La clave: educación, educación, educación
José Blanco
Durante la semana anterior a la llamada
santa, los movimientos del magisterio venían creciendo aceleradamente. Esta
semana, con seguridad, los profesores de educación básica reanudarán las
acciones en contra no se sabe claramente de qué. El movimiento no es homogéneo
en lo absoluto. Se moviliza la CNTE en contra de una llamada reforma educativa
que no ha ocurrido, ni se sabe aún de qué se tratará: la SEP no ha abierto aún
sus cartas; lo hace también contra la evaluación de los profesores que se ha
propuesto llevar a cabo esta secretaría; pero también se movilizan y preparan
demandas contra Elba Esther Gordillo. En el SNTE nadie defiende a esa inmensa
calamidad creada por los gobiernos priístas e impulsada hasta la demencia por
los gobiernos panistas. Al mismo tiempo, grupos numerosos y aparentemente
crecientes del SNTE coinciden con la CNTE en sus reclamos.
Pocas veces ha tenido el gobierno ante sí un
reto de tan grandes dimensiones, y nadie, medianamente enterado, puede esperar
que durante el presente sexenio pueda hacerse mucho más en materia educativa
que poner los carriles por donde habrá de transitar el tren del futuro de este
país. Si logra poner esos carriles habrá alcanzado un éxito político y
civilizatorio de proporciones gigantescas. Si no logra hacerlo, ensanchará el
drama intenso que es hoy la educación, y no llevará al país a ninguna parte.
Como pocas veces ocurre, no parece, en lo absoluto, que haya medias tintas
aceptables.
Por hoy, el Pacto por México y otras
iniciativas del gobierno del presidente Enrique Peña han ido acrecentando
expectativas mayores sobre el futuro cercano y de mediano plazo del país. Esto
ocurre nacional e internacionalmente. Todo parece indicar que se trata de una
visión desmedida de las realidades de México, pero ahí están como percepciones
efectivas y de acuerdo con ellas los agentes económicos insertos en los
circuitos del comercio de bienes, del sector financiero, del turismo y otros
rubros internos, esperan que éste sea un buen año (y los que vienen, también).
Son muchos los millones de mexicanos
excluidos de tales expectativas y para empezar a incluirlos seriamente, no hay
más medio, en el corto plazo, que el crecimiento económico inteligente, una
reforma fiscal que incluya gravámenes suficientes al erario y gastos que de
veras mitiguen la polarización social. Un crecimiento que prepare bases sólidas
para el crecimiento de largo plazo.
La vía fundamental para alcanzar ambos
objetivos (preparar bases sólidas para el crecimiento de largo plazo y llevar a
cabo políticas públicas de justicia social) es gastar en educación, y en
educación, y en educación. Lo repetiremos una vez más: la planeación de la
educación de hoy, es la planeación del futuro de la nación.
La educación no lo es todo, es indispensable
una infraestructura digna de tal nombre. Pero la educación es el eje
estratégico central del futuro, por ello mismo es el eje estratégico del
presente.
Convertir la educación en el eje estratégico
efectivo del futuro, demanda la participación decidida de toda la sociedad: eso
hoy no ocurre. Peor aún: los profesores de educación básica, en una proporción
que hoy es difícil medir, tienen la percepción de que lo que se ha anunciado
hasta ahora en materia educativa está en contra de sus intereses inmediatos. Un
drama.
Es indispensable realizar una política
educativa que dé los frutos de más alto nivel posible en cada momento, y esto
sólo es posible con una política-política del más alto nivel posible en cada
momento: para poner a los profesores en favor de la reforma educativa, para
movilizar a la sociedad en favor de la reforma educativa. Sabemos qué es lo
mejor que podemos hacer: repetir los modelos educativos de los países que hoy
lo están haciendo mejor en el mundo, adecuándolos a nuestra circunstancia
histórica; en otros términos, crear un modelo educativo centrado en el
aprendizaje (no en el profesor), un modelo educativo de aprendizaje por
competencias ( psychosocial skills y life skills, sobre las que escribí en mi
entrega anterior).
Realizar tal tarea comporta acciones de
magnitud desmesurada; la primera en orden e importancia: formar a los
profesionales que llevarán a cabo la capacitación de los profesores de todo el
país. Una capacitación que les muestre cómo se diseña y se gestiona un modelo
centrado en el aprendizaje y basado en las referidas competencias. Es claro que
esa tarea no es posible sino multiplicando a los multiplicadores de esos
profesionales capacitadores. Hablamos de una tarea de larga duración, de una
transición planeada a detalle, de una tenacidad y una persistencia
insuperables. De paciencia, mucha paciencia de todos los actores, de actuar,
evaluar, corregir, innovar en línea continua.
En la educación, más aún, en la alta
educación, está el futuro, está el desarrollo, está una vía decisiva de la
ineludible necesidad de abatir las brutales desigualdades sociales, que son la
materia prima principal del subdesarrollo.
Si ahora se ha de evaluar a los profesores,
sólo puede ser para saber cuál es su condición y su formación actuales, para
conocer el punto de partida de qué y el cómo han de ser capacitados en modelos
educativos que, por ahora, para la mayoría, les son desconocidos.
Por su parte las familias deben ser
intensamente informadas acerca de cómo y para qué serán capacitados los
profesores, cuáles son los modelos educativos que se pondrán en marcha. Step by step, little by little, cantaba Alan Parsons. Publicado
en La Jornada