jueves, 21 de marzo de 2013


La historia que debió conocer Elba Esther
Ricardo Alemán

La siguiente es una historia real. Los detalles los contaron sus protagonistas. La trama revela los motivos que habrían detonado la captura y encarcelamiento —el 10 de enero de 1989—, de Joaquín Hernández Galicia (La Quina), poderoso líder petrolero.
Queda claro que si la profesora Elba Esther Gordillo hubiese conocido esa historia, es probable que no estaría en la cárcel femenil de Tepepan.
También se confirma que sea durante el poco democrático régimen de Salinas —de partido casi único, nula pluralidad y naciente alternancia—; o sea en el peñismo del Pacto por México —de la alternancia y la pluralidad impensables— lo cierto es que el poder del Estado mexicano es implacable, no sólo contra los suyos, sino contra aquellos que lo confrontan.
La narración se ubica en el arranque de 1988, cuando se vivía el inicio de una inédita elección presidencial que enfrentó al candidato oficial, Carlos Salinas, al poderoso aspirante de las nacientes izquierdas, Cuauhtémoc Cárdenas, y al sorprendente abanderado de la derecha, Manuel J. Clouthier
En ese 1988 soplaban vientos de cambio. Por eso, un puñado de sindicalistas de la entonces marginada izquierda mexicana —con Valentín Campa como cabeza—, intentaban reeditar las glorias que dieron origen a la CTM y al lombardismo; unificar al sindicalismo.
En la búsqueda de aliados, los jóvenes que seguían al viejo Campa expusieron la conveniencia de contactar a los poderosos sindicatos “charros” del PRI. Luego de deliberaciones, Campa y sus muchachos decidieron que el primer contacto sería el jefe moral petrolero, Joaquín Hernández Galicia.
Por semanas se hicieron contactos, se estableció una agenda, se pactaron fecha y lugar y, al final, frente a La Quina —en una modesta casa de Ciudad Madero—, el grupo de Valentín Campa explicó a “don Joaquín” que, a pesar de sus diferencias, las distintas corrientes del sindicalismo debían caminar tras un solo objetivo; el bienestar de la clase trabajadora.
El líder petrolero los escuchó por largo tiempo, con pausas en las que asentía con la cabeza. Al final sólo dijo: “¡Tienen razón!”.
De inmediato le pidió a uno de sus ayudantes que lo comunicara con el líder formal del sindicato petrolero. “¡Pásame con Chava!”, instruyó.
Por el viejo teléfono —impensables los celulares—, le dijo al mítico Salvador Barragán que estaba con unos amigos “¡con dirigentes sindicales de verdad! a los que quiero que ayudes con todo lo que necesiten”.
El paso siguiente era la organización de un frente de sindicatos de todo el país —que reuniría a independientes y “charros”—, para caminar sobre objetivos comunes.
Semanas después —con la ayuda del siempre eficiente Salvador Barragán—, Joaquín Hernández Galicia presentó ante una asamblea de miles de petroleros a Valentín Campa, en el llamado “quinódromo”; foro donde La Quina vivió sus glorias como “jefe de jefes” del sindicalismo oficial.
Allí, “don Joaquín” enardeció a la multitud al presentar “a sindicalistas de verdad, no a Charros como nosotros”, para luego explicar las razones del apoyo de los petroleros a esas causas de la izquierda; incluido el apoyo electoral a Cárdenas.
Al final, sabedor de los intríngulis del poder, La Quina dijo al oído de Valentín Campa que había hablado con don Fidel”; el mítico líder de la CTM.
“¡Vaya a ver a don Fidel, Valentín… si lo convence, haremos gordo este asunto”, susurró.
Valentín Campa se preocupó. “¡don Joaquín, tenga cuidado!”. Advirtió.
“¡No se preocupe don Valentín..!”. Dijo socarrón Hernández Galicia.
“¿Sabe en la que se está metiendo, don Joaquín..? ¡El Estado es el Estado; y encabronado no perdona..!”, atajó el viejo Campa, curtido en las lideres ferrocarrileras.
“¡No, don Valentín, no se preocupe..! ¡Los tiempos en los que el gobierno perseguía a sindicatos, como el ferrocarrilero, ya pasaron..! ¡Hoy somos sindicatos fuertes y ay de ellos si se meten con nosotros!”
“Piénselo bien..!”, replicó con sabiduría de viejo Valentín Campa.
“¡Ándele, busque a don Fidel para que lo convenza!”, concluyó el líder petrolero.
La mañana del 10 de enero de 1989, Campa y sus muchachos hacían antesala en el búnker de Fidel Velázquez, que prometió recibirlos.
Repentinamente la tranquilidad del lugar se alteró. Valentín y los suyos no atinaban a entender el alboroto. Apareció por una puerta la corpulencia de Salvador Barragán…
“¡Ya nos llevó la chingada!”, casi gritó, con el rostro descompuesto
“¡Detuvieron a Joaquín, yo me escapé porque estaba en el dentista, también se metieron a mi casa..!”, explicó.
El resto es historia. La Quina pasó años en prisión. Y sí, el Estado “es cabrón”, y no perdona. Hoy lo sabe la señora Gordillo. ¿Lo vivirá otro líder petrolero? Al tiempo. Publicado en el Universal.