La
historia que debió conocer Elba Esther
Ricardo Alemán
La siguiente es
una historia real. Los detalles los contaron sus protagonistas. La trama revela
los motivos que habrían detonado la captura y encarcelamiento —el 10 de enero
de 1989—, de Joaquín Hernández Galicia (La Quina), poderoso líder petrolero.
Queda claro que
si la profesora Elba Esther Gordillo hubiese conocido esa historia, es probable
que no estaría en la cárcel femenil de Tepepan.
También se
confirma que sea durante el poco democrático régimen de Salinas —de partido
casi único, nula pluralidad y naciente alternancia—; o sea en el peñismo del
Pacto por México —de la alternancia y la pluralidad impensables— lo cierto es
que el poder del Estado mexicano es implacable, no sólo contra los suyos, sino
contra aquellos que lo confrontan.
La narración se
ubica en el arranque de 1988, cuando se vivía el inicio de una inédita elección
presidencial que enfrentó al candidato oficial, Carlos Salinas, al poderoso
aspirante de las nacientes izquierdas, Cuauhtémoc Cárdenas, y al sorprendente
abanderado de la derecha, Manuel J. Clouthier
En ese 1988
soplaban vientos de cambio. Por eso, un puñado de sindicalistas de la entonces
marginada izquierda mexicana —con Valentín Campa como cabeza—, intentaban
reeditar las glorias que dieron origen a la CTM y al lombardismo; unificar al
sindicalismo.
En la búsqueda de
aliados, los jóvenes que seguían al viejo Campa expusieron la conveniencia de
contactar a los poderosos sindicatos “charros” del PRI. Luego de
deliberaciones, Campa y sus muchachos decidieron que el primer contacto sería
el jefe moral petrolero, Joaquín Hernández Galicia.
Por semanas se
hicieron contactos, se estableció una agenda, se pactaron fecha y lugar y, al
final, frente a La Quina —en una modesta casa de Ciudad Madero—, el grupo de
Valentín Campa explicó a “don Joaquín” que, a pesar de sus diferencias, las
distintas corrientes del sindicalismo debían caminar tras un solo objetivo; el
bienestar de la clase trabajadora.
El líder
petrolero los escuchó por largo tiempo, con pausas en las que asentía con la
cabeza. Al final sólo dijo: “¡Tienen razón!”.
De inmediato le
pidió a uno de sus ayudantes que lo comunicara con el líder formal del
sindicato petrolero. “¡Pásame con Chava!”, instruyó.
Por el viejo
teléfono —impensables los celulares—, le dijo al mítico Salvador Barragán que
estaba con unos amigos “¡con dirigentes sindicales de verdad! a los que quiero
que ayudes con todo lo que necesiten”.
El paso siguiente
era la organización de un frente de sindicatos de todo el país —que reuniría a
independientes y “charros”—, para caminar sobre objetivos comunes.
Semanas después
—con la ayuda del siempre eficiente Salvador Barragán—, Joaquín Hernández
Galicia presentó ante una asamblea de miles de petroleros a Valentín Campa, en
el llamado “quinódromo”; foro donde La Quina vivió sus glorias como “jefe de
jefes” del sindicalismo oficial.
Allí, “don
Joaquín” enardeció a la multitud al presentar “a sindicalistas de verdad, no a
Charros como nosotros”, para luego explicar las razones del apoyo de los petroleros
a esas causas de la izquierda; incluido el apoyo electoral a Cárdenas.
Al final, sabedor
de los intríngulis del poder, La Quina dijo al oído de Valentín Campa que había
hablado con don Fidel”; el mítico líder de la CTM.
“¡Vaya a ver a
don Fidel, Valentín… si lo convence, haremos gordo este asunto”, susurró.
Valentín Campa se
preocupó. “¡don Joaquín, tenga cuidado!”. Advirtió.
“¡No se preocupe
don Valentín..!”. Dijo socarrón Hernández Galicia.
“¿Sabe en la que
se está metiendo, don Joaquín..? ¡El Estado es el Estado; y encabronado no
perdona..!”, atajó el viejo Campa, curtido en las lideres ferrocarrileras.
“¡No, don
Valentín, no se preocupe..! ¡Los tiempos en los que el gobierno perseguía a
sindicatos, como el ferrocarrilero, ya pasaron..! ¡Hoy somos sindicatos fuertes
y ay de ellos si se meten con nosotros!”
“Piénselo
bien..!”, replicó con sabiduría de viejo Valentín Campa.
“¡Ándele, busque
a don Fidel para que lo convenza!”, concluyó el líder petrolero.
La mañana del 10
de enero de 1989, Campa y sus muchachos hacían antesala en el búnker de Fidel
Velázquez, que prometió recibirlos.
Repentinamente la
tranquilidad del lugar se alteró. Valentín y los suyos no atinaban a entender
el alboroto. Apareció por una puerta la corpulencia de Salvador Barragán…
“¡Ya nos llevó la
chingada!”, casi gritó, con el rostro descompuesto
“¡Detuvieron a
Joaquín, yo me escapé porque estaba en el dentista, también se metieron a mi
casa..!”, explicó.
El resto es
historia. La Quina pasó años en prisión. Y sí, el Estado “es cabrón”, y no
perdona. Hoy lo sabe la señora Gordillo. ¿Lo vivirá otro líder petrolero? Al
tiempo. Publicado en el Universal.