Aprendizaje por competencias
José Blanco
El primer párrafo de la página web del
Ministerio de Educación y Ciencia de Finlandia, dice lo siguiente: Las
inversiones en competencias, educación, capacitación y cultura son la mejor
política de futuro. La educación siempre ha sido para Finlandia un factor de
éxito, y en el mundo global las competencias adquieren una importancia aún
mayor. La cultura, el conocimiento, la capacidad de innovación y la creatividad
son elementos decisivos.
En un documento ya citado en este espacio
(ED/BIE/CONFINTED 47/4), formulado conjuntamente por el Ministerio de Educación
e Investigación de Noruega y la Unesco, se hace la siguiente referencia en su
primer párrafo: Los resultados del último Programa Internacional de Evaluación
de Estudiantes (PISA) de la OCDE convirtieron a Finlandia en la Meca de los
peregrinos de la educación, determinados a descubrir el secreto del éxito del
sistema educativo finlandés.
El documento aludido hace referencia a una
incursión en las prácticas escolares de escuelas secundarias en Helsinki y
Mäntsälä y, como era de esperar, se encontró un método de instrucción sólido y
creado desde los jóvenes. Un método que en lo estrictamente escolar se apoya en
el desarrollo de las psychosocial skills (que se ha traducido al castellano
como competencias o habilidades para la vida) y que se refieren a la necesidad
de fomentar el desarrollo personal de los alumnos; ayudarlos a desarrollar su
potencial y a disfrutar de una vida privada y social exitosa, y en el
respectivo desarrollo de las life skills, cuyo sentido se ha ampliado:
traducido simplemente como capacidades o competencias, éstas conllevan saberes,
habilidades/aptitudes/ know-how, valores, actitudes, comportamientos, para
enfrentar exitosamente contextos y problemas de la vida real privada, social y
profesional, así como situaciones excepcionales.
Probablemente Phillippe Perrenoud, sociólogo
y antropólogo, profesor de la Universidad de Ginebra, ha hecho uno de los
mejores esclarecimientos frente a los críticos del aprendizaje por
competencias. Aquí, dice Perrenoud, parece haber un malentendido que consiste
en creer que al desarrollar competencias, se renuncia a transmitir
conocimientos.
Casi todas las acciones humanas exigen conocimientos,
dice Perrenoud, a veces reducidos, a veces muy amplios, ya sea que éstos sean
obtenidos a partir de la experiencia personal, del sentido común, de la cultura
compartida en el seno de un círculo de practicantes o de la investigación
tecnológica o científica. Mientras más complejas, abstractas, mediatizadas por
ciertas tecnologías y fundadas según modelos sistemáticos de la realidad son
las acciones proyectadas, más exigen conocimientos amplios, avanzados,
organizados y confiables.
La noción de competencia tiene muchos
significados. La noción del profesor ginebrino dice así: una competencia es la
capacidad para actuar de manera eficaz en un tipo definido de situación,
capacidad que se apoya en conocimientos, pero no se reduce a ellos. Para
enfrentar una situación de la mejor manera posible, generalmente debemos hacer
uso y asociar varios recursos cognitivos complementarios, entre los cuales se
encuentran los conocimientos.
Los conocimientos son representaciones de la
realidad que hemos construido y acumulado de acuerdo con la experiencia y con
la formación de cada quien. Casi toda acción pone en movimiento ciertos
conocimientos, a veces elementales y diseminados, a veces complejos y
organizados en redes. Es así como, por ejemplo, se necesitan conocimientos lo
suficientemente amplios para: a) analizar un texto y reconstituir las
intenciones del autor; b) traducir de una lengua a otra; c) crear argumentos
con el fin de convencer a un escéptico o a un adversario; d) crear una
hipótesis y verificarla; e) identificar, formular y resolver un problema
científico; f) detectar una falla en el razonamiento de un interlocutor; g)
negociar y conducir un proyecto colectivo. Pero las competencias que ponen de
manifiesto estas acciones no son conocimientos en sí; éstas utilizan, integran,
movilizan conocimientos.
Un buen médico llega a identificar y a
movilizar los saberes científicos pertinentes, en el momento adecuado, en una
situación concreta que, evidentemente, no se presenta en general como un caso
teórico para el cual bastaría encontrar la página adecuada de un gran libro y
aplicar la solución recomendada. El que el médico disponga de amplios saberes
(en física, biología, anatomía, fisiología, patología, farmacología,
radiología, tecnología, etcétera) es sólo una condición necesaria de su
competencia. Si ésta se redujera a una simple aplicación de conocimientos
memorizados en casos concretos, le bastaría, a partir de algunos síntomas
típicos, identificar una patología detallada, después de encontrar, en su memoria,
o en un tratado, o en una base de datos, las indicaciones terapéuticas. Las
competencias clínicas de un médico van mucho más allá de una memorización
segura y de recordar oportunamente las teorías pertinentes, al menos cada vez
que la situación sale de la rutina y exige relacionar, interpretar,
interpolar, inferir, inventar, en suma, realizar operaciones mentales complejas
cuya organización sólo puede construirse en la realidad, de acuerdo con saberes
y esquemas del experto, así como según su visión de la situación.
Una competencia nunca es el puro y simple
empleo racional de conocimientos, de modelos de acción, de procedimientos.
Formar a través de competencias no lleva a dar la espalda a la asimilación de
conocimientos. Sin embargo, la apropiación de varios conocimientos no permite
su movilización ipso facto en situaciones de acción. Por eso el aprendizaje por
competencias puede expresarse sintéticamente como saber y saber hacer, (en un
gran número de niveles y complejidades).