La UNAM al filo de la navaja
Víctor Flores Olea
La Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) ha sido colocada nuevamente ante opciones indeseables: la intervención
de las fuerzas del orden o la prolongación de la rectoría ocupada por un grupo
de estudiantes y tal vez jóvenes profesores (entre los que seguramente se
mezclan provocadores externos), absolutamente reprobable y que ha sido ya
repudiada por la gran mayoría de los universitarios. Como decíamos: a la máxima
casa de estudios del país se le sitúa otra vez ante un dilema inaceptable.
El rector José Narro Robles, en lo general y
en lo particular, ha llevado las riendas de la institución con mano firme y
segura, y cuando ha sido indispensable ha tenido la flexibilidad necesaria que
le aconsejan la inteligencia y su vasta experiencia universitaria. La UNAM ha sido
dirigida en los años recientes con talento y espíritu universitario, como en
sus mejores tiempos.
Pero quienes también hemos vivido en la UNAM
y con la UNAM durante largo tiempo, vemos que surgen las provocaciones y los
provocadores de muchas veces, a los que es necesario enfrentarse con especial
inteligencia y madurez universitaria. Y vemos también que hay facciones en la
Universidad, que también siempre han existido, que en un momento tan delicado
parecen desear forzarle la mano al rector para que se decida a llamar a la
fuerza pública (personalmente o por conducto de los canales oficiales
pertinentes, probablemente las procuradurías) para que detenga a los
provocadores y a los jóvenes estudiantes y profesores que nuevamente han puesto
a la UNAM al filo de la navaja. Acto éste en el que insisten, decía antes,
algunas facciones que se sitúan en la extrema derecha del espectro político,
universitario y nacional.
Algunos de los ocupantes de rectoría utilizan
capuchas, y éstos parecen ser algunos personajes que ya aparecieron en el
escenario del primero de diciembre pasado, causando también destrozos en el
Centro Histórico de la ciudad. Debo suponer que las autoridades de seguridad
nacionales y de la capital los tienen identificados, lo que facilitaría su
acción una vez que abandonen el campus. La pregunta es: ¿por qué no los
detuvieron antes de esta nueva irrupción antiuniversitaria?
La cuestión más seria que se plantea ahora es
la de lograr que los secuestradores abandonen las instalaciones de rectoría sin
intervención de la fuerza pública. Y me parece que para ello hay sobre todo dos
líneas básicas de acción: la primera sería la de su aislamiento total de la
comunidad universitaria (en lo cual se ha avanzado mucho con las abundantes
declaraciones públicas de universitarios e instituciones de prestigio, que sin
embargo pierden fuerza al provocar división y polémica cuando también convocan
al desalojo por la fuerza de la rectoría); segundo, emprendiendo ahora acciones
académicas que resulten insoportables para los invasores.
Pongo énfasis en el aspecto más negativo de
un rescate por la fuerza policiaca, porque inevitablemente una acción de esta
naturaleza traería consigo muy serias divisiones y opiniones encontradas y aun
opuestas en la comunidad universitaria. Se correría el gran riesgo de maltratar
demasiado el delicado tejido universitario y dejarlo maltrecho a un grado
difícil de recomponer o recuperar en un tiempo previsible.
Por supuesto, no hablo de un diálogo genérico
con los ocupantes, como método para resolver el problema, ya ensayado
infructuosamente por las autoridades, sino a que las altas autoridades
universitarias convoquen, por ejemplo, a una especie de congreso o magno
diálogo entre especialistas universitarios para discutir a fondo la sustancia
de una eventual revisión del plan de estudios del CCH y de los métodos
pedagógicos más actuales para ponerlos digamos ‘‘al día’’. Recordemos que en la
fundación de los Colegios de Ciencias y Humanidades hubo una muy amplia
participación universitaria.
El plan de estudios y la estructura del CCH
fueron elaborados en 1971, y necesariamente ahora requieren de una revisión
cuidadosa y a fondo. Se trataría de que participen en este ejercicio los
mejores universitarios en distintas áreas de las ciencias y las humanidades, y
la pedagogía, y que allí vuelvan a escuchar los argumentos de los
universitarios que han participado en el colegio en los pasados años (sin dejar
de oír a los disidentes radicales). Me parece que un ensayo de esta naturaleza
sería enormemente fructífero.
Que sea necesario un ejercicio así lo exigen
los grandes descubrimientos recientes en el campo de la ciencia, las
humanidades y la pedagogía –muchos admirables–, para que no dejen de estar
presentes en los planes de estudio actualizados del CCH y en sus métodos
pedagógicos.
Esto, desconociendo en el detalle la revisión
más reciente de los planes de estudio del Colegio de Ciencias y Humanidades,
que pudiera tener como principal ingrediente que ha sido criticado por los
afectados, su vocación a satisfacer el mercado de trabajo y las necesidades
empresariales, más que la formación intelectual y profesional del estudiante
(en un medio específico como el mexicano).
Es decir, valdría la pena que los
universitarios con mayor experiencia revisaran a fondo los planes de estudio
del colegio, sin caer en las estandarizaciones en que ha incurrido la Comunidad
Europea (como el Plan Bolonia, que hace hincapié sobre todo en la formación
para la empresa y para el mercado de trabajo), y menos, decía antes, para la
formación multidisciplinaria y polivalente del estudiante, del profesionista y
del graduado al más alto nivel.
Varias de las críticas que, tengo entendido,
se han externado en contra de las reformas al plan de estudios del CCH, se
refieren esencialmente a esta educación para el mercado laboral, que considera
menos la formación polivalente de los estudiantes y mucho más sus habilidades
para ingresar al mercado del trabajo y satisfacer las necesidades
empresariales. Aunque una formación realmente multidisciplinaria y polivalente
los haría incluso mucho más aptos para el concreto trabajo profesional, en muy
distintas actividades.
Una vez más hago votos por una pronta y
prudente solución al problema universitario, uniéndome plenamente al
reconocimiento y apoyo que ha recibido el rector José Narro Robles.