¿Es delito “reprimir” una manifestación?
Leo Zuckermann
Durante el periodo vacacional
la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE) se manifestó en contra de la reforma educativa. En
Guerrero bloquearon en diversas ocasiones la carretera que conecta al DF con
Acapulco causando un caos en plenas vacaciones. Después
de varios intentos de negociación, la Policía
Federal disolvió a los manifestantes que impedían
el paso de los automovilistas. Representantes de la CNTE condenaron esta acción.
Su argumento: “Protestar es un derecho. Reprimir es un
delito”.
De lo primero, no
hay duda. La libre manifestación es un derecho humano consagrado en
las constituciones de las democracias liberales como México.
Los maestros de la CNTE están en su derecho de llevar a cabo
protestas si no están de acuerdo con la reforma educativa.
La pregunta es si eso les da el derecho de bloquear la principal vía
pública de un estado, afectando a miles de automovilistas y a
la economía de muchísimas
familias que viven del turismo en Guerrero.
El tema no es fácil
de resolver. En democracias más añejas
han tratado de equilibrar los derechos de los manifestantes con los de los
otros ciudadanos. En la democracia más vieja del planeta, la del Reino
Unido, los manifestantes están obligados a avisarle a la policía
seis días antes y por escrito la “fecha
y hora de la marcha; la ruta; nombres y direcciones de los organizadores”.
Las autoridades pueden limitar o cambiar la ruta de la marcha, modificar el
lugar donde se llevará a cabo la demostración,
restringir la duración de la protesta, limitar la cantidad de
asistentes y establecer cualquier otra condición.
Si una marcha se organiza en un periodo breve, se debe informar de todas
maneras a la policía. Por último,
las autoridades tienen el derecho de intervenir para evitar que una protesta
bloquee el tráfico de las calles o banquetas.
Con todo y estas
regulaciones, nadie puede dudar del carácter democrático-liberal
del régimen británico.
La gente en ese país puede manifestarse en las calles pero
este derecho está regulado para evitar que se afecten
derechos de terceros. En la lógica de los maestros de la CNTE, estas
regulaciones serían “un
delito”.
En Estados Unidos,
otra vieja democracia, los ciudadanos tienen el derecho de protestar en
espacios públicos. Sin embargo, la gran mayoría
de los condados regulan este derecho. En Nueva York, por ejemplo, se necesita
un permiso de las autoridades para usar equipo de sonido, para llevar a cabo
una conglomeración de más
de veinte personas en un parque o marchar por las calles. Se tienen que hacer
arreglos con la policía si la manifestación
será frente al ayuntamiento. La ley prohíbe
bloquear la entrada a un edificio así como el paso peatonal, por lo que es
necesario dejar por lo menos la mitad de la banqueta libre.
En una marcha, los
policías neoyorquinos acompañan
a los manifestantes abriéndoles paso por la ruta y dejando
carriles abiertos para que el tránsito fluya. Además
está prohibido que los manifestantes lleven cualquier material
que pueda utilizarse con fines violentos, al punto que no se pueden llevar
letreros montados en palos de madera o metal.
Con todas estas
regulaciones, las manifestaciones pierden espontaneidad e impacto político.
Lo pude atestiguar cuando estudié en Nueva York. Vi muchas marchas, bien
ordenaditas, dentro de las vallas que ponía la policía.
La gente, sin embargo, no les ponía atención.
Muy diferente a lo
que me ocurrió hace años
cuando en un puente vacacional fui una de las víctimas
de los bloqueos de los maestros en la Autopista del Sol a la altura de
Chilpancingo. Ahí nos quedamos varados varias horas sin
poder hacer nada. La policía ni se apareció.
Nadie se atrevió a acercarse a los docentes que
llevaban palos y botellas de cristal. Hicieron una barricada con llantas
quemadas y piedras. La prensa, de lejitos, reportó
el asunto. Las colas en ambos lados de la carretera eran kilométricas.
Al cabo de varias horas, los maestros se retiraron. Los automovilistas pudimos
circular después de limpiar las barricadas. Y nos
quedamos con la sensación de que ninguna autoridad defendió
nuestro derecho a la libre circulación por una carretera federal.
La historia es
recurrente en México. Quizás
aquí las manifestaciones tienen un mayor impacto que en los países
donde éstas se regulan. Pero esto tiene un
precio: no se respetan los derechos de otros ciudadanos; pesan más
los de los manifestantes. Y, cuando en el raro caso que la policía
interviene, hay quienes consideran esta “represión”
como un “delito”.
Pamplinas. En México, como en otras democracias, hay
que regular el derecho a la manifestación pensando, también,
en los derechos de los posibles ciudadanos afectados.
Twitter:
@leozuckermann