TIC:
Tiempo de ruptura
PEDRO FLORES
CRESPO
Al promover el
uso y dominio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en
la educación, poco se reflexionó en las nuevas desigualdades que aparecerían.
Para hacer frente a esta realidad, los gobiernos se dedicaron a dotar a los
estudiantes de computadoras y de aulas de tecnología mientras que a los
maestros se les ofrecieron un sinnúmero de cursos de capacitación para el uso
de las TIC.
Este
“asistencialismo tecnológico” tuvo diversos efectos. En primer lugar, la
cobertura de servicios y recursos tecnológicos fue desigual y en segundo, poco
se pensó en qué recursos adicionales eran necesarios para convertirse en un
usuario de TIC. Una especie de “mala educación tecnológica” apareció en el
escenario escolar y contribuyó a generar nuevas problemáticas.
Quizás la más
riesgosa, tomando en cuenta la cantidad de mexicanos que aún viven en la
llamada Brecha Digital (30 por ciento de los jóvenes de 10 a 24 años, y más de
50 por ciento en personas de 25 a 75 años según datos de la SEP en 2011), es la
resistencia de muchos profesores de integrarse al mundo digital. De acuerdo con
esta institución, 52 por ciento de los profesores de educación básica en México
casi nunca o nunca usan la computadora al presentar su clase; la razón de esto
derivaría de que a 42 por ciento de los docentes en este nivel, “no les agrada”
utilizar ni las computadoras ni el internet como auxiliar pedagógico.
A este aparente
desinterés deviene una fascinación por las TIC en ciertos sectores que no ha
variado desde hace un par de décadas. Durante su gira por Uruguay en enero
pasado, el presidente Enrique Peña Nieto conoció el proyecto Ceibal, el cual
“promueve la inclusión digital de los niños y adolescentes” de ese país. Peña
Nieto no dejó dudas. A pesar de que muchos no nos explicamos qué ocurrió con el
programa Enciclomedia y después con el mal logrado Habilidades Digitales para
Todos (HDT), ahora se promete impulsar en México un “modelo propio con el fin
de dotar de computadoras a los niños de 5º y 6º años de primaria”. Esto, se
asume, será para elevar la calidad de la educación (www.presidencia.gob.mx
29/03/13).
Asumiendo que las
TIC son un apoyo para el aprendizaje y el logro escolar, queremos proponer una
ruptura (entendida como un cambio paradigmático) en la forma en la que se ha
abordado su uso en la educación de México. Esta propuesta se sustenta en tres
puntos clave.
En primer lugar,
es preciso quitar al objeto tecnológico del centro del proceso educativo. El
uso de las computadoras y el internet no pueden ser protagonistas de un proceso
que, por esencia, debe tener a los estudiantes y a los profesores en el centro.
Las TIC, por más innovadoras que sean, son sólo un medio que posibilita la
mejora en los procesos de enseñanza y aprendizaje. No es el fin educativo.
En segundo
término, es necesario volver al sujeto. Repensar la labor educativa desde la
perspectiva de los distintos actores educativos. Esta sugerencia apunta la
noción de pertinencia que tanto se ha discutido en las definiciones de calidad
y que el Senado de la República agregó en el caso de la reforma. Mientras la
literatura sobre uso de la TIC se centra en los nativos y migrantes digitales,
nuestra propuesta es que no se deje de considerar a los marginados digitales (Sosa,
2012), los cuales pueden ir desde un niño en alguna población apartada hasta
una persona de la tercera edad que paso con sus nietos —probablemente nativos
digitales — largos espacios de tiempo.
En tercero y
último lugar, opinamos que habrá que reflexionar, desde los espacios de
decisión política, en el desarrollo de nuevo lenguaje que aquí podemos nombrar
como lenguaje tecnológico. El lenguaje tecnológico (LT) es una condición clave
antes de inundar a las escuelas de cables, computadoras y cursos de TIC, pues
se trata de un sistema comunicativo surgido de la adquisición, la apropiación y
el uso de la tecnología digital por parte de las personas; una dimensión de
nuestro lenguaje que se ha desarrollado en nuestra realidad tecnológica actual.
Estamos en un
tiempo en que el debate sobre la tecnología y la virtualidad son cada vez más
necesarios. Las fronteras entre aquello que es real y lo que no, impulsa el
desarrollo de nuevos aprendizajes. En este sentido, el LT — como cualquier otro
lenguaje— quizás nos conduzca a desarrollar nuevas capacidades de pensamiento y
razonamiento. “El hombre no habla porque piensa sino que piensa porque habla”,
diría Octavio Paz.
Pedro Flores Crespo es Doctor en Política por
la Universidad de York, investigador y académico del Instituto de Investigaciones para el
Desarrollo de la Educación (UIA): pedro.flores@uia.mx. Síguelo en Twitter:
@flores_crespo.
Luis Gregorio
Sosa Grajales es Maestro en Investigación Educativa (Universidad Iberoamericana
Ciudad de México) y colaborador del INIDE desde 2009: luis.sosa@uia.mx
Publicado en
Campus Milenio