viernes, 1 de marzo de 2013


El día después de Elba Esther
JUAN CARLOS YÁÑEZ

Si Elba Esther Gordillo fuera todo el problema de la educación, su detención significaría un gran paso para resolverlo. No, no lo veo tan simple. Era un paso necesario, sí, si se confirman en los tribunales las tropelías en el poderoso sindicato magisterial. Políticamente la jugada puede resultar exitosa, pero que la reforma educativa se inauguré con la detención de la principal opositora, no parece el mejor estreno y acompañará, para bien y para mal, la historia de la reforma.

Es indudable, la señora Gordillo tiene su responsabilidad en los asuntos educativos, pero con ella en la cárcel no desaparecen los malos maestros o los pésimos directores, ni va a solucionarse uno solo de los problemas pedagógicos en los salones de clases de cada escuela pública mexicana.

El problema no es Elba Esther. El problema es una cultura política que alienta la corrupción y la impunidad por doquier, que engendra corrupción en los sindicatos y en los gobiernos: ¿cuántos sindicatos se escapan del desprestigio?, ¿cuántos estarían dispuestos a exhibir sus cuentas y mostrar las entrañas de sus finanzas?, ¿cuántos gobernadores y ex gobernadores hoy están en la mira por sus saqueo a las arcas públicas?, ¿y los presidentes municipales que dejaron en crisis a sus ayuntamientos?

El gobierno federal ha dicho que una cosa es la reforma educativa y otra el proceso penal que se abrirá contra Elba Esther Gordillo. De cada una se puede decir mucho, pero me limitaré a algunas reflexiones sobre lo primero. De lo segundo solo se me ocurre preguntar: ¿por qué no sabían, no sabíamos las cosas que hoy sabemos?, ¿o sí lo sabían?, ¿cuánto más falta por descubrirse?, ¿cuánto y por cuánto tiempo se ocultará lo que todavía no conocemos?

Si la reforma educativa es un paso, dicen algunos para ensalzar la trascendencia, entonces: ¿podría empezar a explicarnos la SEP cuáles son los otros, es decir, las otras reformas educativas que SÍ van a resolver los problemas de la educación y no solo de la escuela? ¿Cuáles problemas? El derecho a la educación (o la falta de ese derecho), la relevancia (¿para qué sirve?), el desfinanciamiento crónico y la mala gestión y distribución del dinero, la formación de los nuevos maestros, la mala (y extendida) educación privada ofrecida en establecimientos (no escuelas), la mala enseñanza en muchas de nuestras aulas, entre otros.

Esos problemas debieran ser parte de una auténtica reforma educativa, para eso tendría que servir. Si no es así, no se puede siquiera insinuar que la reforma promete garantizar la calidad de la educación, como afirma la iniciativa presidencial aprobada.

Como creo que queda claro, la cosa no es tan simple. Y responsables en los problemas de la escuela hay muchos. La SEP, con el PRI y con el PAN, tomó decisiones equivocadas, por ejemplo, una reforma a la educación media superior con Fox y otra con Calderón; diseñó los planes sectoriales (el de Calderón, una gran vergüenza). La SEP ignora información estadística elemental, por eso el INEGI tendrá que hacer un censo sobre escuelas, alumnos y maestros. La SEP dirige las escuelas normales, un punto toral en la transformación del sistema escolar completo. Y los presidentes tienen su parte: ¿cuántos secretarios de Educación dignificaron con su obra la oficina de José Vasconcelos? Fue el gobierno federal, también del PRI, el que montó a la señora Gordillo en su cúpula.

¿Y los maestros, en verdad los maestros hacemos nuestra parte cada mañana o cada tarde cuando trabajamos con los estudiantes? Los papás y mamás tenemos nuestra responsabilidad.

La lista podría ser más amplia pero no quiero abusar. Los medios de información también tienen una gran responsabilidad y hay que señalarla; allí han tenido cabida muchas interpretaciones desinformadas e insustanciales. En fin, la reforma ha dejado en claro que abunda lo que José Ortega y Gasset denominó la chabacanería.

Alguna vez dijo Paulo Freire: si se trata de cambiar a unos por otros que son igual de corruptos, mejor me quedo en casa. Ojalá estas escaramuzas no sean solo un acto de prestidigitación para poner a unos por otros, pero iguales ambos. Ojalá.