Deben
desocupar la rectoría
Javier
Flores
El grupo
de personas que el viernes pasado tomó de forma violenta la torre de la
rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) debe desocuparla
cuanto antes. Esta es una exigencia que comienza a tomar fuerza no solamente
entre el cuerpo directivo de la institución, sino en un sector amplio de
investigadores, profesores, alumnos y trabajadores de una de las más
importantes universidades de Iberoamérica.
Como ha
sido ampliamente difundido en los medios de comunicación, el pasado viernes por
la noche un pequeño grupo de personas irrumpió de forma violenta en el edificio
universitario –invirtió cerca de 45 minutos en romper con un mazo uno de los
cristales–. Esto ocurrió al final de una marcha pacífica convocada por
integrantes del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), a la que se adhirieron
algunas organizaciones sociales.
La marcha
sirvió de especie de escudo humano para que un reducido grupo de personas con
los rostros cubiertos, cerca de 15 según algunas notas periodísticas, brincaran
el pequeño barandal que está en la cara norte del edificio de gobierno,
rompieran el grueso vidrio y se introdujeran a la torre, ante el repudio de
otros participantes en la caminata que se sintieron utilizados… Y ahí se
quedaron.
En un
primer momento, las actividades académicas y de investigación no se han visto
afectadas. Yo di una clase al día siguiente en la Facultad de Medicina, que
trata sobre los debates actuales en esta disciplina, en la que se discutieron
textos preparados por los estudiantes a partir de trabajos de investigación
recientes sobre los criterios médicos y científicos para el uso terapéutico de
la mariguana. Doy este ejemplo, porque las actividades en Ciudad Universitaria,
y en general en todas las instalaciones de la UNAM, se desarrollan hasta ahora
con normalidad, y esta institución sigue siendo un espacio para la libre
discusión de las ideas en el que no hay temas prohibidos.
El
ejemplo sirve también para ilustrar que la acción de los jóvenes (y algunos no
tan jóvenes) que se posesionaron de la rectoría es un hecho aislado, pues la
comunidad universitaria trabaja normalmente, lo que permite afirmar que no
estamos ante un movimiento estudiantil universitario, sino ante un acto de
provocación orquestado por alguien.
Pero si
bien la toma de la rectoría no ha tenido efectos inmediatos sobre la vida
universitaria, los tendrá en poco tiempo si la torre permanece ocupada por ese
grupo. El edificio de gobierno es el centro neurálgico de la institución, en el
que se coordinan y realizan todas las funciones académicas y administrativas,
algunas de las cuales ya están siendo afectadas, como las actividades del
Consejo Universitario y sus comisiones, los trámites para el pase reglamentado
del bachillerato a la licenciatura, el manejo de las nóminas y los pagos a
proveedores. Es además donde se encuentran las oficinas del rector, que es la
cabeza de la institución y de otros importantes funcionarios universitarios.
Por si fuera poco, es un edificio que es propiedad de la nación, es decir, de
todos los mexicanos, y forma parte del patrimonio cultural de la humanidad.
La toma
de la rectoría por un pequeño grupo de personas tiene como antecedente
inmediato la ocupación violenta de las instalaciones de la dirección general
del CCH, y lleva a pensar si es posible que cualquier persona o grupo político
al margen de la comunidad universitaria pueda posesionarse de instalaciones
universitarias cada vez que lo decida.
¿Qué
hacer? Ayer el doctor José Narro Robles ofreció una conferencia de prensa en la
que pidió actuar con inteligencia, evitar la violencia y conducirse dentro de
los marcos legales. Narro llamó a los universitarios a opinar y pronunciarse
sobre la actual situación que vive la UNAM.
En este
marco, estoy convencido de que el grupo o los grupos que están detrás de la toma
de rectoría sirven finalmente a las fuerzas más conservadoras del país, a pesar
de su disfraz o máscaras seudoprogresistas. Creo también que todos los
universitarios debemos analizar y pronunciarnos sobre estos hechos, pero sobre
todo expresar nuestro repudio a los responsables de los mismos y exigir a los
ocupantes de la rectoría y a los grupos políticos que los respaldan que la
abandonen de inmediato. También creo que los universitarios debemos dar nuestro
respaldo al rector de la UNAM, José Narro Robles.