El día después de Elba Esther
JUAN CARLOS YÁÑEZ
Si Elba Esther
Gordillo fuera todo el problema de la educación,
su detención significaría
un gran paso para resolverlo. No, no lo veo tan simple. Era un paso necesario,
sí, si se confirman en los tribunales las tropelías
en el poderoso sindicato magisterial. Políticamente la jugada puede resultar
exitosa, pero que la reforma educativa se inauguré
con la detención de la principal opositora, no parece
el mejor estreno y acompañará, para bien y para mal, la historia de
la reforma.
Es indudable, la señora
Gordillo tiene su responsabilidad en los asuntos educativos, pero con ella en
la cárcel no desaparecen los malos maestros o los pésimos
directores, ni va a solucionarse uno solo de los problemas pedagógicos
en los salones de clases de cada escuela pública mexicana.
El problema no es
Elba Esther. El problema es una cultura política
que alienta la corrupción y la impunidad por doquier, que
engendra corrupción en los sindicatos y en los gobiernos:
¿cuántos sindicatos se escapan del
desprestigio?, ¿cuántos estarían
dispuestos a exhibir sus cuentas y mostrar las entrañas
de sus finanzas?, ¿cuántos gobernadores y ex gobernadores hoy
están en la mira por sus saqueo a las arcas públicas?,
¿y los presidentes municipales que dejaron en crisis a sus
ayuntamientos?
El gobierno federal
ha dicho que una cosa es la reforma educativa y otra el proceso penal que se
abrirá contra Elba Esther Gordillo. De cada
una se puede decir mucho, pero me limitaré a algunas reflexiones sobre lo
primero. De lo segundo solo se me ocurre preguntar: ¿por
qué no sabían, no sabíamos
las cosas que hoy sabemos?, ¿o sí
lo sabían?, ¿cuánto
más falta por “descubrirse”?,
¿cuánto y por cuánto
tiempo se ocultará lo que todavía
no conocemos?
Si la reforma
educativa es un paso, dicen algunos para ensalzar la trascendencia, entonces: ¿podría
empezar a explicarnos la SEP cuáles son los otros, es decir, las otras
reformas educativas que SÍ van a resolver los problemas de la
educación y no solo de la escuela? ¿Cuáles
problemas? El derecho a la educación (o la falta de ese derecho), la
relevancia (¿para qué
sirve?), el desfinanciamiento crónico y la mala gestión
y distribución del dinero, la formación
de los nuevos maestros, la mala (y extendida) educación
privada ofrecida en establecimientos (no escuelas), la mala enseñanza
en muchas de nuestras aulas, entre otros.
Esos problemas
debieran ser parte de una auténtica reforma educativa, para eso tendría
que servir. Si no es así, no se puede siquiera insinuar que la
reforma promete garantizar la calidad de la educación,
como afirma la iniciativa presidencial aprobada.
Como creo que queda
claro, la cosa no es tan simple. Y responsables en los problemas de la escuela
hay muchos. La SEP, con el PRI y con el PAN, tomó
decisiones equivocadas, por ejemplo, una reforma a la educación
media superior con Fox y otra con Calderón; diseñó
los planes sectoriales (el de Calderón, una gran vergüenza).
La SEP ignora información estadística
elemental, por eso el INEGI tendrá que hacer un censo sobre escuelas,
alumnos y maestros. La SEP dirige las escuelas normales, un punto toral en la
transformación del sistema escolar completo. Y los
presidentes tienen su parte: ¿cuántos secretarios de Educación
dignificaron con su obra la oficina de José Vasconcelos? Fue el gobierno federal,
también del PRI, el que montó
a la señora Gordillo en su cúpula.
¿Y los maestros, en verdad los maestros
hacemos nuestra parte cada mañana o cada tarde cuando trabajamos con
los estudiantes? Los papás y mamás
tenemos nuestra responsabilidad.
La lista podría
ser más amplia pero no quiero abusar. Los
medios de información también
tienen una gran responsabilidad y hay que señalarla;
allí han tenido cabida muchas interpretaciones desinformadas e
insustanciales. En fin, la reforma ha dejado en claro que abunda lo que José
Ortega y Gasset denominó la chabacanería.
Alguna vez dijo
Paulo Freire: si se trata de cambiar a unos por otros que son igual de
corruptos, mejor me quedo en casa. Ojalá estas escaramuzas no sean solo un acto
de prestidigitación para poner a unos por otros, pero
iguales ambos. Ojalá.