y
transparentar); o la devolución del poder de decisión (que hay que distribuir);
o las pruebas estandarizadas (que hay que aplicar con moderación e
inteligencia).
La
verdadera solución se encuentra en arreglar la descomposición social (pobreza)
y económica (desigualdad y monopolización); en combatir la corrupción y
transformar la cultura de anti-aprendizaje del mexicano que prefiere la
pachanga en lugar del trabajo; el descanso en lugar del esfuerzo; la televisión
en lugar de la lectura; el ruido en lugar del silencio; la fiesta en lugar del
estudio. El problema educativo en México se superará cuando los hijos de los
trabajadores, policías, empleados domésticos, choferes y pepenadores, vayan a
las mismas escuelas que los hijos de los empresarios y políticos; es decir, no
importa a qué escuela acudan los niños, todos deberían recibir el mismo nivel
de educación de calidad. http://eduardoandere.net