jueves, 28 de marzo de 2013


Imprescindible acabar con el pago por mérito a los académicos
ADRIÁN DE GARAY

Hace unas semanas, Manuel Gil publicó un artículo donde cuestionaba el perverso sistema de pago por mérito al que nos hemos sometido miles de académicos que trabajamos de tiempo completo en las universidades públicas mexicanas desde hace más de veinte años. La propia Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación superior, la ANUIES, como ya hemos hecho referencia en una entrega anterior, en su documento “Inclusión con Responsabilidad Social”, hace hincapié en la importancia del cambio de política al respecto.

El sistema de pago por mérito opera a través de los programas institucionales de becas y estímulos, los cuales surgieron como una medida que a la vez que pretendía evitar la fuga de académicos de las universidades, dados los bajos salarios que percibían, procuraba deshomologar los ingresos en función del desempeño de los mismos, pues había quienes en el mejor de los casos sólo cumplían con sus labores docentes, sin realizar investigación o difusión de la cultura, y otros que cumplían plenamente con las funciones para las cuales fueron contratados, pero todos recibían el mismo salario.

El problema con el paso de los años, es que los ingresos económicos percibidos por lo que teóricamente se consideraba un pago adicional, extra, por el desempeño sobresaliente de los académicos de carrera, se convirtió en los hechos en parte del salario regular y ahora es parte fundamental de sus ingresos económicos, ya que más de la mitad de los recursos mensuales que devengan proviene de esos programas.

Para que un académico de carrera logre obtener esos pagos “extraordinarios”, es preciso mostrar cada año, o cada dos, tres, cuatro, o cada cinco años, que en efecto trabaja como docente dando clases en licenciatura y posgrado, así como dirigiendo tesis. Pero más importante es mostrar la publicación de artículos especializados en revistas indexadas, traducciones, reseñas, libros coeditados con empresas editoriales de prestigio, asistir a congresos, coloquios, impartir conferencias, etcétera.

Se trata de un sistema de pago al trabajo regular de los académicos que ha generado efectos no deseados, pues la dinámica de buena parte de la labor académica que se realiza en las universidades públicas tiene como lógica central publicar por publicar, sin importar la calidad e impacto de lo escrito, aunque las bodegas estén repletas de publicaciones que a nadie le interesa distribuir; incluso, se sabe de acuerdos que toman algunos académicos para publicar en colectivo aunque no todos participen de la investigación y redacción del trabajo reportado. Los llamados refritos de los trabajos publicados están del mismo modo a la orden del día. Se trata también de acudir a muchos congresos, independientemente de quien convoque, aunque se hable diez minutos y cueste miles de pesos a la institución sufragarlos para acudir a los mismos.

Es preciso, así mismo, titular a varios alumnos al año de licenciatura y posgrado con tesis de dudosa calidad y hechura. Lo importante es acumular puntos y más puntos que se establecen en los tabuladores para conseguir aspirar a percibir un ingreso económico decoroso, no importa la estrategia que se siga. Y en ese camino es importante para muchos académicos tener “contactos” con las comisiones de pares que evalúan y dictaminan lo realizado para que les “echen la mano” si es necesario.

Y aunque diversos especialistas han investigado y mostrado lo pernicioso del sistema, las autoridades federales e institucionales no parecen tener en la mira una reforma que lo modifique de fondo, ya que en buena medida consideran que sólo mediante ese sistema los académicos se responsabilizan con su trabajo regular. ¿Acaso cientos de académicos que han mostrado con creces su compromiso durante 25 años necesitan seguir probándolo cada año, aunque tengan 35 años de antigüedad y una edad de 65 años o más? Lamentablemente sí. Y peor aún, si el académico decide jubilarse se va a su casa sin percibir los ingresos económicos que le proporciona el sistema. El largo tiempo entregado en ser un profesional de la docencia y la investigación, la difusión de la cultura y la gestión administrativa queda en el olvido. No hay recompensa por lo realizado, se retiran con la paupérrima pensión del ISSSTE.

Sometidos a un trabajo a destajo, agobiante, desgastante e individualista, la planta académica de las universidades públicas envejece rápidamente sin existir hasta la fecha una iniciativa gubernamental nacional que atienda seriamente la problemática. ¿Cuánto tiempo más tendrá que transcurrir para que se modifiquen los actuales sistemas de estímulos y becas?

Es deseable que existan sistemas de pago al mérito, sin duda, pero debe ser un pago extraordinario y excepcional a lo realizado, para lo cual buena parte de los ingresos que hoy perciben los académicos debería formar parte de su salario regular. Y aquellos que no cumplan con su trabajo simplemente deberían abandonar las instituciones.

En el contexto de la consulta que el Gobierno Federal está llevando a cabo para la formulación del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, es imprescindible que forme parte de la agenda pública la necesidad de evaluar y reformar el conjunto de los sistemas de pago por becas y estímulos al desempeño de los académicos de carrera de las instituciones de educación superior públicas.