Para el
debate educativo
José
Blanco
El debate económico,
político, político-económico
o social, es hoy una inmensa confusión. La polisemia en cientos de palabras
o conceptos a veces abruma. La evidente falta de sindéresis
entre quienes intentan ser interlocutores; la emisión
de argumentos de autoridad, las creencias cuya validez se atribuye no al
contenido de un concepto o argumento, sino al autor que las expresó
abunda: no hay mérito ni valor en una tesis por lo que
afirma ella misma. Y esto ocurre así en el campo de la izquierda, como en
el de la derecha y para los de en medio. Por supuesto, hay afortunadamente
quienes, al margen de su propia posición frente a lo que ocurre en el mundo,
pugnan por extraer el contenido valioso de una tesis, con independencia de su
emisor.
También
se extrapola una noción adoptada como negativa en algún
asunto, hacia otros discursos que reprobamos; no es extraño,
así, que con frecuencia nos topemos con algún
non sequitur evidente.
Véase,
por ejemplo, el adjetivo neoliberal. Cualquier acto, o tesis económica,
social, o política que disguste, pronto propiciará
quien lo etiquete de neoliberal.
El neoliberalismo es
un pensamiento que hace referencia a la política
económica, de enfoque macroeconómico,
que busca reducir al mínimo la intervención
estatal tanto en materia económica como social, defendiendo el libre
mercado capitalista como el mejor garante del equilibrio institucional y del
crecimiento económico de un país.
Se busca con ello conjuntar ideologías y teorías
económicas que promueven el fortalecimiento de la economía
y su entrada exitosa a la globalización, a través
de incentivos empresariales.
He procurado dar seguimiento
a la crisis de la Unión Europea, mediante contribuciones
frecuentes en este espacio, desde los inicios de 2008. No es extraño
que haya debido usar el término neoliberal, docenas de veces. No
sólo me son evidentes sus equivocaciones teóricas,
también lo han sido las vilezas, las trampas,
y sobre todo, ese paquete de propuestas de austeridad contraproducentes que no
cesan, porque hay un propósito mayor: jibarizar al Estado, acabar
con el estado de bienestar y echar abajo cualesquiera políticas
sociales, con una perversidad alucinante.
Hoy un paradigma
educativo, para algunos, puede ser neoliberal; ¿por
qué?, porque busca alinear las competencias que se pretende que
construya el estudiante, con el mercado. ¡Anda!: genial! Un individuo, al egresar
de cualquier nivel educativo, ¿adónde va?..., pues al mercado laboral. A
una de sus tres grandes parcelas: la pública, la privada o la social. Puede
llegar como empleado o como empleador. Esas parcelas están
subdivididas en una inmensa cantidad de segmentos. A alguno de ellos llegará
por decisión propia o porque no halló
otra puerta más satisfactoria. ¿Qué
sabe hacer? La pregunta se responde con otra pregunta: ¿cuáles
son sus competencias?
¿Cómo será
su vida?; depende cuán competente sea y cuánto
logre desarrollarse. ¿Requiere de competencias un médico?,
¿un ingeniero?, ¿un bailarín?.
¿un pianista?, ¿un físico?,
¿un escritor?, ¿un abogado?, ¿un
profesor?, ¿un periodista?...; puede que sí.
Está
en México Irina Bokova, invitada por el Senado. La doctora Bokova
ha sido dos veces diputada por el Partido Socialista de Bulgaria, responsable
de áreas internacionales y educativas y es hoy la primera mujer
directora de la Unesco. Entre los rebuznos del presidente Calderón
estuvo el de ordenar retirar a nuestro embajador en la Unesco, alegando
problemas de presupuesto. Bokova aplaudió la decisión
mexicana de volver a nombrar un representante en ese importante organismo. México,
dijo Bokova, es de los 15 o 20 países más
desarrollados del mundo, pero al mismo tiempo es un país
que tiene dificultades enormes, que tiene pobreza, que hay una población
marginada donde la pobreza se reproduce. Romper con esta situación,
con este círculo de pobreza, y dar posibilidades
de desarrollo a la población, sólo
se puede lograr con una educación de calidad, dijo.
México
debe hacer una reforma educativa profunda, y no debe hacerla a las carreras,
sino contando con una información profunda de lo que ha hecho el mundo
en los últimos cuarenta años;
con seguridad tenemos gente enterada de qué decisiones se tomaron en Jomtien, en
Dakar, en Oslo, sobre la Educación para Todos (EPT). Para cumplir con el
fuerte compromiso con la EPT es indispensable lograr el más
importante objetivo, la educación primaria universal, con un fuerte
acento en la calidad. Jomtien, Dakar, Oslo produjeron acuerdos útiles
para nuestra tarea.
Hay discursos
diversos sobre la enseñanza por competencias. En este espacio
hablaremos del abanico diverso de las mismas; destaco una, compleja, que
subraya que el aprendizaje de conocimientos debe dejar de ser el objetivo único
de la formación y, ante el meteórico
avance de los mismos, aprender a conocer se vuelve más
principal que adquirir conocimientos ya constituidos. Aprender a conocer es
aprender a generar conocimiento. Pero construir esta competencia lleva mucho
tiempo. Puede iniciarse en la educación básica.
Además,
para enfrentar el mundo real no sólo son necesarios los conocimientos, es
preciso aprender a saber estar con los demás y trabajar en equipo, aprehender el
sentido y valor de las cosas, en definitiva aprender a ser mejores personas, más
cultas y felices, dice la Unesco.
Hemos de repensar el
proceso enseñanza-aprendizaje, desde el estudiante y
planear sus actividades en función de las competencias que van a poner
en práctica en escenarios profesionales
reales, donde las soluciones no están dadas sólo
por conocimientos aprendidos en las aulas: hay que generar esas soluciones.