Torre de Rectoría:
posibles explicaciones
Javier Flores
Han
transcurrido 11 días y la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) sigue ocupada por un pequeño grupo de personas con los rostros
cubiertos. La solución de este conflicto debe incluir los elementos que
contribuyan a explicarlo. No se puede enfrentar un problema sin saber cuáles
son sus causas. Para entenderlo, es indispensable responder al menos dos
preguntas: ¿quiénes son los que decidieron tomar las instalaciones
universitarias? y ¿qué es lo que persiguen?
Lo primero
que es importante establecer es que no se trata de un movimiento estudiantil
universitario. Todas las dependencias e instalaciones de la UNAM (con excepción
de la rectoría) funcionan normalmente, la toma del edificio de gobierno no
estuvo precedida por asambleas o procesos de consulta entre universitarios.
Así, se trata de una acción unilateral de un grupo que actuó a espaldas de la
comunidad.
Si bien
existen antecedentes anteriores, en los 11 días que han trascurrido ha quedado
claro que en todas las etapas del proceso, desde la marcha que precedió a la
invasión, el acto mismo y en las movilizaciones posteriores realizadas por
pequeños grupos de activistas que la apoyan, han participado y participan
personas ajenas a la institución. El propio rector de la UNAM lo ha señalado y
ofreció dar a conocer a las autoridades competentes los nombres, apellidos y
alias de personas involucradas. También distintos testimonios periodísticos han
dado cuenta de ello (ver por ejemplo, la nota de Nurit Martínez y Natalia Gómez
publicada este sábado en El Universal).
Es
importante diferenciar entre lo aparente y lo real. Los elementos citados
llevan a descartar explicaciones simplistas que ubican las causas del conflicto
exclusivamente en las reformas a los planes de estudio del Colegio de Ciencias
y Humanidades (CCH). En contraposición, puede proponerse que se trata además de
un problema más general en el que participan distintas organizaciones políticas
que utilizan a la UNAM para lograr otros objetivos. A partir de distintas conversaciones
con colegas y amigos de la UNAM, me queda claro que para la mayoría los
universitarios que analizan con seriedad este conflicto, el tema de la toma de
la rectoría está situado en este nivel. Hay dos hipótesis que me parecen dignas
de atención y las quiero compartir en las líneas que siguen.
La primera
es que se trata de una acción orquestada desde el gobierno. Esta idea se
sustenta en parte en los acontecimientos del primero de diciembre, en el que
las autoridades dejaron actuar deliberadamente a algunos grupos violentos y
terminaron reprimiendo a otros que no tenían que ver en esos actos. La
presencia de personajes ligados a esos acontecimientos en la actual toma de la
rectoría fortalece esta idea. De acuerdo con esta hipótesis, la invasión del
edificio de gobierno en la UNAM estaría buscando una salida represiva que
inactivaría la posición crítica de las instituciones de educación superior
frente a las reformas en materia educativa, fiscal y de energéticos, por
ejemplo.
La segunda
hipótesis parte de la terrible situación que vive el país, caracterizada por la
miseria y el hambre en millones de mexicanos, la violencia y la falta de
oportunidades para los jóvenes y a que se han cerrado las vías democráticas
para la participación política, como evidencian las elecciones de 2006 y 2012.
Lo anterior da pie a la acción de grupos radicales que se expresan en acciones
violentas como las que recientemente se viven en la UNAM y en distintas
regiones de México. Finalmente estos grupos buscarían también una salida
represiva que, suponen, haría crecer el descontento.
Como quiera
que sea, las acciones violentas de estos grupos revelan alto grado de
resentimiento social y están cargadas de un gran simbolismo que traduce
propósitos por destruir a la universidad. Si no, ¿cómo explicar entonces la
agresión a miembros de la comunidad y prender fuego a instalaciones, como
ocurrió en el CCH Naucalpan? ¿O cómo interpretar que se golpeen con un mazo por
más de 45 minutos los cristales de un edificio emblemático?
En mi
opinión, estos grupos hacen el juego a los sectores más conservadores del país,
que buscan acallar o dañar a las instituciones de educación superior públicas,
como la UNAM, que representa un modelo de educación superior pública, gratuita,
laica y de masas con alta calidad académica, en la que se discuten con libertad
y se buscan soluciones a los grandes problemas nacionales.
Como la
mayoría de los universitarios, no estoy por el uso de la violencia o la
intervención de la policía para resolver este conflicto, pero creo que quienes
tienen tomada la Torre de Rectoría se tienen que ir, pues la otra opción sería
ver convertido al edificio de gobierno de la Universidad Nacional en una nueva
versión del auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras (ocupado desde hace
años por grupos políticos ajenos a la UNAM), lo cual es inadmisible.