La trampa
contra los maestros
AXEL DIDRIKSSON
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- La oposición a la reforma educativa se está
enredando al cuello del gobierno de Peña Nieto, pero sobre todo al de algunos
gobernadores a los que se les está apretando el nudo un poco más
fuerte. Este enredo es la consecuencia de una estrategia mal montada y
justificada con los nuevos parches al artículo tercero constitucional, por las
incapacidades de estos gobiernos para abrir un diálogo
de altura y de fondo con los docentes sobre su materia de trabajo y su destino
laboral, y porque no se ha logrado superar la ambigüedad
del contenido con el que se ha justificado dicha reforma.
En medio de este
enredo, sin embargo, se ha venido tejiendo una trampa en contra de los
trabajadores de la educación, que consiste en hacer creer de forma
mediática que ellos se están oponiendo a la más
importante reforma educativa que se haya presentado en el país,
cuando en los hechos existe un gran vacío respecto de su contenido, de los
mecanismos a través de los cuales se pondrá
en marcha o de los recursos que se orientarán
para llevarla a cabo, pero sobre todo de la falta de precisión
respecto de la manera a través de la cual se podrá
elevar la calidad del penoso y deteriorado sistema escolar, harto desigual e
inequitativo.
Se trata más
bien, aunque no se reconozca, de una típica reforma “desde
arriba” impuesta de forma represiva y burocrática
y que, como puede verse, no puede ser la vía para enfrentar las terribles
contradicciones que padece el actual sistema escolar; tampoco la mera adición
del artículo tercero podrá
hacerlo, por más que así
lo pregonen los corifeos del denominado Pacto por México
(que avanza firmemente para ser un “pactito”)
y los de las televisoras.
Y es tan evidente
este vacío de contenido que tampoco se sabe,
hasta ahora, cuándo y cómo
se va a evaluar a los maestros, cómo se van a replicar los exámenes
estándares y para qué van a servir y, peor aún,
no se sabe de qué manera se va a enfrentar el
multiplicado descontento magisterial si no se atienden a fondo sus demandas y
sus propuestas.
Por la vía
de poner al frente de las protestas a muchos “Comandantes
Espartacos”, poco se podrá
avanzar en el desarrollo de un cambio en el contenido, método
y organización de lo que es por todos considerado el
valor social más importante para remontar las actuales
condiciones de miseria que se viven, como lo es la educación.
Amenazando a los maestros, reduciendo su capacidad de interlocución
e imponiendo una idea de reforma sin contenido claro, poco podrá
lograrse. Saber de leyes no tiene nada que ver con saber de pedagogía.
Así,
lo que hasta ahora existe es sólo una ficción
de reforma educativa que, a fuerza de llamarla de esa manera, se ha querido
presentar como el medio para recobrar “la rectoría
del Estado en la política educativa”,
y una que otra de esas sandeces. Es tanta la retórica
al respecto que, por mencionar algo, aún no se conoce la propuesta de ley
secundaria que deberá reglamentar la reforma constitucional
respectiva, ni cómo y para qué
se van a aplicar pruebas pilotos en varios estados, ni las consecuencias que su
aplicación tendrá
en el ingreso, permanencia o desempleo de los maestros. Nada. La trampa que se
está construyendo sólo está
provocando un tremendo conflicto social en donde la discusión
sobre lo esencial no existe.
Lo que sí
es un hecho, pero que no se difunde, es que, con todo y que se ha encarcelado a
Elba Esther Gordillo, Peña Nieto le ha dado un espaldarazo al
nuevo secretario general del SNTE, Juan Díaz de la Torre (el mismo que aparece en
el organigrama de las redes de corrupción de la Gordillo), que no se ha tocado
una sola de las estructuras de operación ni de manejo fraudulento de recursos
públicos y de cuotas de ese sindicato, y que siguen operando
miles de profesores “comisionados”
que cobran sin dar una sola clase, y que se mantienen las alianzas político-corporativas
y las canonjías de los que aparecieron (y siguen)
como operadores de la otrora dirigente sindical. Allí
sí, todo como si nada.
Fragmento del análisis
que se publica en la edición 1902 de la revista Proceso, ya en
circulación.