La CNTE en Oaxaca y Guerrero
FELIPE DE JESUS GONZALEZ
La situación política en Oaxaca y Guerrero se
pone al rojo vivo por la presión de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de
la Educación (CNTE) en contra de la reforma educativa impulsada por el gobierno
de Enrique Peña Nieto y aprobada por el Congreso. El gobierno federal y los
gobiernos de ambas entidades quizá no han reparado que más allá de la
confrontación, existe todo un andamiaje de ingobernabilidad sustentado por una
dinámica histórica de problemas sociales con diferentes frentes críticos.
La magnitud que se oculta detrás de las
demostraciones de fuerza sindical puede pasar desapercibida para los distintos
niveles del gobierno, pero es donde realmente se concentra la preocupación de
la estabilidad de las regiones. El conflicto por sí mismo tiene motivaciones
sindicales y hasta ideológicas, bajo estructuras verticales donde no importa
quién sea el gobernante o el líder, porque el conflicto existe por sí mismo, se
mueve y toma decisiones.
En perspectiva, no ha existido una estrategia
eficaz ni mucho menos efectiva para, primero, entender la realidad de dos
estados agobiados por el retraso social y una pobreza endémica que hacen
vulnerable cualquier intento de establecer condiciones mínimas de gobernanza.
Basta recordar los últimos sexenios en Oaxaca, pasando por los gobiernos de
Diódoro Carrasco, José Murat, Ulises Ruiz y ahora Gabino Cué, quienes
padecieron de forma sistemática la incapacidad de resolver estos problemas.
En el balance, sólo hay estrategias mínimas
para mitigar y amortiguar los efectos de ese movimiento social y sindical que
cada vez se torna más complejo. Es muy fácil desde la Ciudad de México hacer
una declaración –como la que hicieron los líderes del Pacto por México–, en el
sentido de que los gobernadores deben aplicar hasta sus últimas consecuencias
la reforma educativa en ambas entidades, pero no veo cómo se le van a imponer
los cambios a un gremio beligerante, con capacidad de reacción y que en algunos
momentos ha estado incluso ligado a movimientos sociales y de subversión. Y falta
que los profesores de la CNTE en Michoacán se movilicen como lo hicieron el año
pasado, cuando en varias ocasiones paralizaron la capital del estado.
Así, mientras la profesora Elba Esther
Gordillo se encuentra en la cárcel, los conflictos magisteriales parecen
agravarse por la falta de canales confiables para la concertación. Esto obliga
a los distintos niveles de gobierno a tomar una decisión inteligente que
permita en forma integral atender y mediar el conflicto y salvaguardar la
estabilidad y la paz social de esos dos estados y evitar que la inconformidad
de los profesores se extienda a otras entidades, ahora quizá bajo las siglas
del SNTE, porque el tema de ligar la permanencia en la plaza a las
evaluaciones, sigue siendo una inquietud latente hasta en los maestros más
institucionales.
La otra salida, ahora que la CNTE está
llevando las cosas a un nivel de enfrentamiento total, que le deja al gobierno
un escaso margen de negociación, es reprimir a los profesores, pues ni modo que
en todo el país se eche a andar la reforma educativa, menos en esas dos
entidades donde viven los niños más pobres y marginados del país.
Mientras se toma una decisión de fondo, se
está creando el ambiente preferido de los profesores de la CNTE: el del
conflicto, la movilización y la confrontación como método y fin de su lucha. Publicado en La Silla Rota